Junot Díaz: “Para mí, escribir siempre es difícil”

Cuando se mudó con su familia a un barrio de New Jersey, Junot Díaz pensó que el país que algunos dominicanos llamaban “Nueva Yol” era más raro que el diablo.

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SORAYDA PEGUERO ISAAC
06 de mayo de 2018 - 03:00 a. m.
Junot Díaz tiene cuatro hermanos y nació en el barrio Villa Juana, en Santo Domingo. / AP
Junot Díaz tiene cuatro hermanos y nació en el barrio Villa Juana, en Santo Domingo. / AP
Foto: AP - Bebeto Matthews
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Era el mes de diciembre de 1974. Hacía mucho frío. Estaba a punto de cumplir seis años y acababa de llegar de Villa Juana, su barrio en Santo Domingo. No le gustaba la escuela. No le gustaban las peleas de boxeo que los muchachos improvisaban en la calle, y no le gustaba que su papá, un ex militar de la dictadura de Trujillo, le diera una pela a cada rato.

¿Es cierto que cuando era niño intentó volar como Spiderman y acabó en el hospital?

Muy cierto. Cuando era niño, realmente creía que era Spiderman, o al menos su hijo. Y, por supuesto, terminé cayéndome de un árbol. Casi me mato. A mi mamá todavía le encanta contar esa historia. Ya sabes cómo es: cualquier historia que no termine con la muerte de alguien de nuestra familia puede convertirse en una comedia.

Junot Díaz cumplió su promesa de escribir un libro para niños. Se trata de un cuento que en inglés se llama Islandborn y que en español se llama Lola, como su protagonista. Al principio de la historia, la profesora de Lola les pide a sus alumnos que hagan un dibujo de su país natal. Estamos hablando de una escuela de Washington Heights en la que todos los niños provienen de lugares lejanos. Lola no es una excepción, nació en República Dominicana, pero tiene un problema: “Señorita, ¿qué pasa si uno no se acuerda del lugar de donde es? ¿Y si uno se fue antes de poder recordar?” Lola no tiene recuerdos de su país de origen. Cuando llegó a Estados Unidos era un bebé. Tendrá que construir una imagen de la Isla con memorias prestadas. Preguntarle a su abuela, al barbero del barrio, a la señora que vende empanadas a la salida de la escuela. Tendrá que ir anotando todo en un cuaderno para que no se le olvide ningún detalle. Así descubrirá que su Isla es “como el interior de una tambora”, que tiene “playas que son poesía”, gente de todos los colores y héroes legendarios. Pero no todos los recuerdos de la Isla son hermosos. Y no solo por los ciclones, o por el sol, que a veces pica más que las hormigas coloradas. Una noche, poco antes de irse a dormir, Lola le pregunta a su abuela: “¿Tú sabías del Monstruo?”

En la última página del cuento, usted escribió: “A Camila, Dalia, Matteo, India y Mai. Siento la demora”. Lola es una promesa que llega con un poco de retraso.

Sí, con mucho retraso. Hace 20 años les prometí a mis ahijadas y a mi hermana mayor que escribiría un libro sobre chicas afrodescendientes, como ellas. Así es como surgió Lola.

¿Fue difícil escribir para niños?

Para mí, escribir siempre es difícil. Con el libro para niños, la idea central, lo que en inglés llamamos the conceit, es todo. Me llevó casi un año dar con el concepto adecuado. Y luego un año largo y frustrante hasta lograr entender bien las palabras.

Cuando trabaja en un libro, usted suele elegir las lecturas que lo acompañarán durante el proceso de escritura. ¿Qué libros leía mientras escribía Lola?

Leí mucho. Todos los libros ilustrados de Jacqueline Woodson y de Edwidge Danticat. Leí un montón de libros de Yuyi Morales. Y leí cerca de 100 libros para niños que no me gustaron mucho pero que me ayudaron en el proceso.

Leo Espinosa es el ilustrador colombiano que recreó los dos mundos de Lola, el que transcurre en Estados Unidos y el que su emigración temprana le impide recordar. En septiembre de 2017, Espinosa compartió una foto de la portada de Lola con sus seguidores de Facebook, escribió: “Seis meses de trabajo en Islandborn han terminado hoy. República Dominicana en mi mente”. Junot Díaz dice que Espinosa es capaz de dibujar el pelo de los afrocaribeños como nadie. Las ilustraciones del colombiano, que ha colaborado con The New Yorker, Esquire y The New York Times, tienen los colores brillantes y el estilo de los años 50 que el autor dominicano prefiere en los libros infantiles.

Usted ha expresado que se siente más que complacido por el trabajo de Leo Espinosa.

Él es un genio. No solo posee la capacidad mágica de capturar un mundo entero con media docena de líneas, su ojo para el color y el movimiento y para nuestros cuerpos, nuestros bellos cuerpos caribeños, es magistral. El arte de Leo está lleno de alegría, tan lleno de alegría que, cada vez que estoy inmerso en sus dibujos, siento que estoy en una fiesta maravillosa.

