En Colombia, en los últimos años —según algunos datos de portales como “La Silla Vacía”— revistas y medios como “Shock”, “Arcadia”, “Metrónomo”, “Caras”, “Cromos”, “El Espacio”, los siete diarios regionales de “El Tiempo” y publicaciones locales como “La Vanguardia” de Valledupar, “La Libertad” en la costa y “El Mundo” de Medellín se han despedido de quienes, en sus páginas, encontraban una forma de entenderse, cuestionarse e informarse.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Ahora, con el cierre de la emisora HJCK, el periodismo —y en especial el cultural— se ve obligado a preguntarse cuál es hoy el lugar de un espacio donde todavía se discute la urgencia del mundo a través de la literatura, la filosofía, la música, el arte y la confrontación interior que cada una de estas vías permite.
“Cada vez que se acaba un medio, y más si es uno cultural, se acaba una fuente de pensamiento, de muchos pensamientos”. Fernando Araújo es periodista, escritor, columnista y ex-editor de “El Magazín Cultural”. Cree que lo que hace digna a la humanidad son el pensamiento y la creación. A quienes consideran que la cultura es un “invento de unos cuantos locos contemporáneos”, les recuerda que el Renacimiento fue posible gracias a dos hechos fundamentales. “El primero es que ‘unos monjes’ guardaron manuscritos o textos de los antiguos griegos —Aristóteles, Platón, Sócrates, entre otros— y también de algunos autores del Imperio Romano. Después de casi mil años de ostracismo, esos textos fueron rescatados y se empezó a crear un nuevo mundo. El segundo punto tiene que ver con que, en la Península Ibérica, los estados nación que existían decidieron unificar la educación". Y, con la última frase, Araújo se refiere a que unificar es enseñar historia, “algo que, hasta ese momento, no se hacía”. De allí surge su mayor abanderamiento: que la historia de la humanidad se ha construido sobre la historia de la cultura, de las artes y del pensamiento.
La desaparición de espacios para la construcción de la palabra, del arte y de la duda refuerza su convicción de que no hemos sabido resistir muchas de las modas actuales, como la de entregarnos a la inmediatez y al reinado de los clics. Y esa última, espera, sea también solo una tendencia pasajera: “Cada acción tiene su reacción. Y esa reacción vendrá. Por lo pronto, individualmente, no nos queda otra que seguir luchando. Seguir diciendo este tipo de cosas, seguir insistiendo, seguir pregonando para que no desaparezca eso que es, nada menos, el pensamiento”.
Para el artista y presentador Santiago Rivas, “la inmensa minoría” fue en su momento una buena estrategia de marketing, pero hubo un tiempo en que estuvo al alcance de toda la gente. En un momento como este, donde “se promueven discursos antiintelectuales desde todas las orillas políticas” y se necesitan más espacios que inviten a la reflexión y al respiro, —y aunque ahora la HJCK, como muchos otros medios, “simplemente forma parte de la historia”—, Rivas insiste y espera que en su nombre surjan nuevos espacios donde “podamos escuchar las voces de antes y las de ahora”. Que, en lugar de quedarse “en la nostalgia de las emisoras culturales que fueron y las músicas que ya ‘dizque nadie oye’”, se puedan abrir puertas a nuevas conversaciones, lejos de “las ecuaciones de números rojos y negros” y de gerentes que “de estas cosas poco entienden ni les interesa”.
“Creo que en las artes, como en la música, se puede aplicar el término ‘clásico’. Estamos atravesando una época frívola, pero no es la primera vez que ocurre en la historia. Después los valores del gran arte vuelven y se imponen”. Eso respondió Emilio Sanmiguel cuando le pregunté por lo que, a todas luces, parece ser la desaparición de los medios culturales. Para él, HJCK “murió” el día en que dejó de pertenecer al dial y vivió ese duelo mucho antes del 30 de julio de 2025, cuando anunciaron que sería el cierre definitivo. De hecho, confiesa que ni siquiera sabía que la emisora seguía activa en internet.
Afirma que, por cuenta de la música, terminó convirtiéndose en periodista. Condujo dos programas en la HJCK y actualmente dirige uno en la emisora cultural de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, la HJUT. Recuerda que, en ese entonces, junto a María Teresa del Castillo, informaban sobre los acontecimientos más relevantes de la música, tanto nacional como internacional. Un programa que generaba polémica. “En la cultura también existe la opinión, la divergencia, la polémica”, afirma, y asegura que guarda esa época como una de las más felices de su vida. Durante casi un cuarto de siglo, trabajó en la emisora, tiempo en el que tuvo el honor de colaborar con figuras como Álvaro Castaño; en sus palabras, un hombre abierto, culto y cálido, que respetaba la libertad de prensa.
Para Sanmiguel, la decisión de la HJCK de migrar a internet, pensada como una modernización, terminó siendo una sentencia de muerte. Por eso asegura que el fenómeno de la radio en vivo no podría ser reemplazado por las transmisiones digitales: “La radio cultural y la música clásica tienen un público fiel, lo que la gente llama un nicho, y el aficionado no está sometido a la lógica de la inmediatez, porque se interesa por un espacio que está relacionado con el pasado, y eso permanece”.
Como advierte el músico, compositor e investigador David Feferbaum, el cierre de la HJCK no es un hecho aislado, sino el último capítulo de una pérdida que viene en retrospectiva. Ya hace décadas que el país vio desvanecer espacios como el Boletín de la Radiodifusora Nacional de Colombia. Con él se fue también el radioteatro, las transmisiones en vivo de coros y cuartetos de cuerdas. Por un tiempo, la televisión recogió parte de esa misión. Pero no duró.
En los años 70, luego de su formación en el Reino Unido, Feferbaum fue cofundador del Conjunto Colombiano de Música Contemporánea y también impulsó la creación del Centro Colombiano de Documentación Musical, que dirigió desde 1976. Trabajó, además, con el Instituto Colombiano de Cultura para promover la música folclórica del país, produciendo colecciones discográficas, festivales y programas radiales.
Ahora, con el cierre de un espacio sonoro que albergaba a artistas, voces, grabaciones y pensamiento, “la pérdida de la misión cultural —dice Feferbaum— es una tragedia”.
Es por eso, quizá, que ahora mismo esa frase de André Malraux —“La cultura hace al hombre algo más que un accidente del universo”— nos empuja a pensar en los “ojalá”. Porque ojalá no fuera una costumbre despedirnos de los espacios que alojan el arte, ese que habla de nuestra época, nuestro pensamiento y nuestro país, más que de nosotros mismos. Porque, ojalá, siga siendo la cultura lo que nos salva del azar y nos arraiga en el tiempo.