El Magazín Cultural

Inés Horchani: “La literatura es la mediación que permite la comprensión del otro”

Presentamos una entrevista con la profesora de literatura comparada de la Universidad de París III, sobre la influencia del lenguaje en la migración.

María Paula Lizarazo Cañón
25 de julio de 2019 - 01:30 a. m.
A finales del 2018, Naciones Unidas registró una  cifra de 70,8 millones de personas que han tenido que huir de sus hogares, de las cuales  hay casi 25,9 millones de refugiados.  / EFE
A finales del 2018, Naciones Unidas registró una cifra de 70,8 millones de personas que han tenido que huir de sus hogares, de las cuales hay casi 25,9 millones de refugiados. / EFE

¿Qué considera lo más complejo de la crisis migratoria en Oriente Medio?

La crisis de Oriente Medio es algo que nos concierne en Europa. El hecho de que los refugiados vengan de afuera nos ha dado la impresión de que se trata de una crisis exterior. En ese sentido, creo que Europa se equivoca al decir “tenemos la elección de recibir o no a los refugiados”. No creo que pueda haber elección. Europa debe recibir a los refugiados, es una crisis que nos concierne hoy en día y si no la tratamos bien, veremos las repercusiones en cinco, diez años. Para mí hay una falta de conciencia de los gobiernos europeos al pensar que es un problema exterior. Sin embargo, soy consciente de que es complicado desde el punto económico, logístico, etc. Lo que yo reprocho es que no se priorice al humano y su situación sino el tenerle miedo a la gente que llega y a las dificultades que esto pueda traer.

Sé que es fácil decir “Europa debería”, mientras que individualmente no hacemos nada. En mi caso, que estoy en el campo de las lenguas y la literatura, lo que intento hacer es traducir textos y distribuirlos en lugares donde hay refugiados, pues creo que ayudarles a estas personas a leer en su lengua materna es una forma de aportar algo. No puedo aportar una casa, no puedo aportar medicamentos, lo que puedo llevarles es un poco de poesía.

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¿Qué rol juega el lenguaje en esta problemática? ¿Cuál es la implicación de utilizar términos como refugiado, ilegal, emigrante, exiliado desde lo estatal como también desde el señalamiento cotidiano y la posible victimización de estas personas?

Pienso en Camus, quien dice que utilizar las palabras correctas es un acto de justicia. La palabra “refugio” apela directamente a nuestra responsabilidad, a poder ser un refugio para el otro sin preguntar las razones por las que viene; no está la noción de desplazamiento legal o ilegal: si el otro viene y me pide refugio, en seguida lo que pienso es en si puedo serlo, no pienso en las razones ni en su catalogación. La palabra “emigración” hace referencia a irse y regresar, y para los refugiados lograr irse no es seguro y regresar tampoco. La palabra “exilio” es política y poética a la vez, y es más respetuosa que el errado término “emigrante” en este caso. Hay otra palabra que empleamos recientemente que es la del “desplazado” por razones políticas o climáticas; esta palabra señala a la persona como víctima, igual que al exiliado. La diferencia es que el exilio es una elección.

¿Entonces la palabra “refugiado” no victimiza?

Eso va a depender de la lectura geopolítica de la razón por la cual la persona es refugiada. Pero creo que se es víctima cada vez que uno se va del país propio por razones ajenas —así sean económicas—. Uno puede ser víctima de acciones concretas y del miedo propio, individual o colectivo: hay países donde el miedo está por todos lados. Entonces hay que reflexionar sobre los motivos del miedo, sobre si el miedo es justificable, y luego pensar en cómo podemos ayudarles con lo que esperan.

¿Cómo cree que los medios deberían abordar esta problemática?

Teniendo en cuenta el aspecto multidimensional del fenómeno de los refugiados. Es político porque hay que tener en cuenta la historia y las dinámicas de los países de los cuales parten y la historia de los países a los que llegan. Es decir, hay que tener una aproximación geopolítica, pero también individual porque cada refugiado es una historia. Creo que los medios deberían focalizarse un poco más sobre lo individual, evitando que la historia de un refugiado se transforme o se lea como la historia de todos los refugiados. Pongo el ejemplo de Siria: los refugiados sirios que hay hoy en Europa han huido por diferentes motivos. Yo puedo llegar a tener en una misma clase a estudiantes sirios que se fueron porque estaban en contra de Bashar al-Assad y a otros cuyos padres trabajaban con Bashar al-Assad pero lo perdieron todo.

¿Qué lugar ocupa el arte en estas crisis?

Se pueden distinguir muchas formas de arte. Yo creo en el poder de la escritura, en hacer escribir a las personas que vivieron traumas. Creo en la virtud terapéutica del arte. Creo también en la virtud consoladora del arte y esto me hace pensar en la música, que creo que tiene una virtud aun más fuerte que la escritura —que permite que el sufrimiento salga—, y es que la música, además, permite un equilibrio: consuela y recuerda que uno viene de un país. Creo que son las dos artes más reparadoras.

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¿Y cómo abordar temas como la xenofobia?

La xenofobia es algo estéril. En la literatura podemos encontrar novelas en las que personajes muy diferentes tienen la palabra, de modo que podríamos comprender a un personaje xenófobo. A lo que voy con esto es que en la vida real yo no puedo hablar con un terrorista, por ejemplo. No puedo hablar con alguien que ha asesinado en nombre de un ideal. Pero, por contra, puedo escribir y ponerme en el lugar de un terrorista. A veces, aquello que no podemos hacer en lo que llamamos vida real podemos hacerlo en la literatura. La literatura es la mediación que permite el intento de comprensión del otro. El arte permite comprender al otro, así lo rechace, así yo sea xenófobo, me permite ver al otro, al que necesita refugio, y quizás así cambia algo.

¿Cómo afecta este cruce de culturas las discusiones académicas? Por ejemplo, las discusiones en torno a la literatura, que siempre apelan a cuestiones políticas y sociales.

Tenemos la tendencia a olvidar que en lo extenso del mundo somos mestizos. Hay que volver al discurso histórico y hacer la pregunta de manera diferente. Sobre la historia podemos hablar de una forma un poco abstracta, pero también de forma muy concreta: salir de la universidad, caminar por la ciudad, ir a museos, ver que al lado de París III hay una mezquita, ¿por qué la habrá? Si estamos en Túnez veremos museos romanos y museos cristianos. Podemos comprender la historia así, a través de los objetos, y vamos a darnos cuenta de que las culturas no son puras, que eso es una ficción, que eso no existe.

Por María Paula Lizarazo Cañón

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