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José Higuera, un mexicano nacido en Tijuana y radicado en Nueva York, compartió su experiencia binacional y bilingüe, cómo las historias latinas se configuran en un contexto político y social complejo, y la importancia de celebrar y preservar la diversidad que enriquece a Estados Unidos.
Higuera es originario de Tijuana, Baja California, México. Dice que, aunque las rancheras y la música mexicana eran parte de su día a día, no comenzó a extrañarlas hasta que estuvo lejos de casa.
Estudió una licenciatura en Enseñanza del Idioma Inglés, una maestría en Educación y un doctorado en Política Educativa. Cree que su trayectoria actual es resultado tanto de su formación académica como de sus experiencias personales. Emigró a Estados Unidos en el año 2009, específicamente a la ciudad de Nueva York, junto con su pareja —actualmente su esposo— en busca de nuevas oportunidades, “probando suerte”. Por su preparación profesional, logró integrarse al mercado de laboral a través de una organización no gubernamental.
Antes de su migración, Higuera se desempeñaba como profesor en la Universidad Autónoma de Baja California, así como en la Facultad de Pedagogía. Su deseo siempre fue regresar al ámbito académico, por lo que decidió postularse para el cargo de director asociado del Instituto de Estudios Mexicanos en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). Fue seleccionado para el puesto y, menos de un mes después, asumió la dirección interina tras la renuncia de la entonces directora.
El Instituto de Estudios Mexicanos tiene como objetivo principal aumentar la matrícula de estudiantes mexicanos y de origen mexicano dentro del sistema educativo de CUNY. Este sistema universitario público, al que también pertenecen dos de sus colegas -Carmen Graciela Díaz y Teresita Goyeneche-, cuenta con 26 campus y más de 230,000 estudiantes, de los cuales aproximadamente el 80 % proviene de comunidades racializadas.
Ingresar a este entorno universitario representó para él un “retorno a casa”. Se incorporó al instituto en septiembre de 2016, poco antes del inicio de la administración de Donald Trump, un periodo marcado por un discurso político especialmente hostil hacia la comunidad mexicana.
¿Cómo ha sido para usted, desde su posición y experiencia, ser una persona latina en Estados Unidos que trabaja activamente en contar historias en español desde y para la comunidad migrante?
Sí, justamente una de las iniciativas que tenemos en la CUNY va en esa línea: celebrarnos y contar nuestras historias. Creé un programa de televisión que se llama History Project, del Instituto de Historia Mexicana. Irónicamente, yo soy el conductor, aunque no tengo formación para eso. La idea original era proponer un programa tipo documental a una estación de televisión del campus. Quería que el protagonista fuera la persona entrevistada, que pudiera contar su historia.
La estación, que es BronxNet, me dijo que necesitaban contenido urgente y me propusieron que yo mismo lo condujera. Pensé en que podríamos incluir a estudiantes como parte del equipo de producción, para que adquirieran experiencia real, pero no hubo tiempo. Me hicieron una prueba de cámara y aceptaron, así que comenzamos.
¿Qué significa para usted que estas historias se cuenten en primera persona en un país donde muchas veces otras narrativas dominan la conversación?
Es un proyecto muy bonito, porque da visibilidad a historias de inmigrantes mexicanos que han contribuido de alguna manera a lo que es Nueva York. Por ejemplo, entrevistamos a Steven Labry, un cantante de ópera al que contactamos justo cuando comenzaba a destacarse. Lo entrevistamos y poco después apareció en el New York Times y fue contratado para integrarse al grupo Il Divo.
También entrevistamos a una señora que trabajaba en una fábrica de costura y que vendía mole desde su casa. Su mole era tan bueno que la gente comenzó a pedirle para eventos. Dejó su empleo en la fábrica, abrió su propio negocio y ahora tiene una empresa formal que distribuye mole a restaurantes y supermercados en toda la costa este. Hoy es ciudadana estadounidense. Queremos contar estas historias desde sus voces. Que ellas y ellos narren sus experiencias, sus retos, por qué eligieron Nueva York, cómo fue su llegada. Hemos entrevistado a educadores, activistas, abogados —incluido el primer abogado indocumentado de Nueva York, egresado de CUNY— quien, tras obtener su título, fue impedido de ejercer por su estatus migratorio. Él demandó y ganó, logrando ejercer como abogado.
