Para Ovidio, este amor se construyó con cada carta que los amantes se intercambiaban. Marco Marcel evocó las últimas palabras de Leandro, quien pide a las olas que le dejen ver a su amada una última vez. Christopher Marlowe prefirió salvarlos de la muerte y escribió un extenso poema que termina cuando se hacen amantes. Walter Raleigh, Garcilaso de la Vega, Calderón de la Barca, Robert Schumann. El mito ha sido creado, recreado, reinventado y reinterpretado hasta la saciedad y, sin embargo, la humanidad no es capaz de saciar su sed, y cómo hacerlo.
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En alguna edición de Las Heroidas de Ovidio, el traductor describe el mito de Hero y Leandro como “trillado”, así que no “cansará al lector” volviendo a contar la historia de siempre. La de los amantes de siempre, que estaban destinados a serlo, como siempre, que por supuesto no podían estar juntos y, al final, sólo la muerte los puede unir.
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Ciertamente, es un arquetipo que se ha repetido a lo largo de la historia y, por esa misma razón, el traductor concluye que es “vulgar”. Vulgar: que pertenece o es relativo al vulgo; que es impropio de personas cultas o educadas; que no tiene ningún rasgo original o especial; que se contrapone a lo sabio.
En una palabra, el mito de Hero y Leandro es humano, es lo más humano que la humanidad ha podido crear, vivir y, sobre todo, sufrir. Es perteneciente a todo aquel que ha nacido y, por consiguiente, amado. Que ha amado con desesperación y sin esperanza. Que ha amado sin esperar, sin esperar que el sol le caliente el alma, que el granizo caiga y muera contra la piel, que las lágrimas se confundan con el frío, que el arcoíris surja entonces como un milagro. Leandro se ahogó porque sólo así alcanzaría el objeto de su amor. Hero cayó de su torre porque sólo así le correspondería a su amado. No hay dos actos más vulgares que aquellos. No hay nada más común, más propio de todos los hombres que caminan sobre la Tierra, más conocido por todos los corazones que el sacrificio último por quienes nos han llevado a la culminación espiritual. No hay nada más vulgar que buscar amar y ser amado.
Así pues, aquel traductor tan sabio e ignorante a la vez se equivocó al tildar el mito de Hero y Leandro como vulgar y trillado, porque se trata de la única búsqueda por la cual vale la pena sucumbir. Por más que se repita una y otra vez como las vueltas al sol, la humanidad estará dispuesta a morir por experimentar en carne propia aquella historia.
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Entonces, también somos seres vulgares y trillados. Somos la reencarnación de Hero y Leandro que están condenados a morir y nacer de nuevo.
“Muchas veces miro a ver si hay huellas tuyas en la playa, como si la arena conservara las marcas que en ella se hacen; y pregunto si ha venido alguien de Abidos, o si alguien parte hacia Abidos, para interrogarle sobre ti y para escribirte. ¿Para qué contarte cuántas veces doy besos a las ropas que tú te quitas cuando te dispones a partir por las aguas del Helesponto? Así cuando la luz se ha esfumado y la hora nocturna, las más amiga, ha mostrado las claras estrellas una vez ahuyentado el día, al punto pongo en lo alto de la torre la vigilante luminaria, aviso y contraseña para tu acostumbrada travesía, y tirando de los torcidos estambres en el huso que da vueltas engañamos la lenta espera con esta ocupación de mujeres”
-Carta de Hero a Leandro