El Magazín Cultural

Juan Goytisolo: “Soy un escritor español nacido en Cataluña”

Nació en España, Murió en Marrakech. Tenía razón: la literatura suya también era mudéjar, mejor aún, universal.

Mónica Sarmiento Duque
06 de junio de 2017 - 03:53 a. m.
Juan Goytisolo murió a los 86 años en Marrakech. / AFP
Juan Goytisolo murió a los 86 años en Marrakech. / AFP

“Soy un escritor español, nacido en Cataluña”, clara forma de evidenciar su desprecio por las brechas, pugnas y líneas imaginarias que trazan las corrientes separatistas que tanta fuerza han cobrado y que incluso cambiaron, en cierto momento, la geografía europea al aumentar el número de países. Hay frases que quedan escritas de manera indeleble en nuestra memoria, aunque ya no sé si las leí o las escuché directamente de Juan Goytisolo, un intelectual de tiempo completo, tan grande que hasta fue capaz de definir, al menos en teoría, el momento de su retiro para no seguir instrucciones de editoriales. (Lea también: "A la llana y sin rodeos", discurso que dio el escritor español Juan Goytisolo al recibir el Premio Cervantes en 2014).

Tuve el privilegio, una vez más sin dimensionarlo en su momento, de conocer a este gran hombre de las letras en julio de 1992, en los cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid que se dictaban en El Escorial. Ya entonces, él estaba obsesionado por rechazar todo aquello que segregara grupos por razones políticas, raciales, orientación sexual o preferencia religiosa y terminara por exterminar la diversidad cultural.

Hombre callado, de semblante pálido, contundente, con un discurso firme, expresado sin embargo en un suave tono de voz. Dueño de palabras certeras y mirada profunda. No se creyó la gloria, ni la fama, vivió de manera coherente, más admirable aún, que el sinnúmero de reconocimientos que recibió, incluido el Premio Cervantes.

Corría el año 1992, se vivía un momento de “oro” para España. La Expo de Sevilla y los Olímpicos de Barcelona en el mismo año. También el quinto centenario del descubrimiento de América, una oportunidad para rechazar cualquier celebración, según Goytisolo, que fuera más parecida a una hecatombe que a un triunfo. Distinción entre descubrimiento y conquista.

En aquel verano fui testigo de la entrevista que concedió al programa Palabra mayor que dirigía R.H. Moreno-Durán. En ese programa, ataviado de camisa y pantalón color verde militar, habló de su vida personal, sus sueños editoriales y políticos, sentado en una silla blanca y rodeado de naturaleza, pues sus libros y sus otros afectos no estaban por ahí cerca. Reveló sus supersticiones en relación con anticipar algo de sus próximas creaciones literarias y confesó lo valioso que le resultó aprender árabe a los 40 años con enorme esfuerzo, para entender que finalmente la literatura española era también mudéjar.

También sabía francés, aprendió turco y seguramente muchas cosas más para ser uno más en barrios y rincones multiculturales de todo el mundo.

Toda guerra es absurda, Goytisolo lo tenía muy claro por las consecuencias de la guerra civil española en su propia vida. Fue activista, militante, promotor de la libertad de pensamiento y gritó a su modo para defender el derecho de pensar o ser distinto. Tuvo que reconocer que las revoluciones no terminan por evolución histórica o reinvención sino por simple supervivencia económica.

En años posteriores visitó nuestra casa en Bogotá y recuerdo con enorme gratitud la forma amorosa como jugó con mi hijo Alejandro, entonces un pequeño niño vestido con pijama roja. Era un hombre tan contundente como dulce. Busqué en vano las fotos de ese momento, pero tal vez eso no resulta en verdad tan importante como el haber tenido la fortuna de haber escuchado a este señor intelectual que se solidarizó con el dolor ajeno, pero no sólo con la pluma, también con su propia acción, como lo demuestra su compromiso con Sarajevo y tantas otras latitudes que lograron sobrevivir para mostrar la metáfora de una de sus más célebres obras, Paisajes después de la batalla.

Nació en España, murió en Marrakech. Tenía razón: la literatura suya también era mudéjar, mejor aún, universal.

Por Mónica Sarmiento Duque

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