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Idea Vilariño: tan arduo el mar como la poesía

Se cumplen cien años del nacimiento de la poeta uruguaya. Sus diarios de juventud son el prólogo de la poesía y su legado en la literatura latinoamericana.

Andrés Osorio Guillott
19 de agosto de 2020 - 01:53 a. m.
Idea Vilariño, representante de la Generación del 45 en Uruguay.
Idea Vilariño, representante de la Generación del 45 en Uruguay.
Foto: Archivo particular

“Yo quisiera volcarme totalmente a este cuaderno. Pero no puedo. Las tareas domésticas, la lectura y las largas horas que paso con ellos, sobre todo con él, me roban todo el tiempo. Además, a veces me pregunto por qué escribo esto. ¿Será también por grabar belleza? Puede ser. Yo quiero, yo veo armonía, belleza en todo: en las paredes rotas, en las manos ajadas, en la llama del gas, en los arcos del techo, en los petálos caídos. Las cosas más feas tienen para mí una sombra hermosa. Y lo mismo los hechos, los días y las gentes”, escribió en sus Diarios de juventud Idea Vilariño.

La curiosidad por la estética de las cosas y de las personas. La sensibilidad de preguntarse por qué el mundo que vemos y palpamos es cómo es. Sentir que todo nos permea, que nada es tan gratuito como parece y que las causalidades no son meras casualidades. De pregunta en pregunta y de centrar la mirada en algo que por cotidiano no es insulso. De instantes así se va nutriendo la poesía. Y ya ella, tan sabia como el tiempo mismo, sabe en qué momento gobierna las pasiones del ser humano para hacerlas versos, para que el papel sea el paredón y el receptor de los arrepentimientos, los dolores o las añoranzas.

Llamarse Idea y que sus hermanos se llamen Numen, Poema, Azul y Alma. Un interés tácito de su padre, Leandro Vilariño, que también fue poeta y anarquista, por hacer de sus hijos una extensión de los versos que lo hicieron sucumbir a los elementos más intrínsecos de la condición humana. Heredar el gusto por la escritura y la lectura, apropiarse de la literatura europea de la que era experta su madre y seguir la declamación de varias obras admiradas por su padre. Seguir los pasos de ambos y declararse rebelde en un mundo que no fue cómodo para ella, declararse valiente ante la falta de aire que produce el asma, ante esa sensación desesperante y agobiante de sentir que la vida se irá en cualquier respiro, que la finitud se pronunciará olvidando los miedos de nosotros por irnos sin dejar nuestras obras hechas.

Eso: ”Mi cansancio / mi angustia / mi alegría / mi pavor / mi humildad / mis noches todas / mi nostalgia del año / mil novecientos treinta / mi sentido común / mi rebeldía. / Mi desdén / mi crueldad y mi congoja / mi abandono / mi llanto / mi agonía / mi herencia irrenunciable y dolorosa / mi sufrimiento / en fin / mi pobre vida”.

Crecer y luchar por alcanzar las nubes de la esperanza mientras la red de la resignación ahoga y aflige. Ser maestra y entregar el conocimiento como el mejor de los regalos y no considerarse la dueña de la verdad. Hacer de la educación un espacio noble para el ser humano, no para hacerlos a todos homogéneos, sino para sugerirles que en ella están las razones ocultas de nuevos paradigmas. Conocer el amor en voz y letra de Juan Carlos Onetti. Hacer de su amor, también de su odio, una muestra de qué tan humanos somos en cuanto a sentimientos. Expresarse en verso o en prosa puede ser irrelevante, lo que queda es lo escrito, lo que perdura es el manifiesto de sus subjetividades y de sus padecimientos. Hablar de Los adioses de él y del “No me abrazarás nunca / como esa noche / nunca” de ella. Ver en la revolución cubana la utopía imposible, la realización de una nueva tierra. Ser la voz femenina de una nueva caja de los académicos, de esa casilla llamada la Generación del 45, ser amiga de Mario Benedetti, distanciarse de los estilos, pero tal vez coincidir en los fines supremos que puede tener la poesía. Declararle a él que “Escribir poesía es el acto más privado de mi vida, realizado siempre en el colmo de la soledad y el ensimismamiento, realizado para nadie, para nada. A menudo, a la mañana siguiente me olvidé y pueden pasar meses antes de que encuentre esas líneas, el poema, escrito de una vez, aunque a veces escrito ocho o diez veces seguidas”.

Reconocer su cuerpo vulnerable. Verse débil en su exterior e irse diluyendo en el interior. Agarrarse de la poesía y encomendarse a ella como diosa que ahonda en la melancolía sin condenarnos a ella. Leer a Idea Vilariño para entender que son pocas las líneas, tal vez nunca suficientes, para entender y honrar sus luchas interiores, las que fueron silenciosas, y que por silenciosas son siempre más valientes, porque los gritos tienen mucho de ira y los silencios tienen mucho de coraje. Sentir su corazón latiendo más rápido por el temor a perder, por asumir derrotas e instantes que se hicieron alfileres en su telar y en su paz.

Llegar a su obra que fue toda póstuma. Deambular en el poema que encaja en nosotros. Pedirle a ella y a todos los poetas que cargaron con sus dolores, con sus injusticias, con sus persecuciones y sus delirios que sean lo que buscamos para repetir ese círculo donde todos nos perdemos. Reconocernos en ese fatal y noble existencialismo. Volver a Vilariño y susurrar que Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto: “Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto, / sino darse y tomar perdida, ingenuamente, / tal vez pude elegir, o necesariamente, / tenía que pedir sentido a toda cosa. / Tal vez no fue vivir este estar silenciosa / y despiadadamente al borde de la angustia / y este terco sentir debajo de su música / un silencio de muerte, de abismo a cada cosa. / Tal vez debí quedarme en los amores quietos / que podrían llenar mi vida con un nombre / en vez de buscar al evadido del hombre, / despojado, sin alma, ser puro, esqueleto. / Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto. / Sino amarse y amar, perdida, ingenuamente. / Tal vez pude subir como una flor ardiente / o tener un profundo destino de semilla / en vez de esta terrible lucidez amarilla / y de este estar de estatua con los ojos vacíos. / Tal vez pude doblar este destino mío / en música inefable. O necesariamente...”

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