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Hace 102 años nacía un niño que nunca llegó a crecer. A los tres años, cuando su hermana y padre murieron, se refugió bajo su madre. Cuando lo azotaron en el colegio, prefirió escapar antes que enfrentar sus heridas de frente. Cuando era hora de empezar a trabajar, prefirió viajar en busca de un sinsentido. Roald Dahl estaba destinado a ser un niño eterno.
La Segunda Guerra Mundial intentó desviarlo del camino. Roald Dahl sirvió en la Fuerza Aérea Británica, período en el cual escribió sobre su vida destrozada entre sangre y plomo. Luego de sufrir un accidente de vuelo en Europa, trabajó como agregado militar en Estados Unidos y, allá, intentó mejorar la reputación de Gran Bretaña ante el mundo. Entre su trabajo de oficina y sus vivencias de guerra publicadas en la prensa, podríamos considerar que esta fue la primera vez que Roald Dahl intentó alterar la realidad británica en fantasía.
Tal vez tanta oscuridad durante la guerra fue lo que lo llevó a escribir historias retorcidas, inspiradas en el trabajo de Edgar Allan Poe. Sus historias cortas eran salvajes, sofisticadas y sardónicas. Obras como “Someone Like You”, “Kiss, Kiss” y “Switch Bitch” tenían un desagradable aguijón en la cola que muchas veces dejaba perplejos a los críticos; sin embargo, también inspiraban cierta atracción mórbida. Por ejemplo, uno de sus cuentos más famosos, “Hombre del Sur”, fue filmado como un episodio de Alfred Hitchcock Presenta, y fue además adaptada en el segmento de Quentin Tarantino de la película de 1995, “Four Rooms”. Asimismo, su colección “Relatos de lo inesperado” fue adaptada como serie de televisión.
¿Por qué tanta fascinación? "El humano no es un animal muy agradable", decía Roald Dahl, y sus ávidos lectores lo entendían al ver sus demonios internos reflejados de alguna u otra forma. “Éstos realmente con cuentos morales”, advertía uno de sus críticos, y sus ávidos lectores lo entendían al ver alguna retorcida luz de redención en sus cuentos.
Luego fue que recordó que aún era un niño. Estando ya casado y con cuatro hijos, empezó a contarles historias antes de dormir. Cada noche, sus hijos disfrutaban más y más de sus historias, hasta que llegó el punto en que sus historias infantiles llegaron a ser mejores que su oscura ficción adulta.
Pero no crean que fue un punto de quiebre. Fue, más bien, un punto de giro y continuación. La Segunda Guerra Mundial y el período oscuro de Roald Dahl fueron, después de todo, necesarios para que volviera a la niñez.
“Charlie y la Fábrica de Chocolates”, “Matilda”, “James y el Durazno Gigante”, “William y Mary”; todas estas obras comparten elementos fantásticos y moralizantes, pero también esquinas sombrías y una ironía capaces de atraer lectores de todas las edades. Incluso, en estas novelas se pueden observar ciertos vacíos emocionales de los que sufrió Roald Dahl, demostrando que "el humano no es un animal muy agradable".
En obras como “William y Mary” o “James y el Durazno Gigante”, los protagonistas se ven dominados por figuras maternas o femeninas, tales como las malvadas tías de James. Así, Dahl imprime los sentimientos conflictuados que tenía hacia su madre y su esposa, mujeres que amaba, pero de las que se sentía dominado. En otras obras como “El Dedo Mágico”, los antagonistas son transformados en bestias o tienen otros finales igualmente grotescos pues, en el fondo, no somos más que animales. Willy Wonka, personaje de “Charlie y la Fábrica de Chocolates”, es el hijo de un dentista intolerante; lo acusa de la falta de afecto paternal sufrida en su infancia y se deprime recordándolo. En cada una de sus obras se respira cierta crítica a la sociedad. Por ejemplo, los niños que entran con Charlie a la fábrica de chocolates son consumidos por distintos vicios como la glotonería, la agresividad y el egoísmo, defectos que surgen como consecuencia de la crianza de sus padres.
Por lo anterior, no es raro que, para el final de la vida de Roald Dahl, uno de cada tres niños ingleses comprara o recibiera un libro de su autoría cada año. No sólo eran historias infantiles, también eran historias impregnadas de un humor negro propio de su ficción para adultos, también eran historias moralizantes, también eran historias con cierto toque de oscuridad. Eran una amalgama de los sentimientos de un hombre tan feliz como tribulado por la guerra y su propia naturaleza. Jeremy Treglown, uno de sus biógrafos, afirmó que era un famoso héroe y un hombre dedicado a su familia que tuvo que enfrentar una espantosa sucesión de tragedias. Pero también era un fanático, un antisemita, un matón y un alborotador. Otros decían que era un mentiroso compulsivo, un padre manipulador, un marido mujeriego y un hombre de fuertes prejuicios cada vez más en desacuerdo con una era de corrección política. Consciente de su animal interior, fue capaz de reflejar esta bestia en sus historias infantiles, haciendo de estas obras algo complejo en lo que la luz y oscuridad del ser humano se mostrara sin tapujos. Roadl Dahl escribió literatura infantil, Roald Dahl escribió literatura oscura, Roald Dahl escribió fantasía hecha realidad humana. Hace 102 años nacía un niño que nunca llegó a crecer e, irónicamente, hizo madurar a sus lectores con extraordinarias historias.