
Ígor Stravinsky y un perfecto retrato de su vida, con una batuta, la música de fondo y el ceño fruncido. / Cortesía
Si le preguntaba algo a su padre, un famoso cantante de época de finales del Siglo XIX en Rusia, era sobre música. O a su madre. Y si se encerraba en su habitación era para escribir música. O para dejar que los sonidos que lo llenaban siguieran llenándolo, desbordándolo. Un día de aquellos supo que uno de sus compañeros de escuela era hijo del compositor Rimsky-Korsakov, ya por aquel entonces un renombrado músico cuyas obras trascendían Rusia. Le pidió que lo invitara a su casa. Cuando lo logró, se le acercó a Korsakov y le preguntó cómo...
Por Fernando Araújo Vélez
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