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Helcías Martán Góngora, Poeta del mar

A ciento un años del nacimiento de Helcías Martán Góngora, presentamos un perfil del poeta y político del Pacífico colombiano, quien fue contemporáneo en vida y pensamiento de Manuel Zapata Olivella. En una ocasión, Pablo Neruda escribió sobre sus versos: “los más bellos versos del mar que jamás haya leído”.

María Paula Lizarazo

28 de febrero de 2021 - 10:00 a. m.
Helcías Martán Góngora (1920-1984), uno de los grandes exponentes de las literaturas del Pacífico colombiano.
Foto: Archivo Particular
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Guaupi, Cauca, febrero 27 de 1920. “Nací a ocho kilómetros de la desembocadura del río Guapi, en el Mar del Sur. La población negra me infundió, conjuntamente con el ritmo de las mareas, el sentido de la justicia social. De allí que mis poemas no puedan renunciar al acompañamiento táctico de marimba y tambor y que pregone en otros, el pregón del esclavo de ayer y de hoy”, así, Helcías Martán Góngora, describió su nacimiento. Y en su poema “Canción”, declaró:

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Porque yo vengo del Océano

sobre el esquife de un cantar,

el caracol cabe en mi mano

y hasta su nombre me da el mar.

Eduardo Carranza, su amigo, le dedicó estos versos:

El mar que vive en tu apellido

es el que canta en tu cantar:

el oleaje y tus canciones

diálogos son de mar y mar

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Lo invitamos a leer Helcías Martán Góngora, mester de negrería –En el centenario de su nacimiento–

Martán Góngora pasó su infancia entre paisajes de río y de mar: el Guapi desemboca a veinte minutos del pueblo en el océano Pacífico. Sus recuerdos, como sus poemas, estelas de agua en la memoria. De niño escuchaba los cantos de la tradición oral afrodescendiente con los que su madre, Enriqueta Góngora, lo arrullaba en las noches. Ya en la adolescencia su acercamiento a la palabra se complementó con los libros, fue un gran lector de San Juan de la Cruz.

Cursó la primaria en una escuela de Guaupi. En el bachillerato se formó con los jesuitas del colegio San Francisco Javier de Pasto y el San Ignacio de Loyola de Medellín. En Bogotá estudió en la Universidad Externado y se graduó como doctor en Derecho y Ciencias Sociales y Políticas. Su vida la dedicó a la escritura y la difusión de la poesía, también a la escena política.

En alguna ocasión, burlándose de sí mismo, añadió: “gracias a mis padres, tal como Aurelio Arturo, nací con seudónimo”. Y profundizando el pensamiento sobre su origen y su nombre escribió el poema “Balada negra”:

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He de llamarte África mía,

en la pausa de cada beso.

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A qué los nombres y apellidos,

si entre tus redes estoy preso?

África mía, África mía,

en la tregua de la caricia.

A qué los nombres y apellidos,

principio y fin de la delicia?

África mía, África mía,

tras la fusión de cada abrazo.

A qué los nombres y apellidos, si un niño soy en tu regazo?

África mía, África mía,

en el silencio y la canción.

A qué los nombres y apellidos, si eres sangre del corazón?

África mía, África mía,

al retorno y la despedida.

A qué los nombres y apellidos, si esclavos somos de la vida?

África mía, África mía, tras el gozo de poseerte.

A qué los nombres y apellidos,

si somos siervos de la muerte?

Si le interesa leer más sobre literatura del Pacífico, lo invitamos a leer Tras las raíces de Manuel Zapata Olivella, contemporáneo de Helcías Martán Góngora

Cuando tenía 19 años hizo su primera aparición en un escenario público. Caminó 24 horas entre Buenaventura y Cali para llegar a la Convención Conservadora, que sería en Popayán. Ese día perdió el tren; al llegar a Popayán sus compañeros lo llamaron Helcías el caminador. Fue nombrado vicepresidente de la convención y dio su primer discurso.

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En el bachillerato fundó junto a Agustín Revelo Peña, Marco Tulio Calonje y Nicolás Martán la revista Vanguardia ,en la que aparecían poemas y notas de interés social. Junto a ellos publicaban los poetas Alberto Mosquera, Faustino Arias Reynel, Arcelio Ramírez, Joaquín Vanín, Guillermo Payán Archer, Guillermo Portocarrero, Arbeláez Lema, Alfredo Márquez. En ese entonces, ni siquiera en aquel lugar de Barranquilla llamado La cueva se hablaba aún de vanguardia.

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Helcías Martán Góngora en palabras de Alfonso Martán Bonilla

Su primer libro, Evangelios del hombre y del paisaje (1944), lo publicó a los 24 años, mientras estudiaba derecho. El libro salió de la imprenta de la cárcel en la que Martán Góngora trabajaba, que es hoy el Museo Nacional.