El dilema de Lola es que cuando se marchó de la Isla era un bebé. Usted tenía cinco años cuando emigró a Estados Unidos. ¿Tiene recuerdos de su infancia en República Dominicana?

Tengo muchos recuerdos. No me gustaban los Estados Unidos. República Dominicana era todo lo que soñaba en esos primeros años; solo quería irme a casa. Atesoré y conservé todos mis recuerdos de la Isla. Tengo una hermanita que no tiene ningún recuerdo de Santo Domingo, ella me ayudó a inspirarme para el libro.

A los 14 años, Junot Díaz dejó de ser un nerd. Pensó que era el momento de prestar más atención a las chicas y de demostrar su talento en las pistas de baile. Su mamá tenía algunas sospechas, creía que su hijo no era muy normal: leía demasiado. Leyó todos los libros de Ray Douglas Bradbury que encontró en la biblioteca de Madison Park. Leyendo a Bradbury, Junot Díaz se emocionó hasta las lágrimas y tuvo el presentimiento de que había encontrado lo que quería hacer el resto de su vida. Durante su etapa universitaria desarrolló su vocación de activista y empezó a colaborar con diferentes asociaciones hispanoamericanas. A menudo experimentaba la sensación de despertar y no saber en qué país se encontraba. Ese sentimiento de extravío lo impulsó a escribir sobre sus orígenes y sobre la vida de los inmigrantes en Estados Unidos. Era la realidad que mejor conocía, y la menos contada: “No encontrar personajes que se parecieran a mí en los libros que leía cuando era joven, me marcó profundamente”. Con un lenguaje que pasa de la poesía a la vulgaridad, y del inglés –idioma en el que escribe sus libros– al habla coloquial dominicana, la literatura de Junot Díaz aborda temas como la emigración, las infidelidades, el racismo, el sexo, la vida en el gueto y el machismo. En la primera historia que escribe para niños, el dominicano habla de identidad, del sentido de pertenencia y del peso de la memoria colectiva.

¿Recuerda su primer encuentro con la literatura?

Cuando emigré a los Estados Unidos, me enamoré de los libros y me enamoré de las bibliotecas. No sé si puedo explicarlo… Simplemente sucedió. Estaba aprendiendo un nuevo idioma y necesitaba un hogar en inglés. Encontré ese hogar en los libros.

La lectura tiene fuertes competidores (redes sociales, videojuegos, contenido multimedia). ¿Escribir un libro para niños es su manera de practicar la “esperanza radical”?

No estoy seguro... Ciertamente, la lectura está siendo asediada. Las personas tienen cada vez menos tiempo para la contemplación. Pero creo que la situación podría ser mucho peor, y creo que los lectores estamos haciendo un trabajo heroico. Estamos preservando una práctica invaluable.

Algunos adultos se preguntan si el Monstruo que aparece en Lola está inspirado en Trujillo, el dictador. ¿Es así?

Por supuesto. Todos los niños del libro provienen de países que han sido afectados por monstruosidades políticas. El Monstruo es una metáfora de ese terrible legado.

¿Cuál era su héroe (o heroína) de ficción favorito?

Sethe y Paul D, de Beloved, la novela de Toni Morrison.

¿Y el malo que más detestaba?

La maestra de la escuela de Beloved.

¿Hasta qué punto cree que la literatura debe proteger la inocencia de los niños?

Los padres no están muy interesados en proteger la inocencia de sus hijos; de lo contrario, ¿por qué permitir que florezca una sociedad tan injusta y perversa? Lo que los padres están protegiendo es su inocencia mítica. Por supuesto que hay límites, pero no creo que los jóvenes de cualquier edad sean tan inocentes como sus padres quisieran.

Después de licenciarse en inglés en la Universidad Rutgers (1992), Junot Díaz cursó una maestría en Bellas Artes en la Universidad Cornell. Es profesor de escritura creativa en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y editor de ficción de la revista Boston Review. Es el primer latinoamericano que ha sido nombrado miembro del jurado de los Premios Pulitzer. En 1996 publicó el libro de relatos Drown (Riverhead Books), editado por Mondadori en 1998 con el título Los boys. Once años más tarde publicó La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Mondadori, 2007), una novela que fue alabada por la crítica estadounidense y que resultó ganadora de un Pulitzer en 2008. Regresó a las librerías seis años después con otro libro de relatos: Así es como la pierdes (Mondadori, 2013).

Las mujeres que aparecen en sus libros tienen una fuerza sísmica, parece que pueden con todo. ¿Están inspiradas en personajes reales, en mujeres que usted conoce?

Para que una mujer sobreviva a las opresivas sociedades del Caribe tiene que ser sobrehumana. Mi madre, sus hermanas, mis hermanas, mis amigas, todas ellas fueron una inspiración para las mujeres de mis libros.

