Publicidad

Homenaje a Sergio González, a treinta años de su muerte

Presentamos unos textos que conmemoran el trabajo artístico de Sergio González.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Autores varios
27 de julio de 2020 - 09:16 p. m.
Sergio González, artista colombiano, es reconocido por sus collages y dibujos.
Sergio González, artista colombiano, es reconocido por sus collages y dibujos.
Foto: Archivo Particular
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Presencia de Sergio González

En medio de una nube de bruma púrpura, en plena floración, Sergio González ha emprendido, dolorosa y definitivamente, el arduo camino del crepúsculo en busca de “los amigos ausentes” (sugestivo título de uno de sus mejores trabajos). Con la sorpresa propia tanto de su vida como de su imaginación nos envía su último adiós y, en medio del estupor y el hundimiento provocados por esta sorpresa, resulta inevitable retomar y repensar la insolente presencia de su talento, fuego y sombra resultante de fuerzas enraizadas en la experiencia de la visión.

Le sugerimos leer Una prodigiosa imagen vegetal

Trunca, en forma por demás prematura, su obra carece de un referente similar en nuestro medio. Constituye una excepción comparable a una isla que se erige luminosa como un faro en la oscura tempestad de nuestros días, recordándonos que el auténtico vivir late en las fisuras del sendero que pretenden evitar nuestros pasos. Y como excepción que es, alimentando con fantasías el tedioso velo de la realidad inmediata, despierta dudas, odios, envidias, cuando no desprecio o, peor aún, sospechas, en un ambiente tan hostil a toda singularidad como lo es el de nuestras galerías y academias de artes plásticas, habituadas a conservar con un criterio rara vez crítico, casi siempre decorativo, o a innovar por innovar sin más pretensiones que las de satisfacer las demandas de un mercado o estar “in” para espantar a unos cuantos ingenuos.

Exaltación que González sintetiza de la mejor manera en la intensidad de sus collages; concebidos desde una perspectiva análoga a los de Max Ernst quien hacía brotar chispas con elementos tomados de catálogos comerciales o de libros pasados de moda, y acerca de los cuales pudo escribir André Breton: “Todo se ensambla sin deteriorarse; qué digo, se despojaba de cualquier signo de desgaste. Destellos de luz de abrían en las materias más opacas, como se muestra irracionalmente el corazón de las imágenes de piedad o de amor” (El surrealismo y la pintura).

Desde otra perspectiva, y manejando hasta dónde es posible el azar, los collages de González reúnen materiales extraídos de los grandes momentos de la pintura renacentista (Rafael, Rubens, Caravaggio, Piero della Francesca) y contemporánea (Duchamp, Magritte, Warhol, el mismo Max Ernst) para abrir puertas a nuestra percepción al trasladarlos a otros ámbitos, aquellos espacios donde la visión revista la piel del erotismo y eterniza la alegría ante la muerte. Esta obsesión por los espacios y el insaciable afán de poblarlos de formas, nacen en González, al igual que en todo verdadero artista, de ese vértigo que nos invade al sorprendernos ante el vacío y, más aún, al arrojarnos en su espiral devastadora para intentar lo imposible: tornar nuevamente. No en vano pudo decirnos, en una entrevista realizada en 1982, que su encuentro con el collage obedecía al azar y no a un acto premeditado: “Una tarde en la Academia trabajando en una pintura que representa una manzana sobre un pretil se me ocurrió colocarle una imagen del duque de Urbino, Federico de Montefeltro, pintado antes de mí por Piero della Francesca. Exactamente en ese momento tuve una captación altamente poética (…) Viví un juego por los desfases de tiempo y espacio. Sentí que había atrapado como agua entre los dedos”.

Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: Teatropedia: unión de universos, sentires e intuiciones en torno al arte

Sin caer en lirismos y, menos aún, en esteticismos, esta obra indaga, a través de los laberintos del color y de las formas, por la herida que abre al mundo el vuelo del corazón y la disolución del ser en el infinito del cosmos interior, y hace de este proceso la materia misma de su trabajo, sumiendo al pintor en las tareas del “horrible trabajador” al que alude el poeta Rimbaud.

En este punto, sin más recursos que “la mente, tijeras, papeles finos y colores acrílicos, a veces óleos”, inmerso en el secreto magnetismo de la música, entre los vapores del sueño, emprende Sergio González la dispersión del viaje que lo sume para siempre en el misterio, gesto último que presencializa su ausencia.

Medellín, Julio 17 de 1991

Carlos Bedoya (1953-)

***

Sergio González: entre la libélula y el ángel

Entre todas las técnicas pictóricas contemporáneas ninguna quizás como el collage consigue de manera flagrante situarse en esa tierra de nadie que señala los límites de la modernidad y la postmodernidad, al lograr que la asimetría y diversidad del “recorte” lleve de manera inequívoca, a la unidad del tema u objeto visual. Así por lo menos, lo entendía Sergio González (1955-1990) al sortear “los escupitajos formales en los que acostumbran ahogarse los señores de las bellas artes” (René Crevel) en los muelles de bruma del arte colombiano, para representar “el modelo puramente interior”, al “hombre interior” tal como lo dictaminara en su momento el creador del surrealismo en un hermoso texto sobre la pintura del chileno Roberto Matta.

