José Eustasio Rivera transaba palabras por pesos. En su época universitaria en Bogotá, a principios del siglo XX, le pidió a uno de sus compañeros de residencia un par de centavos prestados. En prenda de este préstamo, el autor le entregó un documento que solo hasta ahora, después de 100 años de su escritura, sale a la luz pública.
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Se trata del manuscrito autógrafo de Juan Gil, una obra de teatro del escritor colombiano, el cual fue hallado en una biblioteca personal de Manizales por Norma Donato, investigadora del Instituto de Textos y Manuscritos Modernos y candidata a doctora en lengua y literatura por la Escuela Normal Superior de París. Donato lleva cuatro años realizando una investigación exhaustiva del archivo de José Eustasio Rivera, que la ha llevado a explorar desde el manuscrito original de La vorágine (1924) hasta fotografías, libretas, archivos privados y otros documentos que han cobrado relevancia en los últimos años.
Tras un análisis de esas hojas amarillentas y rayadas, cuyas arrugas revelan el paso de los años y la fuerza del papel, y con una caligrafía más parecida a una huella dactilar que a una letra, la investigadora determinó que, además de ser un material auténtico de uno de los autores más importantes del país, este manuscrito era su ópera prima.
Este descubrimiento se dio a conocer justo en el centenario de la publicación de La vorágine, obra maestra del escritor huilense, considerada una de las más importantes de la literatura latinoamericana. Se trata de un relato que consolidó a Rivera como un narrador de la selva, un libro que denuncia el genocidio de colonos a indígenas en la Amazonia colombo-peruana en los inicios del siglo XX. Su influencia ha sido tan grande, que este libro se ha traducido a diferentes lenguas, se ha editado constantemente e incluso adaptado al cine en varias ocasiones.
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La vorágine es el libro más conocido de Rivera, aunque su obra abarca otros títulos y el uso de otros recursos narrativos, como en Tierra de promisión (1921), un poemario que gira en torno a la naturaleza, así como artículos críticos publicados en prensa sobre anomalías y sobornos de los que fue testigo cuando fue miembro de la Comisión Investigadora de Relaciones Exteriores y de Colonización en 1925. Juan Gil, su ópera prima, vuelve a la discusión pública con la adquisición de la Biblioteca Nacional de Colombia (BNC), pues hasta el momento se desconocían sus fuentes originales, y este texto no había tenido mucha atención por parte de la crítica literaria. Sorprende cómo, a pesar de la importancia de este abogado y escritor para el país, aún haya más sombras que luces sobre sus creaciones y memorias.
Un faro en la oscuridad
“Padres míos: a perfumar vuestra santa vejez, va el primer retoño de este arbusto que trajisteis al mundo”, se lee en las primeras hojas de este manuscrito que se alza como un monumento ante los ojos de quienes lo ven sobre un escritorio. Esta emotiva dedicatoria del autor a Eustasio y Catalina, sus progenitores, es la puerta de entrada a un archivo que nos revela la inmortalidad de la materia y la perpetuidad de los puntos finales.
Como si se tratase de un examen médico, Norma Donato revisa el folio de 68 hojas con guantes de nitrilo. Pasa cada página con delicadeza, le brillan los ojos cada vez que señala un tachón y repasa con sus dedos la firma de José Eustasio Rivera después del “Fin”.
“Según se observa, esta copia en limpio de Juan Gil se realizó entre abril, mayo y junio de 1912. Está escrita en verso con tinta de estilógrafo y tiene algunas anotaciones con lápiz de grafito. Este manuscrito original dista en diferentes aspectos de la obra que empezó a circular en los años 70, cuya fuente documental se desconoce hasta hoy”, expresa la investigadora. Aunque esta obra de teatro no es desconocida en el catálogo de publicaciones del escritor colombiano, no hay ninguna otra evidencia accesible -más que esta- de un manuscrito sobre este texto, de allí la importancia de su descubrimiento.
La investigadora enfoca su investigación en la edición genética, la cual, explica, busca mostrar al lector el proceso de escritura previo a la primera publicación de un libro. En este método, los manuscritos y borradores tienen una gran importancia, “pues todos esos papeles, que para algunos son desechables, se convierten en piezas claves de estudio. Allí es donde está el testimonio de la creación, de cómo surgió la obra. Está el registro de cuando el escritor duda y tacha, de cuando escribe de corrido, de la fuerza cuando pone los puntos finales”, comparte.
