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Jairo Ojeda: “Hemos perdido un lenguaje que nos acerque a nosotros mismos”

El cantautor Jairo Ojeda publicó el libro de rondas infantiles “Son de luna”. Presentamos una entrevista con el artista, en la que reflexiona sobre el lenguaje, la música y la educación en contextos de violencia.

María Paula Lizarazo

21 de mayo de 2021 - 09:00 p. m.
“Son de luna” está publicado bajo el sello de Panamericana Editorial./ Ilustración: María Fernanda Mantilla Jairo Ojeda, cantautor.
Foto: Ilustración: María Fernanda Mantilla
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Poquito a poquito nacen muchas cosas.

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Poquito a poquito, así sale el sol.

Poquito a poquito se alejan las sombras.

Poquito a poquito aparece el verde,

el azul, amarillo, rojo, negro.

Poquito a poquito ¡otro día nació!

***

Tanto se ha preguntado sobre el destino de la imaginación con el paso de los años. El niño que va dejando de ser niño también va dejando los universos por los que alguna vez transitó, cambia su percepción sobre el tiempo, los recuerdos e incluso el olvido, y la vida se potencia en otros ritmos.

Cuando Jairo Ojeda aprendió a leer, mucho antes de entrar al colegio, era un niño que perseguía las palabras porque tenía pocas posibilidades de encontrar una biblioteca cerca. Los pocos libros que encontraba quería leerlos, todas las historias las quería conocer. Creía tanto en un vínculo irrompible entre aquellas historias y la vida, que salía a vivir lo que había leído, intentaba hallar y liberar a las princesas encerradas, también descubrir los mundos que en algún lugar de su imaginación ya existían: “Yo aprendí a leer muy temprano. Era un niño que creía en lo que leía. El aprendizaje de la lectura fue maravilloso porque me alejó de ciertas circunstancias. La vida en los pueblos es muy rutinaria y el destino de la gente está casi que predeterminado. Creo que he sido un personaje que ha buscado”.

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A lo largo de la vida le ha interpelado la relación del lenguaje y la infancia, se preocupa por cómo una palabra o incluso una canción marcan a un niño para siempre e inciden en el adulto que será. Él, que compone rondas infantiles desde el Cauca, cree que la violencia es una consecuencia de diferentes factores sociales entre los que incluye el lenguaje: “Algunas canciones populares están cargadas de rabia y odio. Hace falta que caigamos en la cuenta de que el lenguaje tiene mucho que ver con los comportamientos sociales. Hemos perdido un lenguaje que nos acerque a nosotros mismos, a los demás, al planeta”.

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Y esa pérdida se la atribuye a la educación, una educación que, afirma, silencia al niño: “El que habla es el maestro… Ni siquiera el maestro: una cartilla”. El cantautor ha publicado álbumes como Todos podemos cantar y grupos como Las Cantaoras del Pacífico o Cantoalegre han cantado sus composiciones. Ahora publicó el libro de rondas infantiles Son de luna.

Pensando en departamentos como el Cauca, inmersos en situaciones históricas de conflicto armado entre diferentes actores, Ojeda considera que es necesaria una educación que humanice y les enseñe a los niños a resolver conflictos de formas no violentas: “Aún hay mucha violencia en los pueblos, violencia física, violencia en el lenguaje, una violencia permanente y para mí tiene que ver con un no desarrollo del potencial de inteligencia de la gente”.

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Encuentra en la música una posibilidad de comunicación y enriquecimiento del lenguaje, más cuando se tiene en cuenta que la infancia es una etapa en la que se transforman las formas de expresión y comunicación de las personas. La sospecha de que el vocabulario en esa etapa no es tan amplio lo llevó a hacer canciones y rimas que carecieran de palabras o historias violentas: “Cada palabra, para mí, tiene su musicalidad, una estructura rítmica. Además, cualquier palabra te convoca a situaciones: cada palabra está atravesada por muchas circunstancias, y obviamente esto es una cuestión singular. Yo tengo el cuidado con la canción infantil, a quién van las palabras, qué imágenes quiero provocar en ese niño, qué representaciones; y tengo la intencionalidad de llegar a los niños y que de alguna forma esa canción les amplíe el horizonte: de pronto decirles que el mundo sí cambia, que hay todo un mundo por conocer, para sacar de esa realidad —a veces muy reducida— que viven algunos niños”.

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En la infancia se van erigiendo las dinámicas de los ámbitos de la vida. “He observado mucho cómo se conmueven los niños cuando escuchan una canción, cómo se conmueven más cuando se les narra una historia en una canción. Esos momentos son definitivos en la vida de los niños y en un país tan violento se necesitan las posibilidades de aferrarlos a la vida”. Y encuentra, además, que en la música se hallan posibilidades pedagógicas de las cuales carece la escuela , teniendo en cuenta contextos de guerra.

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¿Qué es lo más complejo de escribir y cantar para niños?

La elección de las palabras y el lenguaje es lo más cuidadoso. Como tengo la intención de comunicarme con los niños, para mí es una exigencia la elección del lenguaje. La palabra te incendia por dentro, es tan importante hacer una consideración acerca del lenguaje de los niños porque la escuela los silencia. Y todo eso está ligado a la intención de mi trabajo. Busco comunicarme con los niños porque he vivido ciertas circunstancias. Mi preocupación es la primera infancia y la niñez.

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