Ígor Stravinsky y el vano intento por huir de sí (Como de cuento)

Tendría nueve o diez años. El mundo se reducía para él en música. Todo era música. Sus pasos, sus silencios, sus pensamientos, sus fantasías. Lo que veía, lo que escuchaba, lo que tocaba, podían ser parte de una sinfonía.

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Fernando Araújo Vélez
24 de marzo de 2020 - 12:10 a. m.
Ígor Stravinsky y un perfecto retrato de su vida, con una batuta, la música de fondo y el ceño fruncido. / Cortesía
Ígor Stravinsky y un perfecto retrato de su vida, con una batuta, la música de fondo y el ceño fruncido. / Cortesía

Si le preguntaba algo a su padre, un famoso cantante de época de finales del Siglo XIX en Rusia, era sobre música. O a su madre. Y si se encerraba en su habitación era para escribir música. O para dejar que los sonidos que lo llenaban siguieran llenándolo, desbordándolo. Un día de aquellos supo que uno de sus compañeros de escuela era hijo del compositor Rimsky-Korsakov, ya por aquel entonces un renombrado músico cuyas obras trascendían Rusia. Le pidió que lo invitara a su casa. Cuando lo logró, se le acercó a Korsakov y le preguntó cómo...

Por Fernando Araújo Vélez

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