El Magazín Cultural

Irene Vasco: la “biblioespalda” que viaja por Colombia

Desde 1999, la escritora ha recorrido las zonas más apartadas y conflictivas del país. Su trabajo está orientado a la formación de lectores, pues para ella no nacen, se hacen, y nunca es tarde para empezar.

Karen Rodríguez Rojas/ @KarenRRodriguez
21 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
La labor profesional de Irene Vasco ha estado vinculada al mundo de los libros desde la creación, como autora, y la promoción de la lectura. / Cortesía Irene Vasco
La labor profesional de Irene Vasco ha estado vinculada al mundo de los libros desde la creación, como autora, y la promoción de la lectura. / Cortesía Irene Vasco

Irene Vasco se define como colombiana, escritora y formadora de lectores y escritores. Aunque no siempre quiso ser escritora —quería ser cantante como su mamá, la profesora de música Silvia Moscovitz—, el oficio de representar sus pensamientos en el papel lo fue buscando desde niña y con naturalidad. Para ella, escribir se convirtió en una necesidad por liberar todo lo que está en su interior.

En 1984, después de vivir en Venezuela y Estados Unidos, regresó a Colombia. Trabajó en el taller del ilustrador italobrasileño Gian Calvi. Allí forjó su pasión por los libros para niños y el entusiasmo por formar lectores de todas las edades. Vasco cree que los libros infantiles representan los enigmas de la humanidad y, en definitiva, los lectores no nacen, se hacen. Así que nunca es tarde para empezar.

“A lo largo de años y de procesos, los lectores van creciendo y pasan de los juegos y las narraciones orales a la comprensión de textos cada vez más complejos, no sólo literarios y de ficción, sino informativos, científicos, políticos o de cualquier naturaleza. Lo importante es madurar interiormente, no cronológicamente”, escribió en su artículo “Crecer como lectores, crecer como ciudadanos” (2011).

Para afianzar su compromiso con la formación de lectores, hace muchos años, dice, empezó a realizar talleres con maestros, bibliotecarios y madres comunitarias, muchos con el apoyo de la Biblioteca Nacional. Ese proceso la llevó en 1999 a cargarse una mochila al hombro con libros y realizar su primer viaje por la Colombia oscura, esa en la que las comunidades vivían en medio de la desolación por el conflicto armado.

“Comencé a ir a los lugares que eran de guerra. Les decían zona roja; ahora son de posconflicto. En esa época la Biblioteca Nacional me dio la misión de ir a cuatro municipios: Inzá (Cauca), Vistahermosa (Meta), Ariguaní (Magdalena) y Magangué (Bolívar). Íbamos a entregar bibliotecas y hacer talleres”.

Desde entonces no ha parado de recorrer el país. En su libreta va apuntando todos los lugares que visita, las historias que le cuentan y las palabras que aprende. Todos los detalles quedan consignados en esa agenda que está a disposición de la memoria, pues no recuerda con exactitud todos los municipios que ha visitado. Incluso le es más fácil nombrar los únicos departamentos a los que no ha llegado: Guainía y Vichada, por la falta de programas culturales y vías de acceso para ir a ellos.

“Siempre que me invitan a una región voy porque siento que tengo algo que ofrecer y puedo contribuir con una gotica a un cambio del país. En los 18 años que he estado trabajando nunca he tenido un mal encuentro, y eso que he transitado por muchas partes. Si uno dice que no porque es peligroso, se queda encerrado en la casa, y creo que si el país es así pues uno lo vive así. No es que yo haya decidido que me voy a la guerra o que sea misionera. Es porque en esas zonas es donde estaba el trabajo”.

Irene Vasco cree en la educación. No importa cuántas horas tenga que viajar para trasladarse de las grandes ciudades a veredas y caseríos, lo valioso es llegar a esas regiones apartadas donde muchas personas sienten la necesidad y el deseo de tener libros. Sus ojos brillan de emoción cuando ve cómo se va despertando en los habitantes de cada región su curiosidad por los diferentes textos.

El departamento del Cauca lo ha visitado en repetidas ocasiones —una fue en compañía del músico Jairo Ojeda, con quien estuvieron en los resguardos indígenas de los municipios de Suárez y Buenos Aires— y ha regresado por la invitación de la bibliotecaria Lucely Narváez, coordinadora de la Biblioteca Pública Móvil para la Paz, que está en el municipio de Caldono.

Es viernes en la noche. De los 17 días que Irene Vasco estará allí tan sólo han pasado cuatro. Desde su llegada, en colaboración con Narváez y la bibliotecaria pública hicieron una selección de las obras literarias que llevan a las veredas. Toma su morral con algo de esfuerzo, cuenta cuántos libros ha cargado ese día, mientras comenta que también lleva una bolsa de materiales y otra maletica con sus elementos de animación a la lectura (una varita mágica, unos muñequitos para hacer hechizos y una micromaleta de escritora con lápices y una libreta muy pequeña). Dice: “Hoy cargué 20 libros. Además llevo mi cuaderno para tomar notas y el agua. Soy una biblioespalda”.

En este viaje, Vasco ha participado en talleres con jóvenes y niños, estuvo en un encuentro informativo con los delegados de la ONU y las Farc, visitó los campamentos donde están los exmilitantes y, en especial, ha estado en las escuelas rurales que están a mayor distancia de la biblioteca pública, todo ello con el convencimiento de que la biblioteca tiene que estar presente para ayudar a sanar y reparar a los afectados por el conflicto armado.

“Sueño con una Colombia en la que todo el mundo lea y escriba. Esa es mi pasión y uno tiene que aferrarse a que su pasión tiene esperanza y que la posibilidad de leer y escribir origine un proyecto de nación armoniosa. Pero eso es una utopía. Es lo que yo soñaría, pero los países no cambian en 10 o 30 años. Son procesos de siglos y en lo que he trabajado ya he visto transformaciones, aunque sean lentas. Por ejemplo, hace 20 años no había libros en todas las regiones. Hoy hay personas como Lucely Narváez acercando la literatura a todos los públicos”.

Por Karen Rodríguez Rojas/ @KarenRRodriguez

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