Desde hace años circula el imaginario de que los libros y las editoriales poco a poco irán perdiendo relevancia, pues los formatos digitales están desplazando la necesidad de los libros en papel. Así mismo, la inmediatez y los formatos cortos que han priorizado las redes sociales han condicionado a las audiencias a tener un lapso de atención corto, lo que ha contribuido a que las personas sean menos proclives a leer contenidos escritos largos. Las cifras de lecturabilidad en Colombia, por ejemplo, ilustran que este no es un hábito generalizado, pues para el 2020 la Cámara Colombiana del Libro encontró que en promedio un ciudadano lee 2,7 libros anuales. Así mismo el nivel de comprensión lectora en los jóvenes y niños presenta indicadores bajos según la OCDE, pues se posiciona en un registro menor a la media de la organización, que es de 412 puntos.
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Paradójicamente, TikTok la red social donde habitan videos de formatos cortos, es el motor de búsqueda preferido por los segmentos poblacionales jóvenes y la información que allí encuentran ha contribuido a que se interesen por la lectura. Movimientos digitales en esta plataforma como los BookToks han posicionado en el radar clásicos de la literatura o inclusive autores emergentes que de otra manera habrían sido desapercibidos por estos segmentos poblacionales.
En los BookToks, además de recomendar libros, los usuarios promueven clubes de lectura donde se reúnen de manera virtual (o también presencial) y comparten sus posturas alrededor de las temáticas que abordan los libros leídos. Estos espacios virtuales se han convertido en lugares que estimulan las tertulias, donde se conecta regularmente con otras personas, conocidas o desconocidas, con el fin de compartir intereses, sinergias o actividades. También han adquirido un significado de hogar para los aficionados de la lectura y en TikTok se comparten videos donde hablan de estos como su “tercer lugar”, un término que el sociólogo estadounidense Roy Oldenburg acuñó para definir a aquellos espacios que facilitan la interacción social más allá del hogar y el trabajo, promoviendo la “relajación pública”.
Generaciones como los GenZ y los Millennials se han visto forzados a afrontar adversidades complicadas como crisis económicas, pandemias y crisis inflacionarias que han afectado exorbitantemente sus estilos de vida. Por otra parte, el creciente sentimiento de incertidumbre por factores como el cambio climático, las crisis geopolíticas en diferentes hemisferios del planeta y la polarización política generalizada, han creado un ecosistema donde los jóvenes y adultos deben, en su día a día, manejar altos niveles de estrés y de ansiedad. Lo que subsecuentemente ha infundido en estas generaciones la necesidad de buscar espacios que les permitan no solo cultivar su bienestar, sino propiciar su aprendizaje y la adquisición de habilidades blandas que les permitan en el futuro obtener un crecimiento personal y profesional.
La pandemia fue un catalizador que insertó en el espíritu de la época la necesidad de que las personas encontraran un sentido de comunidad más allá de sus trabajos. Estos espacios, demostraron ser refugios en medio de una situación casi apocalíptica. Aunque poco a poco fue retornando la presencialidad, estos webinars y videollamadas rápidamente adoptaron un formato híbrido que permitió a los participantes relacionarse y crear un sentido de comunidad.
Colombia no ha sido la excepción, en el país han brotado numerosos espacios de conocimiento alrededor de la literatura, incentivando también la lectura en segmentos de jóvenes y adultos. Estos mismos clubes de lectura no han pasado desapercibidos por las mismas editoriales que han encontrado en ellos un aliado estratégico relevante.
Amazonas Literarias es un espacio que reside en las redes sociales como Instagram y TikTok. Esta comunidad fue forjada por Laura Camacho, una jóven que, movida por su pasión por la literatura y los libros, decidió emprender un proyecto que destacara la obra de mujeres latinoamericanas. Camacho cuenta que en una clase de marketing digital en su universidad decidió crear un modelo de negocio que le permitiera a su proyecto posicionarse y sostenerse.
Aunque su convocatoria la realiza por redes sociales, en especial Instagram, los clubes de lectura siempre han sido presenciales, pues era su deseo ofrecer una experiencia memorable que lograra despertar sentimientos en su comunidad. Los cafés han sido idóneos para llevar a cabo estos encuentros pues allí ha logrado encontrar aliados estratégicos que le proveen experiencias sensoriales y gastronómicas alrededor de los libros.
Por otra parte, la escritora Vanessa Rosales desde la pandemia abrió espacios digitales alrededor de formatos como los cursos cortos. Rosales, inquieta sobre la inmediatez que han traído las redes sociales que presentan contenido efímero a los usuarios e imposibilitan el diálogo y hondura necesaria para analizar fenómenos culturales, pretende propiciar espacios que emulen ese sentido comunitario de narración que le ha dado sentido a la existencia humana.
Inspirada el concepto de Chul Han sobre el sentido comunitario en torno al fuego del campamento, decidió abrir su propia plataforma en Patreon, donde comparte materiales y lecturas con sus patrocinadores. Cada primer lunes del mes, por ejemplo, lleva a cabo clubes de lectura que han comprobado ser un refugio en medio de la economía de la atención, facilitando conversaciones estimulantes.
La librería especializada en libros en inglés localizada en el histórico barrio de Chapinero Alto, Bookworm, no se ha quedado atrás. Su club de lectura ha demostrado ser una herramienta útil para posicionar autores en el radar de sus clientes. Su club también ha sido un motor para lanzar y promocionar libros recién llegados a la librería y generar un sentido de pertenencia que les ha permitido conectar con sus clientes.
Otra comunidad que vale la pena destacar es Mujeres En La Movida, un espacio creado por la empresaria María del Mar Ponce, la cual maneja formatos híbridos experienciales como clubes de lectura, catas de vino, charlas, experiencias en torno al arte y a la gastronomía. Ponce creó esta comunidad con el fin de proporcionar experiencias únicas para mujeres que desean crecer personalmente, conectarse y aprender.
En el país existen una infinidad de comunidades que celebran y discuten la literatura. Estos ejemplos son apenas la punta del iceberg de un fenómeno que despierta la inquietud intelectual y la pasión por la lectura.