Cuando nos referimos a las películas nominadas a los Oscar 2020, tal vez en nuestro entorno hablemos del Joker, Jojo Rabbit, 1917, Érase una vez en Hollywood, El irlandés y últimamente de Parásitos del genio surcoreano Bong Joon-ho, que en mi humilde punto de vista es el gran merecedor de todos los premios a los que están nominados, excepto uno.
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¿Y por qué uno? Una de las nominaciones habituales de la academia del cine estadounidense es la sección a mejor film extranjero, recordemos que Colombia estuvo concursando por esta estatuilla en el 2016 con la película El abrazo de la serpiente. Sin embargo, este 2020 trae un film que por primera vez en la historia desde la creación de esta sección un film documental esta concursando por llevarse este premio y rompiendo la dicotomía entre ficción-documental.
Este largometraje retrata la poesía cinematográfica y el surrealismo mágico fotográfico a cargo de Samir Ljuma & Fejmi Daut. el equilibrio delicado entre el género humano y la naturaleza y la resiliencia de la protagonista de esta historia y el trabajo etnográfico que por cuatro años llevaron a cabo los directores Ljubomir Stefanov y Tamara Kotevka elaboran, un film que en sí ya es un mundo dulce visto de la emoción del cinéfilo, les hablo de Honeyland.
Un film que proviene desde las estepas remotas y montañosas de los Balcanes, en todo el sureste de Europa. Limitando al norte con Serbia y Kosovo, al este con Bulgaria, al oeste con Albania y al sur con Grecia. ¡Así es! Estoy hablando de Macedonia del Norte.
Honeyland es la historia de Hatidze Muratova y su madre enferma, de la que ella cuida todos los días, viven en un pueblo distante del mundo moderno, un lugar que aún re resiste al cambio si lo comparamos con el resto de Europa. Allí no hay carreteras, ni electricidad, ni agua corriente (muy similar a Colombia). En este film retomamos el diálogo con una situación que actualmente aqueja a la humanidad y su drástica transformación: el medio ambiente.
Es de día, un plano general de la estepa rural de Macedonia del Norte, escuchamos el sonido de una persona caminando en medio de un pastizal, el viento chocar en aquel cuerpo y el ruido de los insectos, nos muestra a una mujer cargando unos canastos de mimbre, en ellos transporta un enjambre de abejas.
Hatidze recorre con las abejas un largo camino hacia la montaña allí ellas serán depositadas y comienza su ritual de apicultura hablándoles. Una conversación entre ella y las abejas en medio de la nada con el fin de que puedan producir ese manjar y elíxir mágico de la vida: la miel. Este procedimiento lo realiza sin ninguna protección ni ayuda, es capaz de amansarlas para poder extraer su miel y así caminar horas y tomar varios transportes para poder venderla en la ciudad más próxima a su pueblo.
El siguiente detonante de la película es la llegada de una familia nómada abordos de una vieja furgoneta un tanto destartalada tirada por un 4x4 aún más vieja y dentro de ella siete niños con una curiosidad inquieta por la vida rural (un delirio rousseauniano con su retorno a la naturaleza) y un rebaño de ganado que parece molestar la tranquilidad de las abejas.
En un primer momento, los recibe con los brazos abiertos, ofreciendo su afecto, su brandy y sus consejos de apicultura. Pero no pasa mucho tiempo antes de que Hussein, el patriarca de la familia nómada, visualice la oportunidad para poner en práctica sus intereses comerciales con la miel, con el propósito de poder alimentar a sus hijos.
A pesar de que la llegada de la familia proporciona compañía y alivio a la soledad de Hatidze, también provoca un descalabro en el orden natural de la zona y una amenaza a sus medios de supervivencia. En últimas Honeyland es una literatura fílmica al mejor estilo de Gabriel García Márquez y El otoño del patriarca. El metraje nos muestra el frágil equilibrio que actualmente tiene la humanidad con la naturaleza, la desaparición y la romantización de una forma de vida que podemos recuperar para salvar el planeta. Todo ello a través de la mirada de Hatidze, una mujer que transmite en todo el film humildad, una fuerza esperanzadora, una lucha extraordinaria de la mujer rural, un punto de vista desde el habitar el campo y la importancia de las abejas en el ciclo de la vida.
Este documental es sin lugar un film trasgresor en un planeta que olvida rápido y no tiene memoria de que acá estamos de paso, esta tierra dulce y salada es una casa prestada, que olvidamos cuidar y tendemos a pisotear.
Tal vez Honeyland no se llevé el Oscar a mejor film extranjero, pero sin lugar a dudas del mejor documental se lo llevará, y así concluye el mejor gol fílmico de la historia a la academia del cine estadounidense.
Por Jorge David Pérez