¿Qué pueden hacer los hombres para dejar de ser fieles al sistema machista que oprime a las sociedades del Caribe?

Individualmente, los hombres pueden romper sus lealtades con el patriarcado a través de labores largas y duras. A nivel colectivo, necesitamos una revolución.

Una de sus mayores decepciones, mientras estudiaba en la Universidad Cornell, fue descubrir que las historias de la gente de color estaban siendo ignoradas. ¿Cree que actualmente los niños inmigrantes, los niños de color que viven en Estados Unidos, se sienten representados por las historias que leen?

No. La literatura en todo el hemisferio, ya sea en América del Norte, América del Sur, América Central o el Caribe, es abrumadoramente blanca. Y, por lo tanto, es abrumadoramente inexacta. Refleja el privilegio blanco más de lo que refleja la realidad.

Usted entiende los cambios sociales como un síntoma de la frustración de las nuevas generaciones. ¿Llegó a sospechar que Trump podía ganar las elecciones?

Al principio no. Pero en el último mes, de repente, me di cuenta de que mucha gente estaba comprando sus mentiras y de que las elecciones estaban en peligro. Tengo dos amigos que sabían qué iba a suceder antes de que ninguno de nosotros lo hiciera.

En una entrevista que ofreció al diario El País en 2013, dijo que la Universidad ha reemplazado los valores de la educación por un modelo de negocio. Para usted, como profesor, ¿cuáles son las principales consecuencias de este cambio?

Que no hay suficientes becas para estudiantes, la devaluación y en algunos casos la destrucción de programas de artes liberales. Otra consecuencia es que se está impulsando que la educación sea vista como una capacitación que solo conduce al trabajo, y no como un medio que conduce al pensamiento crítico y a la transformación.

Muchos piensan que usted es una representación del inmigrante exitoso en Estados Unidos, un ejemplo de que realizar el “sueño americano” es posible.

En mi opinión, las personas no son el punto de referencia del éxito; las comunidades, en cambio, sí lo son. Y mi comunidad todavía está siendo discriminada, excluida y tratada como una mierda. Cuando mi comunidad finalmente funcione bien, podremos decir que hemos logrado el sueño americano.

En un texto autobiográfico publicado por The New Yorker en abril de 2018, Junot Díaz contó que cuando tenía ocho años fue violado por un adulto de su absoluta confianza. Durante una firma de libros en Amherst, un pueblo de Hampshire (Massachusetts), un lector se acercó al escritor dominicano y le preguntó sobre los abusos sexuales que refiere en sus libros. Quería saber si él mismo había sido víctima de una violación. El dominicano dice que aunque se sintió asustado, estaba tan acostumbrado a la máscara que usaba en todas sus intervenciones públicas, en su vida cotidiana, con su familia y amigos, que no tuvo reparos en mantener el tipo y evadir la pregunta. En su testimonio, Junot Díaz cuenta que el trauma que sufrió después de haber sido violado lo llevó a atentar contra su vida, a tener problemas familiares y a boicotear sus relaciones. También habla de sus obsesivos intentos de seducción, y de cómo pasó de ser el negro que no se acostaba con nadie a ser el negro que se acostaba con todas, convirtiéndose así, según sus propias palabras, en un “maldito perro”.

El viernes 4 de mayo, durante una intervención de Junot Díaz en el Festival de Escritores de Sídney, la escritora estadounidense Zinzi Clemmons le preguntó sobre el texto autobiográfico que publicó en The New Yorker. Después le pidió explicaciones sobre el modo en que la trató seis años atrás, cuando Clemmons, que actualmente es profesora de escritura creativa en el Occidental College de Los Ángeles, tenía 26 años y era estudiante de posgrado en la Universidad de Columbia. Unas horas más tarde, se supo que el escritor dominicano canceló el resto de sus compromisos con el Festival y se dispuso a abandonar la ciudad australiana. La repercusión mediática del incidente se agudizó después que Clemmons trasladara su testimonio a su cuenta de Twitter, donde acusó al escritor dominicano de haberla besado a la fuerza durante un taller de escritura al que Junot Díaz asistió invitado por ella. Las escritoras Monica Byrne y Carmen María Machado se sumaron al hilo de la conversación, acusando al dominicano de misoginia y abuso verbal. Según Clemmons, con la publicación de su ensayo en The New Yorker, Junot Díaz trató de adelantarse a una oleada de acusaciones similares a la suya.

A través de Nicole Aragi, su agente literaria, Junot Díaz publicó un comunicado de prensa en el que asume la responsabilidad por su pasado: “Esa es la razón por la que tomé la decisión de decir la verdad sobre mi violación y sus consecuencias dañinas. Esta conversación es importante y debe continuar. Estoy escuchando y aprendiendo de historias de mujeres en este movimiento cultural esencial y atrasado. Debemos continuar enseñando a todos los hombres sobre el consentimiento y los límites”.

 

Por SORAYDA PEGUERO ISAAC

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