De frente y con una mirada penetrante, cientos de rostros humanos interpelan al espectador que ingresa a la cuenta de Instagram IAbuelas. Cuadrado tras cuadrado las caras de hombres y mujeres con rasgos únicos y sobre un fondo negro observan, como pidiendo una respuesta, a quien los ve. Pero estos retratos, que al momento de escribir este artículo suman 229, no son fotografías o pinturas de personajes ilustres, son un producto de imaginación, de la mezcla, a través de inteligencia artificial (IA), de los rostros de unos padres desaparecidos y la especulación de cómo se verían hoy sus hijos apropiados por la dictadura de Jorge Rafael Videla en Argentina.
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Santiago Barros es la persona detrás de este proyecto. No se considera propiamente un artista, pero su trabajo en el sector audiovisual y de diseño gráfico fue el escenario perfecto para que explorara los alcances de la inteligencia artificial. Sin premeditación ni alevosía se lanzó a experimentar con la IA Midjourney, “cuando descubrí que podía mezclar dos fotos y generar una foto nueva, sobre todo que podía mezclar dos caras, y con eso generar una cara nueva, automáticamente lo llevé para ahí. Es decir, no sé, fue como una decisión casi no pensada, fue automático”.
Ese fue uno de los tres motores que llevaron a Barros a dar inicio a este proyecto. Adicionalmente, su militancia política y por los derechos humanos, sumado a que “dentro de mi familia tenemos a un familiar desaparecido. La cuestión de crecer con esa duda, de crecer sin terminar de entender muy bien qué significa eso, que cuando eres chico la verdad es que no tiene una explicación muy clara ni muy lógica. Supongo que todo eso terminó confluyendo en esta idea”.
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Cada imagen, cada rostro viene unido a un texto en el que se muestran los datos de la persona retratada, los nombres de sus padres y un estimado del período en el que pudo haber nacido. Santiago Barros se esfuerza por enfatizar que esto no reemplaza bajo ninguna circunstancia la prueba de ADN, el único método reconocido por la Organización Abuelas de la Plaza de Mayo para identificar y recuperar a sus familiares desaparecidos. Con IAbuelas su intención era ayudar a la difusión de la labor que realiza la organización. “Yo la verdad, que si sentía que lAbuelas esto lo perjudicaba de alguna manera, no iba a seguir con la idea, porque me parecía que si perjudicaba su reputación no servía, para mí era importante que esto sirviera para la difusión del trabajo de lAbuelas y como un ejercicio de memoria colectiva, pero si no servía y perjudicaba no iba a avanzar”.
Para descubrir que con Midjourney podía llegar a estos resultados, inició con otro tipo de experimentación para un pedido de su trabajo. “Empecé bajando fotos de Google y combinándolas, hasta que entendí más o menos cómo funcionaba la lógica, y cuando descubrí que funcionaba me fui a la página de lAbuelas a buscar las imágenes. Una vez que confirmé que estaban todas las imágenes subidas en la web, empecé a hacer caso por caso. Sí o sí necesito como insumo que estén las dos fotos, la de padre y madre, por eso hay algunos casos que no puedo hacer, a veces solo está la foto de uno de ellos”.
Más allá de tener los insumos, hubo una curva de aprendizaje en este proyecto, pues en un principio los resultados que Barros obtenía no tenían el componente de realidad que esperaba y debía entrar a hacer modificaciones para “que no me devuelva perfiles tan hegemónicos, porque la tendencia de la aplicación es a generar personas más bellas, hegemónicamente hablando, de lo que son en realidad”. Parte de las características que Barros identifica como hegemónicas era la tendencia a adelgazar a la persona en los resultados que entregaba la IA o aclarar su tono de piel. La curva de aprendizaje no solo la tuvo Barros, sino también la herramienta que usa. Ahora, comenta, solo le genera imágenes en la que el sujeto está mirando hacia delante, en el pasado entregaba cuatro imágenes, algunas de perfil.