Este tipo de historias muestran cómo nuestra comunidad contribuye activamente a la ciudad. Además, como la comunidad mexicana en Nueva York es relativamente joven, todavía podemos entrevistar a personas mayores que llegaron hace décadas y conservar esa memoria viva. También colaboramos con organizaciones como la Fundación Gabo para ofrecer talleres de formación a periodistas bilingües en Nueva York. Y somos sede del Premio Nuevas Plumas en EE. UU., en alianza con la Universidad Portátil y el diario El País. A pesar de la presión política y los intentos de intimidar a nuestra comunidad para que se olvide de su lengua y sus raíces, nosotros seguimos creando espacios seguros, de refugio, donde podamos rescatar, archivar y celebrar nuestras historias.
¿Cómo fue su experiencia al llegar por primera vez a Estados Unidos? ¿Qué contrastes encontró entre México y Estados Unidos, especialmente viniendo de una ciudad fronteriza como Tijuana?
Nací en Tijuana, una ciudad fronteriza que para mí siempre ha sido muy natural. Desde mi abuela paterna tuvimos la posibilidad de cruzar con una visa local que funciona como una mica o DNI para cruzar la frontera. Crecí con una experiencia binacional y bilingüe sin saberlo. Estudié inglés desde secundaria y luego hice un máster en inglés. Vivir en Estados Unidos, particularmente en Nueva York con la beca Fulbright en 2006, fue una experiencia maravillosa. Noté un contraste con San Diego, donde siempre te reconocen como mexicano, pero en Nueva York la diversidad te permite integrarte y sentirte parte de la comunidad.
¿Cómo se están configurando las historias latinas que se cuentan en Estados Unidos en el contexto actual de polarización política y social? ¿Qué impacto tiene el discurso de figuras como Trump?
Actualmente, la administración está creando un ambiente de miedo muy agresivo contra la comunidad migrante, atacando a quienes no cumplen sus estándares en cuanto a idioma, color o estatus migratorio. Esto genera miedo y autocensura para evitar perder beneficios migratorios como DACA o TPS. Sin embargo, es fundamental que las instituciones no cedan ante esta presión y que se sigan contando historias que reflejen las contribuciones culturales y sociales de la comunidad latina, especialmente en momentos de polarización política y social.
¿Qué elementos culturales o recuerdos lo conectan con México estando lejos, en Estados Unidos?
La música y la comida son grandes conectores culturales. Por ejemplo, escuchar mariachi en un restaurante neoyorquino me emocionó mucho, porque la música tradicional mexicana transmite mucho sentimiento. Obras como “In the Heights” también reflejan la identidad y la cultura latina en Estados Unidos. Además, organizar la Feria del Libro de Nueva York ha sido una forma de celebrar y dignificar la identidad cultural latina fuera de México.
¿Haber estudiado la licenciatura tiene que ver con la formación que
La educación ha sido un valor fundamental en mi familia. Fui la primera generación en terminar preparatoria, universidad, y luego una maestría y un doctorado. Para mí, la educación abre puertas y transforma vidas. Enseñar inglés me ha permitido compartir cultura y ofrecer herramientas que cambian vidas, sobre todo en un contexto fronterizo como Tijuana.
Hablemos sobre los estigmas y prejuicios que enfrentan los migrantes latinos en Estados Unidos
No creo en la palabra “ilegal” porque muchas personas migran buscando mejores oportunidades y una vida digna. Mi utopía sería que no existieran las fronteras y pudiéramos transitar libremente. Es fundamental romper estigmas y reconocer la diversidad cultural. Por ejemplo, en Columbia University promovemos el estudio de lenguas indígenas mexicanas para darle valor académico y social a estas lenguas.
