El Magazín Cultural

Historia de la literatura: “Elogio de la madrastra”

La novela de Mario Vargas Llosa ahonda en temáticas como el erotismo y la complejidad de las relaciones familiares, en una tonalidad pintoresca y cómica.

Mónica Acebedo
02 de junio de 2023 - 02:00 a. m.
Sin ser una de sus novelas populares, Mario Vargas Llosa presenta una prosa cuidadosa.
Sin ser una de sus novelas populares, Mario Vargas Llosa presenta una prosa cuidadosa.
Foto: Getty Images

Elogio de la madrastra, del nobel peruano Mario Vargas Llosa, es una novela erótica publicada en 1988. Probablemente, no es la más popular y referencial entre sus novelas, pero sí presenta una prosa cuidadosa, un aparato narrativo maduro y una especie de fusión de algunas de sus experiencias previas. Encontramos erotismo y pasiones cruzadas, pero a la vez es un relato que reflexiona sobre cuestiones éticas y constructos culturales, que hace referencia a la complejidad de las relaciones familiares, y al mismo tiempo es pintoresca y cómica.

Vargas Llosa es uno de los grandes narradores de nuestro tiempo, su obra es vasta y comprometida, su capacidad de contar historias es maravillosa y su trayectoria imparable. Asegura José Donoso al referirse al grupo de escritores del boom latinoamericano: “De todo este grupo es (Vargas Llosa) el más obsesivamente novelista, el más obstinadamente escritor por sobre todas las cosas, el más apasionado de la literatura en tantos sentidos, quizá también el más admirable”. (Historia personal del “boom”, Debolsillo p. 205).

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Jorge Mario Pedro Vargas Llosa nació el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, Perú. Sus padres se divorciaron antes de su nacimiento, por la relación que tenía su padre con otra mujer. De este hecho solamente se enteró hasta los 10 años, ya que siempre le dijeron que su padre había muerto. Pasó sus primeros años en una finca que su abuelo administraba en Bolivia; más adelante se trasladó a Piura, donde sus padres restablecieron su relación, y posteriormente la familia se movió a Lima y luego entró a un colegio militar. Estas experiencias se ven reflejadas en su primera novela, La ciudad y los perros. Desde esa época se aficionó por la literatura, en especial de escritores franceses. Estudió derecho y literatura, trabajó como periodista, estuvo vinculado a la política, vivió en Europa donde hizo estudios de maestría y doctorado en literatura, y ha escrito una prolífica obra: cuentos, teatro, novela y numerosos ensayos. Es miembro de la Real Academia de la Lengua Española y ha ganado numerosos premios, entre los que se encuentran el Premio Cervantes en 1994 y el Premio Nobel de Literatura en 2010.

La trama es la siguiente: Don Rigoberto, padre de Fonchito, está casado con Lucrecia, una mujer sensual “de formas blancas, ubérrimas, duras todavía”. La pareja tiene sexo todas las noches sin ningún tapujo y libre de convenciones. El día del cumpleaños número 40 Lucrecia recibe una tarjeta de su hijastro Fonchito en la que le dice:

“¡Feliz cumpleaños, madrastra!

No tengo plata para regalarte nada, pero estudiaré mucho, me sacaré el primer puesto y ese será mi regalo. Eres la más buena y la más linda, y yo me sueño todas las noches contigo.

¡Feliz cumpleaños otra vez!

Alfonso”.

Esa nota hace sentir a Lucrecia muy feliz, ya que se da cuenta de que su hijastro la quiere y la acepta. El niño progresivamente va seduciendo a su madrastra en un juego ambivalente de inocencia y perversidad, virtud y vicio, integridad y pecado. Fonchito es un niño que se describe como un ángel: “En el cuarto del niño -¡cierto, Foncho leía siempre hasta tardísimo!, había luz. Doña Lucrecia tocó con los nudillos y entró: “¡Alfonsito!”. En el cono amarillento que irradiaba la lamparilla del velador, de detrás de un libro de Alejandro Dumas, asomó, asustada, una carita de Niño Jesús. Los bucles dorados revueltos, la boca entreabierta por la sorpresa mostrando la doble hilera de blanquísimos dientes, los grandes ojos azules desorbitados tratando de rescatarla de la sombra del umbral”. Esa descripción angelical es parte del motivo satírico que actúa como el contrapunteo de las actitudes manipuladoras del niño hacia su madrastra. La narración no da cuenta de la edad de Fonchito, y eso es parte del encanto de la trama.

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Por su parte, Rigoberto tiene sus propias pasiones y rutinas para verse bien ante su esposa: “Era medianoche pasada y don Rigoberto estaba en el cuarto de baño entregado a sus abluciones de antes de dormir, que eran complicadas y lentas. (Después de la pintura erótica, la limpieza corporal era su pasatiempo favorito; la espiritual no lo desasosegaba tanto)”. Así, en un juego de ardores y represiones que dialogan con el arte: Tiziano, Bacon, Boucher, Jordaens… pues Rigoberto intercala las descripciones de los cuadros y las historias detrás de las pinturas con sus fantasías sexuales: “Después de todo, no me desagrada la idea de que, una vez que haya corrido el tiempo, tragándose todo lo que ahora existe y me rodea, para las generaciones del futuro solo perdure, sobre las aguas del naufragio de la historia de Lidia, redonda y solar, munificente como la primavera, la grupa de Lucrecia la reina, mi mujer”.

En resumen, Elogio de la madrastra es una novela corta que gira en torno a una familia burguesa y que se convertirá en la primera parte de los Cuadernos de don Rigoberto, publicada nueve años después. Yuxtapone el erotismo y la inocencia a partir de un elogio (valga la redundancia) a los efectos de sexo y a la búsqueda del placer. El final es inesperado y magistral.

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Por Mónica Acebedo

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