Este drama teatral cuenta la historia de Juan Gil, un hombre mayor -ciego de nacimiento- que contrae matrimonio con Pilar, una joven muy hermosa cuyo único pecado es no amarlo. Entre los celos, la desilusión y la tristeza de un matrimonio frustrado se despliegan durante cuatro actos una serie de diálogos y tragedias que revelan los versos sólidos de un escritor que nunca vio en vida la puesta en escena de su creación dramática.
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“En esta historia, Pilar es como una especie de Desdémona shakespeariana, pero a la colombiana”, comparte Donato. Y añade: “Es un texto que se conoce gracias a Carlos Herrera, quien hizo la edición crítica de la obra completa, pero hay diferencias considerables en los parlamentos e incluso en el desenlace, pues aunque siempre hay un final trágico, este manuscrito original tiene un cierre que, yo diría, es más trágico todavía”.
Basta con estar al frente del manuscrito para admirar no solo la labor de investigadores como Donato, que encarnan el rol de detectives para encontrar hasta la última huella de importantes personajes del mundo, sino el valor emocional, patrimonial e intelectual de sujetos que, como Rivera, se dedicaron a dejar rastros creativos en la tinta sobre papel. Huellas secretas que se revelan con el paso del tiempo.
El documento, que hoy se encuentra al cuidado de la BNC, permaneció durante décadas en las estanterías de don Ramiro Henao, hijo de Félix Henao Toro, un importante médico e intelectual caldense apasionado por los archivos y coleccionista de documentos patrimoniales. Según don Ramiro, su padre le compró este manuscrito al hombre que en su momento le prestó “un par de centavos” al escritor colombiano: el compañero de residencia en Bogotá. Después de la muerte del doctor Henao, su hijo heredó este y algunos otros archivos que aún se guardan bajo llave.
“Luego de muchas llamadas y charlas con gente de la región di con la casa de don Ramiro, y al ver el material supe que necesitaba un protocolo urgente de conservación e investigación, y que además era un documento que debía darse a conocer”, expresa Donato, quien también se encargó de la autentificación caligráfica -comprobar que efectivamente la letra es del escritor-: identificó las características serifas de Rivera en letras como las A, C o R mayúsculas, una lectura que solo los expertos analizan y que permitió la verificación del documento para poder ser adquirido por la BNC.
Salir del cascarón
“Norma Donato venía trabajando por muchos años con el manuscrito de La vorágine en la Biblioteca Nacional y en 2023 nos contó de su hallazgo. En ese momento ya estábamos trabajando en la preparación de una serie de actividades para la celebración del centenario de la novela en cuestión, así que nos emocionamos e inmediatamente nos pusimos en marcha para ir a Manizales a conocer el manuscrito. Tras comprobar su autenticidad, empezamos la conversación para su adquisición con Henao, y a principios de este año Juan Gil llegó a la biblioteca. Nos enorgullece que ahora sea de todos los colombianos y que cualquiera que quiera estudiarlo pueda consultarlo en su versión física o digital, que ya reposa en la Biblioteca Nacional Digital”, explica Adriana Martínez-Villalba, directora de la BNC.
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En estos primeros meses del año el manuscrito pasó por el Laboratorio de Conservación de la Biblioteca Nacional, un espacio en donde se limpian, reparan y examinan milimétricamente todos los documentos que están bajo el cuidado de la institución. Allí se elaboró una historia clínica que especificó las etapas del proceso de intervención del manuscrito, dobleces, rasgaduras, manchas y otros daños leves producto del paso del tiempo y un reporte de tratamientos manuales que incluyó el diseño de una carpeta especial para su conservación y manipulación.
Junto al manuscrito original de Juan Gil, la Biblioteca Nacional adquirió también una serie de hojas sueltas y una libreta con nueve poemas escritos por José Eustasio Rivera que ya cuenta con autenticación caligráfica por parte de Norma Donato, quien comparte que “este material nos permite continuar con el trabajo genético, ya no solo de La vorágine, sino también de su obra poética”.
Además, como parte de las actividades y proyectos liderados por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, y la Biblioteca Nacional de Colombia, en el marco de la celebración del centenario de La vorágine y teniendo a la mano el original de Juan Gil que permaneció escondido durante más de un siglo, se publicará una transcripción del texto del manuscrito acompañado de un análisis del proceso de adquisición y un estudio de este documento elaborado por Norma Donato.
Una revelación justa de la ópera prima de José Eustasio Rivera que quizá, de forma simbólica, representa el pago de una deuda que no se tenía que saldar en vida.
* Arantxa Díaz Aguirre integra el equipo de comunicaciones de la Biblioteca Nacional de Colombia.