Le sugerimos leer Cuatro horas junto a un poeta

Porque si Matta se ha “lanzado al ágata” como dice Breton... O Arshile Gorky persigue “el deseo de la mariposa y la abeja”; Sergio González por su parte se aventura entre la libélula y el ángel… Es decir que, superando dimensiones intrínsecas a la pintura figurativa, nos lleva al punto de “interferencia constante entre los visual y lo visionario” (André Breton) cuyas texturas y pinceladas conforman por otra parte un sincretismo muy latinoamericano, que alterna y conjunta motivos de las más diversas épocas y culturas.

Resulta sin embargo, evidente el regusto de González por el arte renacentista, al que compagina los mitos y símbolos del postmodernismo: Marcel Duchamp o los Beatles, las artes gráficas o las sopas enlatadas. Ignoro si Sergio González, en algún momento privilegiado de su trayectoria, alcanza a entrever “el secreto” del arte renacentista, que a mitad de la primera, monstruosa irrupción del individualismo moderno, supo no obstante, guardar inalterado el legado supremo de la tradición esotérica o hermética occidental; ciertas ideas fijas o imágenes obsesivas así lo hacen pensar, de lo contrario no es fácil explicar la aparición reiterada de ese parquet a cuadros donde se enfrentan y concilian las dualidades, o la presencia heráldica del caballero del amor sagrado alanceando al dragón del deseo profano, o aquellas figuras aladas significativas, cuya evocación –igual que en el contexto religioso judeocristiano o en el islámico- señala la presencia de estados de conciencia expansivos y trascendentales.

Desafortunadamente, la barbarie político-social a la que todavía al momento presente estamos abocados los colombiano, interpuso su designio oscurantista entre el pintor y su arte… del que nos quedan apenas las piezas sueltas de los sueños, torsos inacabados o imágenes aisladas que bien podrían responder a las etapas de un enigmático “proceso de individuación” para calificarlo -extrapictóricamente- en términos de la sicología jungiana.

Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos leer Fusiones de sistemas análogos y digitales para preservar el álbum familiar

Un viento huracanado (así lo suponemos) al que el pintor quiso arrostrar a la intemperie – irreductible a los fueros arbitrarios del autoritarismo y la fuerza bruta- ha borrado para nosotros prematuramente su figura terrena como espuma sobre la superficie del mar, pero nos reconforta, en resumen, aquello de que “el fin corona la obra”… porque tal vez a ningún otro pintor colombiano contemporáneo como González, conviene mejor el temple riguroso y elevado de este viejo adagio latino.

Medellín, Julio 30 de 1991

Raúl Henao (1944-)

***

Piero Della Francesca (1415-1492)

De sus “Diarios”

1984. Una tarde se me ocurrió colocar sobre una pintura que había hecho, que representaba una manzana sobre un pretil, una bella imagen del Condotiero Federico de Montefeltro por Piero della Francesca. Exactamente en ese momento tuve una captación altamente poética, que me agradó mucho a nivel visual y de pensamiento. Viví un juego mágico, por los desfases de tiempo y espacio.

Le sugerimos leer El arte de los refugiados en medio de la pandemia

Y sentí que había atrapado el agua entre los dedos; tanto que aquello me lleno y yo pude expresar toda mi fantasía con toda la pintura del Renacimiento, que me impresionó muchísimo desde mi adolescencia. Me sentí como un mago que hubiese fusionado los espíritus de tiempos pretéritos con mi mundo contemporáneo, pues nunca he sido aferrado al concepto de arte moderno.

Sergio González (1955-1990)

***

SERGIO LUIS GONZÁLEZ HERNÁNDEZ.

14 de agosto de 1955, Zaragoza(Ant.) - 26 de julio de 1990, Medellín.

ESTUDIOS REALIZADOS:

Dibujo. Instituto de Bellas Artes, Medellín, 1978.

Maestro en Artes Plásticas, Universidad Nacional, sede Medellín, 1989.

EXPOSICIONES INDIVIDUALES:

1982. Collages. Biblioteca Central, Universidad de Medellín.

Collages. Biblioteca Central, Universidad de Antioquia.

1986. Collages. Sala de Exposiciones de la Beneficencia de Antioquia.

EXPOSICIONES COLECTIVAS:

1976. Salón Regional de Arte Visuales. Biblioteca Pública Piloto, Medellín.

1978. Salón Regional de Artes Visuales. Biblioteca Pública Piloto, Medellín.

1981. 1er. Salón Arturo y Rebeca Rabinovich. Museo de Arte Moderno, Medellín.

1982. Medellín en el Museo de Arte Moderno. Museo de Arte Moderno, Medellín.

1983. IIIer. Salón Viven y Trabajan en Medellín. Suramericana de Seguros, Medellín.

1986. VI. Salón Viven y Trabajan en Medellín. Suramericana de Seguros, Medellín.

1987. XVIII Salón de Arte Joven. Museo de Antioquia, Medellín.

1989. PREMIOS. UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA, Medellín. Centro Colombo Americano.

PREMIOS OBTENIDOS:

1987. Comercial Irotama. XVIII Salón de Arte Joven. Museo de Antioquia.

Por Autores varios

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.