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Juntanza Nacional por la Paz: invitación a delirar y soñar

Texto leído por la escritora y vicedecana de Investigación y Extensión de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia en el evento cultural que se realizó el fin de semana pasado en Bogotá.

Alejandra Jaramillo Morales / Especial para El Espectador

12 de diciembre de 2023 - 09:00 a. m.
La Juntanza Nacional por la Paz contó, el 9 y 10 de diciembre, con la participación de lideresas regionales, maestros y artistas de diferentes regiones del país. El encuentro fue en el Fondo de Cultura Económica, donde se recogieron ideas para darle un espacio protagónico a la cultura en el proceso de construcción de nacional paz.
Foto: Cortesía Mincultura
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Delirar y soñar

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Paso 1: el delirio

En el año 2016, estuvimos con un grupo de escritores y escritoras entrevistando mujeres de la organización femenina popular en Barrancabermeja. Íbamos a escribir cuentos que surgieran de esas conversaciones. Es decir, permitir al testimonio revolver el alma de quienes escribimos para dar cuenta de esa experiencia sanadora y delirante a la vez, y así desentrañar en el acto de las palabras las honduras de nuestra guerra. Una historia me marcó para siempre. Era el extremo del simbolismo de la violencia colombiana.

En Barranca las mujeres de le OFP habían construido una casa de la mujer, donde se servía almuerzo todos los días y se apoyaba a las mujeres para superar las violencias de todos los bandos de la guerra que se habían tomado la ciudad. Los ejemplos son mucho y muy impresionantes, pero ahora no hay tiempo de darlos. Lo claro es que esa casa era un lugar de salvación para las mujeres. Una noche llegaron varias camionetas llenas de hombres que se bajaron a tumbar la casa. La tumbaron y se la llevaron. Se llevaron hasta el último ladrillo. Toda la violencia ejercida sobre los cuerpos de las mujeres, sobre su actividad, sobre el servicio que esas mujeres prestaban a la comunidad se volvía símbolo con este acto material de barbarie. Y nosotros teníamos el imperativo de crear desde esa brutalidad, darle forma para que no se repitiera, para comprender qué hacía a otros colombianos capaces de tanta atrocidad. Por cierto, es hermoso saber que hoy, a esta misma hora el Ministerio de las culturas las artes y los saberes está firmando pactos en el marco de la política de cultura de paz, en esa misma ciudad. Entonces, en ese tiempo acudíamos, como creadores, al delirio para revisitar ese pasado, regresar para sufrir, sanar y narrarlo. Descubrir la voz que podía contar esas historias hasta calarnos el alma con la impotencia. Sí, era una necesidad. Escribir el delirio del dolor. Y como académica puedo decir que para eso han servido también las maestrías y programas de escritura creativa para este país. Ha sido precisamente abrir el campo a la escritura y la lectura y la multiplicidad de textos que nos enfrentan al horror. Sin embargo, algo se transformó y podemos encontrar otro lugar para narrar.

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Artistas que participaron de la Juntanza Nacional por la Paz, el domingo pasado, en el centro de Bogotá.
Foto: Cortesía Mincultura

Paso dos: soñar.

La invitación a soñar en ningún momento significa que el arte salga del delirio. El arte es en sí mismo delirio. Una forma delirante de crear la verdad sobre el mundo. Pero quiero hablar del sueño en una relación con el futuro. Empecemos por aquí.

Lo que los colombianos y colombianas logramos en junio de 2022, fue la apertura de un nuevo portal hacia el futuro. Le ganamos al establecimiento y rompimos la pesadísima idea de que nunca el cambio podía llegar a ser la bandera del gobierno colombiano. Esta arremetida violenta y fraudulenta que realizan hoy las élites y los medios de comunicación son una muestra del verdadero tamaño de lo logrado. Ellos lo saben y lo temen. Estas acciones son el pataleo de quienes perdieron el control simbólico sobre la ciudadanía, porque por más de que tengan mucho poder, hay un velo que se corrió definitivamente. Lo grave es que nos quieren robar la alegría de haberlo logrado. Nos quieren llevar casi hasta sentir que no valió la pena. Es una violencia simbólica apabullante. A veces tengo la imagen, que espero nunca suceda, de ver cientos de camionetas, llenas de hombres que vengan a tumbar el Palacio de Nariño. Como lo hicieron con la casa de la mujer en Barrancabermeja. Porque tienen tanto miedo a nuestra alegría y nuestros logros que serían capaces de lo peor. Entonces veo cómo una de las salidas a esa violencia que nos quiere robar la alegría, una escritura que se ubique desde el sueño. Escribir desde el sueño para ver en nuestro presente ese portal que se abrió al futuro. Empezar a narrar los futuros posibles que la ciudadanía logró instaurar al elegir el gobierno del cambio

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Si escribir el pasado, y quizás seguir haciéndolo siempre es un imperativo, cantar, escribir, bailar, actuar, pintar otros futuros es en el presente nuestro compromiso con la historia por venir. No nos dejemos arrebatar este momento y su inmensa importancia para la vida de todas las personas en este país. Hagamos del arte el territorio del ensueño que le da su verdadera dimensión a lo que nuestros ojos están viendo en estos tiempos que muchos de nosotros creímos que nunca llegaríamos a ver.

Por Alejandra Jaramillo Morales / Especial para El Espectador

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