Katherine Johnson, Mary Jackson y Dorothy Vaughan, y su huella en el imaginario social
Dorothy Vaughan, Katherine Johnson y Mary Jackson, quienes pertenecieron al grupo segregado de las “computadoras del ala oeste” del Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica (NACA), institución conocida posteriormente como la NASA, se dedicaron a hacer los cálculos matemáticos necesarios para llevar al hombre estadounidense al espacio. En un contexto de Guerra Fría, a nivel internacional, y de lucha por la defensa de los derechos civiles, a nivel doméstico, estas mujeres se convirtieron en referentes en contra del racismo y de los estereotipos de género, desde su trabajo diario. Así lo muestra la película Talentos ocultos.
María José Noriega Ramírez
En medio de la Guerra Fría y de la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética por explorar el espacio, porque en un conflicto en el que no se dieron hostilidades y ataques directos, porque eso equivalía a la autodestrucción, pero sí se desafió el poder entre una y otra potencia, mostrar la ventaja de una era restarle poder simbólico a la otra. Así, la carrera espacial de los años 60 tuvo el objetivo de ampliar el dominio de uno de los dos países, más allá de los límites terrestres, por ambición de poder. El primero en lograrlo, sin duda, iba a equilibrar las fuerzas de un mundo polarizado a su favor, y Estados Unidos estaba presionado. La Unión Soviética, para finales de la década de los 50, situó en órbita a Sputnik, el primer satélite artificial, y el 12 de abril de 1961 pasó a la historia como el día en el que Yuri Gagarin alcanzó la órbita de la Tierra, un límite al que nunca había llegado una persona.
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
En medio de la Guerra Fría y de la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética por explorar el espacio, porque en un conflicto en el que no se dieron hostilidades y ataques directos, porque eso equivalía a la autodestrucción, pero sí se desafió el poder entre una y otra potencia, mostrar la ventaja de una era restarle poder simbólico a la otra. Así, la carrera espacial de los años 60 tuvo el objetivo de ampliar el dominio de uno de los dos países, más allá de los límites terrestres, por ambición de poder. El primero en lograrlo, sin duda, iba a equilibrar las fuerzas de un mundo polarizado a su favor, y Estados Unidos estaba presionado. La Unión Soviética, para finales de la década de los 50, situó en órbita a Sputnik, el primer satélite artificial, y el 12 de abril de 1961 pasó a la historia como el día en el que Yuri Gagarin alcanzó la órbita de la Tierra, un límite al que nunca había llegado una persona.
En esta carrera espacial, la NASA, antes conocida como el Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica (NACA), parecía quedar atrás y la esperanza estaba puesta en John Glenn, quien unos meses después, en febrero de 1962, se convirtió en el primer americano en efectuar un vuelo orbital, realizando tres viajes alrededor del planeta. Por esos años, Estados Unidos era escenario de la lucha, encabezada por Martin Luther King, de la defensa de los derechos civiles, en un contexto en el que la segregación se vivía día a día. Los espacios públicos, como el transporte y las bibliotecas, estaban físicamente divididos. Un lado de la sociedad creía ser superior a otro, y la población afroamericana fue aislada y relegada a la parte de atrás. El comité aeronáutico, que luego se transformó en la agencia desde donde se trataban de superar los límites físicos del planeta, no fue indiferente a esa división construida por el ser humano: la discriminación racial.
Un grupo de mujeres afroamericanas, entre las que estaban Dorothy Vaughan, Katherine Johnson y Mary Jackson, quienes pertenecieron al grupo segregado conocido como “computadoras del ala oeste”, se dedicó a hacer los cálculos matemáticos necesarios para llevar al hombre estadounidense al espacio. El Grupo de Trabajo Espacial necesitaba de alguien que manejara la geometría analítica y Johnson fue la indicada para ello.
Aunque durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt, a través de la Orden Ejecutiva 8802, se prohibió la discriminación racial en la contratación de servicios federales y de asuntos de defensa, lo que permitió que las mujeres afroamericanas trabajaran desde los años 40 haciendo cálculos matemáticos para el desarrollo de proyectos aeronáuticos y de aviación, pero sin poder involucrarse por completo en ellos, según se lee en la BBC, lo cierto es que la discriminación racial continuó. “En la oficina, las mujeres se sentían iguales, pero en la cafetería y en los baños diseñados para jóvenes de color, los carteles eran un recordatorio de que incluso dentro de la meritocracia de la función pública en EE. UU. (...) unos eran más iguales que otros”, escribió Margot Lee Shetterly, autora del libro Talentos Ocultos, que sirvió como base para la filmación de la película que narra la historia de Vaughan, Johnson y Jackson, bajo el mismo título.
Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos la primera parte del perfil de Angela Merkel
En la película, Johnson entra a la sala del Grupo de Trabajo Espacial. Allí, un grupo de hombres blancos, que parecen hormigas trabajando en secuencia, se queda absolutamente mudo. Las miradas son de asombro ante la llegada de una mujer afroamericana. Según se lee en el Washington Post, la película se tomó algunas libertades para retratar la segregación que se vivía en Estados Unidos, como cuando muestran que Johnson tenía que correr cerca de media milla para entrar al baño para afroamericanas, pues en el lado este no había ninguno. Sin embargo, la matemática le aseguró al periódico estadounidense que ella siempre usó el baño más cercano a su escritorio. “No sentí mucha discriminación, pero esa soy yo”, afirmó en una historia oral de la NASA, en 1992. Sin embargo, confesó que cuando detectaba alguna actitud racista, como cuando un compañero decidió irse del lugar cuando ella llegó, trataba de no responder ante la acción. “No llevo mis sentimientos sobre mis hombros, lo supe manejar”, afirmó.
Si bien Johnson no fue la primera mujer afroamericana en trabajar como matemática en la NASA, ella, quien confesó que de niña contaba todo, desde los pasos que daba para llegar a la iglesia hasta el número de platos que lavaba en su casa, se convirtió en un símbolo contra el racismo y los estereotipos de género, sin intención de llegar a serlo. “Solo estaba haciendo mi trabajo. Ellos necesitaban información y yo la tenía, y no importó que yo la encontrara. En ese momento, la cuestión era de una pregunta y una respuesta”, se lee en el Washington Post.
A la par de su historia, la película Talentos ocultos también narra la vida de Dorothy Vaughan y Mary Jackson. Por un lado, Vaughan se convirtió en la primera supervisora afroamericana del grupo “computadoras del ala oeste”, una de las pocas mujeres que ocupó ese cargo, cuando aún se conocía la institución como NACA y se vivía la segregación. Ella se convirtió en una líder para el grupo de afroamericanas que estaba bajo su mando, pero también para las mujeres de raza blanca, abogando por mejores salarios y por los ascensos que eran merecidos. Además, trabajó de la mano de Vera Huckel y Sara Bullock, que pertenecieron al grupo de “computadoras blancas”, en la compilación de un manual de métodos algebraicos para máquinas de cálculo y, posteriormente, fue parte de la División de Análisis y Computación, un grupo diverso de raza y género dedicado a la informática y a la electrónica. Así, para Vaughan, la conquista de una era la conquista de todas.
Lo invitamos a leer la segunda parte del perfil de Angela Merkel
Por otro lado, Mary Jackson fue la primera mujer de la NASA, así como la primera afroamericana, en ser ingeniera aeronáutica. Graduada como matemática y física, sus aspiraciones iban más allá: quería participar en un programa de entrenamiento que le permitiría tener el rol y las responsabilidades de una ingeniera, no solo de una matemática. Para ello, debía tomar unos cursos de posgrado en matemáticas y física, avalados por la Universidad de Virginia, en las instalaciones segregadas de la escuela secundaria Hampton. Su raza, que históricamente ha sido construida por otros como una barrera dentro de la vida social, parecía ser el impedimento máximo para alcanzar su meta. Sin embargo, y sabiendo que el color de su piel era inalterable, pero que los pensamientos y la sociedad en su conjunto sí podían avanzar hacia nuevos horizontes, decidió solicitar permiso a las autoridades de la ciudad de Hampton para tomar las clases. “Ninguna mujer negra en Virginia ha asistido a una escuela para blancos, es inaudito. Y antes de que Alan Shepard tripulara ese cohete, ningún estadounidense había ido al espacio. Ahora se le recordará como el marino de New Hampshire que tocó primero las estrellas. Yo planeo ser ingeniera en la NASA, pero no puedo hacerlo sin tomar clases en esa escuela para blancos. No puedo cambiar el color de mi piel, así que no tengo más opción que ser la primera”. Aunque le dijeron que Virginia seguía siendo un estado segregado, a pesar de las directrices que se daban desde el gobierno federal, y que la ley era la ley, Jackson logró obtener la autorización oficial para asistir a los cursos nocturnos que la llevaron a graduarse como ingeniera aeronáutica. Esto, en un contexto en el que se le escuchaba decir a Martin Luther King: “Creemos que le hacemos un gran servicio a nuestra nación, pues esa lucha no es solo para nosotros, es una lucha para salvar el alma de Estados Unidos”.