El Magazín Cultural

Hillary Superstar

La exsecretaria de Estado y ex primera dama de EE. UU. causa revuelo a su paso por el Festival Internacional de Cine de Berlín.

Janina Pérez
01 de marzo de 2020 - 01:30 a. m.
El pasado 24 de febrero, la excandidata demócrata Hillary Clinton acudió al festival berlinés para presentar una serie documental sobre sí misma, proyectado en la sección Berlinale Special. / AFP
El pasado 24 de febrero, la excandidata demócrata Hillary Clinton acudió al festival berlinés para presentar una serie documental sobre sí misma, proyectado en la sección Berlinale Special. / AFP

No cabe duda de que Hillary Clinton es la estrella de la 70ª edición de la Berlinale. Cinco días antes de su llegada a Berlín, su equipo de seguridad chequeaba la sala en el hotel Hyatt donde se realizaría la conferencia de prensa el martes venidero.

Se trata del lugar habitual donde se celebran las ruedas de prensa de la competición oficial, así como de otras secciones de importancia.

Entradas, salidas, vías de escape, accesos posibles e imposibles en las instalaciones del hotel eran inspeccionados minuciosamente por el segundo grupo del equipo de Clinton, seguratas parecidos a ninjas mutantes, de esos que pasan desapercibidos aunque midan casi dos metros de altura.

“Discretos, sin problemas”, alaba la operación el agente de prensa que tuvo la exhaustiva tarea de organizar los dos días intensos de actividades de la ex primera dama, senadora demócrata y secretaria de Estado en la era de Obama (2009-2013), cuya misión era presentar la miniserie Hillary, que forma parte del programa de la sección Berlinale Special del festival.

Antes de la gala celebrada el lunes en la Haus der Berliner Festspiele, en las afueras de ese teatro en la Schaperstraße, el vitoreo que celebraba a Clinton era más sonoro que las voces de protesta, mientras a lo largo y ancho de la alfombra roja periodistas de todo el mundo trataban de cazar alguna declaración de la célebre política.

Aquella noche, Hillary fue ovacionada, y no era para menos. Se trata de un trabajo excelente, profundo, entretenido, a veces emocional, pero sobre todo revelador. Comenzó a filmarse durante la campaña de 2016, con la intención de mostrar los entretelones del circo electoral, pero la derrota cambió el guion. Para bien.

Treinta y cinco horas repartidas en siete días se sentó frente a Nanette Burstein, a quien recibió en su casa, para responder con una franqueza abrumadora todos los interrogantes. “No tuvo ningún reparo, ni miramiento”, comentaba la directora en el legendario hotel Adlon de Berlín, a pocos metros de la Puerta de Brandemburgo.

Burstein es una votante confesa de Hillary, convencida de su gran poder inspirador, pero al mismo tiempo es una experta en eso de la búsqueda de la verdad.

Indudablemente, la abogada y activista es una figura polémica, con una gama de grises discutible y a la vez admirable. Maldita por querer más y luchar por ello, por ser quien es y defenderlo.

La cultura del sueño americano, que aúpa al luchador y perseverante, al mismo tiempo se empeña en condenar a Hillary Rodham Clinton por ser mujer.

Dueña de un fascinante compendio de vida, parecería imposible condensarlo en una serie documental de cuatro capítulos. Nanette Burstein acumuló 2.500 horas de material, en los que también toman la palabra Bill Clinton, su hija Chelsea, Barack Obama, amigos y amigas, excompañeros y excompañeras de universidad, así como también colegas y colaboradores cercanos. Con la vida de esta mujer que siempre ha estado en el ojo del huracán, Hollywood y Bollywood tendrían mucha tela para cortar.

En la sala de conferencias del Hyatt se sentía una mezcla de expectativa y emoción. Hillary Clinton esquivó como una campeona las preguntas directas y encubiertas sobre su candidato demócrata favorito. “Le apoyaré sea quien sea”, la sonrisa intacta y extrañamente sincera.

Que este año se vuelvan a cocer las habas en EE. UU. definitivamente le sumaba atractivo (¡aún más!) al paso de Hillary por la Berlinale. Peinado perfecto, pantalones, chaquetón largo blanco y negro, zapatos planos, lo justo de joyas, suficiente maquillaje y una sonrisa que no desapareció ni siquiera al mencionar (varias veces, para no decir muchas) a Donald Trump y Vladimir Putin durante el encuentro con la prensa.

“Sabemos que los rusos nuevamente van a intentar elegir nuestro próximo presidente, tal como lo hicieron con el último”, alertaba en referencia al “romance” entre Putin y Trump, en la sala de conferencias, resguardada por los ninjas mutantes. Sin embargo, no debe ser mal entendida cuando acciona el botón rojo de la máxima alerta.

Con la derrota asumida, Hillary Clinton hizo lo que siempre ha hecho después de cada (y tantísimas) caída: levantarse, sacudirse el polvo, arremangarse y continuar. Eso sí, con más fiereza.

Por Janina Pérez

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