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Aunque Barros genera la instrucción que Midjourney sigue para generar la imagen, muchas de las decisiones estéticas son tomadas por la herramienta. Sin embargo, algo que resalta es la decisión personal de Barros de publicar únicamente aquellas imágenes que imaginan a la persona mirando hacia la cámara ficticia. Esta elección tiene que ver con la intención de “generar esta interpelación, esto de que bueno, si te está mirando a los ojos, te está pidiendo algo, te está pidiendo que te involucres, te está pidiendo que te intereses, te está llamando la atención de algún modo. Esa fue la primera decisión que tomé, que todas las imágenes iban a ser personas mirándote a los ojos, mirando a cámara”. Esa mirada que interpela para el creador de estas imágenes carga con una profundidad escalofriante y es “una mirada creíble”.
Otras de las decisiones que tuvo que tomar fue sobre la expresión facial que mostraban los rostros imaginados y la corrección a la IA cuando no mostraba en los resultados ciertos rasgos diversos que se repetían dentro del grupo de padres desaparecidos. Para Barros estos dos elementos funcionan como una especie de curaduría, pues es importante “intentar que el perfil sea diverso, que represente un poco la diversidad que había en esos padres, tratando de respetar también los rasgos de esos padres, si eran descendientes de europeos, dejar que el resultado sea alguien que podría descender de europeos también, si eran descendientes de pueblos originarios, dejar que el resultado sea ese, no modificarlo, o modificarlo para que se vea más claro que es un descendiente de pueblos originarios de la Argentina”. Adicional a esto, se esfuerza por qué las publicaciones que hace “no generen un golpe bajo”. “Me parece que las imágenes te tienen que interpelar, pero no tienen que ser un golpe bajo, por eso me parecía que poner una imagen de una persona que estaba llorando no tenía ningún sentido, era entrar en algo muy morboso que para mí no agregaba nada a la idea y que en algún punto era casi como hasta macabro. Me parecía que la clave de esto tenía que ver con el realismo y con imaginarnos a personas que nos podemos cruzar en la calle o que pueden ser nuestros compañeros de trabajo, amigos, etc., y no tanto llevarlo a un lugar más oscuro, me parece que no tenía mucho sentido, porque esas personas se supone que la mayoría se están vivas”.
Compartir los resultados en una red social como Instagram implica que desde cualquier dispositivo las imágenes se van a ver una tras otra en un mar de rostros donde sus ojos y expresiones te miran directamente, y Barros consideró que esto “iba a generar mucho impacto, iba a generar algo muy fuerte. El hecho de que fuera una red social me parece que tenía que ver con esto, con la difusión, que, por un lado, genere repercusión, y por otro sea una manera de llegarle a la generación siguiente. Nací durante la dictadura, pero crecí durante la democracia, y para mí es algo absolutamente contemporáneo, pero entiendo que para los chicos, la generación de 18 a 25 años, ya hay una distancia con el tema”.
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Este ejercicio de memoria colectiva y de imaginación, como se refiere Barros a su proyecto, va más allá de la mirada profunda de los rostros publicados y de llegar a un nuevo rango de edades. Al preguntar a Barros por el caso que ha trabajado que más lo ha marcado, contestó que le es imposible elegir, pues “todos los casos tienen el mismo caudal de impacto, el mismo caudal emocional. Son todas personas muy jóvenes, los desaparecidos tenían un promedio de entre 18 y 25 años, había más grandes, pero el promedio es de gente muy joven, que hoy por hoy está más cerca de la edad de mi hijo mayor que de la mía. Es inevitable pensar en eso, en cómo por ahí una persona que tenía una militancia política es desaparecida por sus ideas, es muy difícil no sentir algún tipo de empatía con eso. Por otro lado, el hecho de pensar que estas eran personas que estaban en pareja una con la otra, que las dos fueron desaparecidas, que las dos fueron llevadas a centros clandestinos de detención, que las dos probablemente hayan sido torturadas, que hayan muerto de manera espantosa, que encima de todo a las mujeres las hayan dejado seguir con su embarazo hasta que parieron, y cuando parieron les robaron al hijo y después las mataron, es bien difícil. Cuando vos entrás en la lógica de cada caso, dejás de pensar en esas personas como dos fotos y lo pensás como personas reales que tenían una vida, que tenían sueños, es imposible que no te impacte”.