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Juan Pablo Meneses: ¿Pensamiento global tercermundista?

Desde la bahía de Valparaíso partió el periodista Juan Pablo Meneses (Santiago de Chile, 1969) rumbo al cabo de Hornos para escribir la última de las crónicas de su libro “Una vuelta al tercer mundo” (Debate, 2015).

Isabel-Cristina Arenas
30 de enero de 2016 - 02:00 a. m.
Juan Pablo Meneses muestra un ejemplar de su libro de crónicas de viajes “Equipaje de mano”./ Facebook
Juan Pablo Meneses muestra un ejemplar de su libro de crónicas de viajes “Equipaje de mano”./ Facebook

Si alguien se sienta frente al río Calle-Calle en Valdivia (Chile), puede ver un astillero como quien ve la carpintería por la que pasa de vez en cuando. Hasta ese momento yo no había pensado en los procesos de manufactura y control de calidad de un barco; era algo tan abstracto como pensar en una fábrica de edificios. Había visto películas en donde construían, a mano y en pocos días, la barca del diluvio universal, nada más. En mi tierra todo es montaña, meseta y parapentes. Y ahora, en la costanera frente al río Calle-Calle, podía ver cómo ensamblaban un barco parecido al de Noé pero en una empresa llamada Asenav.Días después, y casi mil kilómetros al norte de Valdivia, me entretuve viendo los barcos en su máxima expresión desde los cerros de Valparaíso, la ciudad de los funiculares y casas de colores, incluida la Sebastiana de Pablo Neruda. Desde allí, la bahía de Valparaíso, partió el periodista Juan Pablo Meneses (Santiago de Chile, 1969) rumbo al cabo de Hornos para escribir la última de las crónicas de su libro Una vuelta al tercer mundo (Debate, 2015). En esos mares del cabo, los más peligrosos del mundo según el famoso pirata Francis Drake (el mismo que asustó a la bisabuela de Úrsula Iguarán en Cien años de soledad), viajó Meneses a bordo del Khersones, un barco construido en los astilleros de Gdansk en Polonia. El periodista cuenta que el cabo de Hornos es el Everest de los hombres de mar: “Han sido casi diez mil los marinos muertos y no menos de ochocientos los barcos hundidos”.

La mitad de los pasajeros del Khersones eran estudiantes de la escuela de marina ucraniana y la otra mitad alemanes turistas que financiaban el trayecto. Salieron de Valparaíso, cruzaron el cabo y llegaron a Buenos Aires. Meneses había terminado su vuelta al tercer mundo. Antes pasó por Cándido Godói en Brasil, Dakar, Etiopía, la frontera entre India y Pakistán, Kuala Lumpur, Ho Chi Minh, Chiapas, Bolivia, la mina de San José en Atacama, y escribió una crónica sobre cada lugar. No pasó por Colombia, pero la idea nació allí. Además, este cronista fue bautizado como colombiano en la traducción holandesa de su libro Niños futbolistas (Blackie Books, 2013), y en ocasiones lo han llamado a pedirle su opinión sobre temas como el fallecimiento de García Márquez o los goles de James Rodríguez. Quizás, en nuestro país encuentre la semilla de su búsqueda.

El objetivo de Meneses era encontrar el pensamiento global tercermundista en esos destinos, pero, como él mismo lo ha dicho, si éste existiera sus historias no tendrían razón de ser. El periodista decidió escribir Una vuelta al tercer mundo después de rechazar un viaje al espacio que le propuso la revista SoHo en Colombia, en donde él enviaría textos sobre su vida fuera de este planeta. Pero lo rechazó para narrar lo que ocurre en la Tierra e “iluminar las zonas más oscuras de la aldea global”. Él se define como un periodista portátil: “Mientras pueda moverme, viajar, conocer gente y buscar historias, seguiré escribiendo crónicas, cuando ya no pueda inventaré un mundo en mi cabeza”. También es el fundador de la Escuela de Periodismo Portátil y ha publicado Hotel España (Norma, 2010) y Crónicas argentinas (Norma, 2009) entre otros.

“No somos los mismos que salimos, volvemos al mismo lugar, y el resto no se da cuenta que uno es otro”, se lee cerca del final de su crónica sobre cabo de Hornos. Y sí, en parte. Ahí mismo, en el país natal de Meneses, en Chile, yo comencé a leer El mejor de los mundos. Lo había comprado en una librería en Valdivia poco después de haber estado observando cómo fabricaban los barcos en Asenav. El autor del libro es Quim Monzó, un catalán que de forma inconsciente comenzó a empujarme hacia Barcelona en donde, años después, terminé viviendo.

Por Isabel-Cristina Arenas

 

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