Evangelios del hombre y del paisaje es una suerte de autobiografía espiritual del poeta en cinco partes. La primera parte, “Evangelio del paisaje”, habla de la infancia y los recuerdos de ese paisaje cultural y natural en el que creció. La segunda, “Evangelio del amor”, es sobre la ansiada espera por la mujer amada que aún no conoce. “Parábola de la soledad”, la tercera parte, se dirige a la soledad del alma que permite la poesía: “El Alma enseña un velo blanco y ordena: Cúbre la soledad con tus palabras”. La cuarta parte, “Evangelio de la doncella”, es sobre el comienzo del vínculo amoroso. “Evangelio del hombre”, la quinta parte, es un canto a un hijo y a una hija que no han nacido, pero que nacerán, tal y como ocurrió.

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Su obra está hecha del mar y de la vida en comunidad, un complemento entre el paisaje natural de su infancia y la organización cultural del Pacífico. Su voz fue, es, un retrato del agua como la vida, una lucha por los derechos de las comunidades. Decía Martán Góngora que el poeta “debe y puede cumplir su misión de guía. Rubricar su loa cotidiana de la tierra y el hombre con actos de servicio colectivo”.

Fue profesor en la cátedra Guillermo Valencia de la Universidad del Cauca, dirigió el Teatro Colón, fue miembro de la Academia de Historia de Popayán y de la Academia Colombiana de la Lengua. También fue personero de Popayán, alcalde de Buenaventura, representante a la Cámara, secretario de educación del Cauca, diputado de la Asamblea del Cauca, y escribió la letra del himno de Cali.

Creó la revista Esparavel, que hace honor a una red redonda de pesca que debe ser lanzada con las manos en aguas poco profundas, en la que publicaba poetas nacionales y extranjeros. El mar fue una semilla en su alma para la creación y, Martán Góngora, se supo a sí mismo como un navegante dispuesto intentar atrapar el agua: “Son muy pocos los versos escritos sobre el agua, en el cuaderno de bitácora. Cuando la sensación oceánica se ha convertido en nostalgia y, el don amoroso, en recuerdo, estas vivencias, con la complicidad del tiempo me solicitan y reclaman. Entonces retornan a la memoria. O por mejor decir, se escapan de la cárcel del silencio. Es cuando hay que estar alerta, igual que el cazador en la selva del alma”.

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El poeta tuvo sus posturas y sus nociones de poesía bien claras. En una columna de opinión contó una anécdota con un compañero cuando trabajaba en la Asamblea Departamental: “-Mi doctor: ¿Es cierto que en sus versos hay más ángeles que en todos los poemas del piedracielismo? El poeta [Martán Góngora] respondió: -Yo soy de la Costa y allá dormimos con toldillo contra los ángeles”.

Lo invitamos a leer a propósito de Helcías Martán Góngora en cinco años de la Biblioteca de Literatura Afro

Publicó los poemarios El océano, Retablo español, la novela Socavón, entre otros. En el poemario Encadenado a las palabras, de 1963, el poema “Adán” complejiza la relación entre el cansancio de la vida y la muerte, para la que aún le faltarían 21 años:

¡Qué duro oficio es este de ser hombre

y habitar en un bosque de tinieblas!

Cruento ejercicio por ganar la luz

en desigual combate con las sombras.

Al caos visceral encadenado,

en el límite oculto de los huesos,

¡qué afán de retornar al paraíso!

¡Qué sacrificio estéril sobre el ara

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de los deformes dioses abolidos!

¡Qué duro oficio es este de ser hombre

y edificar la muerte con la vida!

Pablo Neruda escribió de los versos de Martán Góngora: “los más bellos versos del mar que jamás haya leído”. Y Eduardo Carranza le dedicó:

[…]

Por si me muero de repente

sin ver el mar, sin ver el mar,

desde ahora grabo estos versos

en el árbol de la amistad.

Mejor los grabo sobre la proa

de tu navío, Helcías Martán,

porque los lleves algún día

a ver el mar.

La voz de Martán Góngora fue el mar. Su origen, el origen de su voz y de sus motivos, el mar, y la gente del mar. Poesía del mar. Los poetas lo leyeron como el poeta del mar, el hombre mar, el hombre de los mares pacíficos. Escritura del mar. “Nací lactando espumas del mar de cada hora”, escribió en un soneto. Su voz, como el mar, fue periférica y política ante el centralismo -también poético- que dominaba entonces con Piedra y cielo, y que venía desde antes de los Centenaristas -a comienzos de siglo-, y que hoy, como un infortunado conjuro para la literatura en Colombia, pervive.

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