Hobbes, Schmitt, y un repaso por el miedo como elemento de control en Colombia
Desde “El Leviatán” y “El concepto de lo político” se pueden encontrar algunas ideas sobre cómo la política hace del temor por el otro un elemento para controlar a la sociedad.
Andrés Osorio Guillott
Mucho se ha dicho sobre el temor y el rechazo a la diferencia en Colombia, sobre una sociedad que no tolera al que piensa, vive y se reconoce como diferente. Ese temor y rechazo, que bien puede tener su origen en la guerra que se ha librado desde hace varias décadas por motivos políticos y sociales, también se halla en lo que puede ser la naturaleza misma del ser humano.
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Mucho se ha dicho sobre el temor y el rechazo a la diferencia en Colombia, sobre una sociedad que no tolera al que piensa, vive y se reconoce como diferente. Ese temor y rechazo, que bien puede tener su origen en la guerra que se ha librado desde hace varias décadas por motivos políticos y sociales, también se halla en lo que puede ser la naturaleza misma del ser humano.
Thomas Hobbes, filósofo inglés, afirmó en El Leviatán que: “De la igualdad procede la desconfianza. De esta igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto a la consecución de nuestros fines. Esta es la causa de que si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelven enemigos, y en el camino que conduce al fin (que es, principalmente, su propia conservación, y a veces su delectación tan sólo) tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a otro. De aquí que un agresor no teme otra cosa que el poder singular de otro hombre”.
"El hombre es un lobo para el hombre", decía Hobbes. Y así resumía el estado de naturaleza del ser humano, de una especie que reconoce que el otro es una amenaza cuando tiene las mismas capacidades, cuando reconoce que la otredad, en medio de su diferencia, tiene las mismas posibilidades de destruir el objetivo o la existencia misma de sí mismo. Esa consciencia del poder y ese instinto de supervivencia y conservación que señala el inglés es lo que puede llevar a la eliminación, a la violencia como instrumento de control y de reducción de la desconfianza por el desconocido.
Ese mismo escenario en el que dos seres humanos se pueden volver enemigos por alcanzar un mismo fin es el que señala Carl Schmitt. La figura del enemigo, visto como un enemigo público, termina derivándose en un deseo de aniquilación que pasa también por una sed de control y poder. La visión del otro como una amenaza frente al propósito propio se convierte en un espacio de competencia donde el anhelo de triunfar termina legitimando los medios con los que se puede conseguir dicho objetivo.
Hobbes también escribió en El Leviatán que hay tres causas que promueven la discordia en el ser humano: la competencia, la desconfianza y la gloria: “La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda, para lograr seguridad; la tercera, para ganar reputación. La primera hace uso de la violencia para convertirse en dueña de las personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres; la segunda, para defenderlos; la tercera, recurre a la fuerza por motivos insignificantes, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, como cualquier otro signo de subestimación, ya sea directamente en sus personas o de modo indirecto en su descendencia, en sus amigos, en su nación, en su profesión o en su apellido”.
En Colombia el miedo se convirtió en algo más que un vehículo de manipulación. El miedo pasó a ser un elemento estructural de la política y del manejo de masas. La guerra, que es el medio indispensable para el terror, reforzó esta herramienta con el paso de los años. La violencia bipartidista, que logró asentar la violencia política con una visión binaria del poder estatal, configuró en el país esa dualidad de amigo-enemigo que cuenta Schmitt y que con Hobbes logramos visibilizar para entender el orden y las estrategias que han anclado a varias familias en las altas esferas de la nación.
De pasar a ver la política como rojos o azules, pasamos a ver esa lógica binaria en líderes o en grupos. El que se muestra de izquierda es guerrillero; el que se muestra de derecha es paramilitar. De un lado están los que ubican a todos los de izquierda con Gustavo Petro; del otro están los que ubican a quienes son de derecha con las ideas de Álvaro Uribe Vélez. Un país polarizado es un país que ha carecido de lo que más pregona: democracia. Que solo existan dos visiones sobre la política y el poder, que se niegue, señale y juzgue lo que no pertenece a estas corrientes va en contravía de los principios democráticos que velan por una pluralidad y por una posibilidad de darle voz y autoridad a quienes no están en los dos extremos del pensamiento.