La batalla que aseguró la Independencia de Colombia

El periodista y escritor narra cómo fue la batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819 que agregó el último capítulo a la campaña libertadora.

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Héctor Muñoz/ Historiador
07 de agosto de 2019 - 02:00 p. m.
Paso del ejército libertador por el páramo de Pisba”, óleo del maestro Francisco Antonio Cano, 1922. Casa Museo Quinta de Bolívar, Bogotá. / Imagen de archivo
Paso del ejército libertador por el páramo de Pisba”, óleo del maestro Francisco Antonio Cano, 1922. Casa Museo Quinta de Bolívar, Bogotá. / Imagen de archivo
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"Si Venezuela me dio la vida, Boyacá me dio la gloria",Simón Bolívar.

Una “conferencia reservada” sostuvieron el primero de agosto de 1819 los generales Bolívar, Santander, Soublette y Anzoátegui, y los coroneles Carrillo, Plaza, Mojica, Infante, Rondón y otros oficiales patriotas. La reunión fue convocada por el Libertador al tener conocimiento de que hacía Tunja se dirigían varios destacamentos realistas llamados de urgencia por José María Barreiro, quien acababa de ser derrotado en el Pantano de Vargas.

En cumplimiento de la parte más brillante y hábil de la Campaña Libertadora, el ejército patriota entró el 5 de agosto de 1819 victorioso a Tunja y desconcertó totalmente a los realistas. Los españoles que estaban en esta ciudad esperando la llegada de Barreiro, sufrieron honda desilusión y gran sorpresa. Muchos tuvieron que huir apresuradamente y otros se resignaron a quedar prisioneros. Gracias a la estratégica y rápida marcha planeada por el general Bolívar, quedaron cortadas las líneas de comunicación de los “chapetones" y su base secundaria de operaciones quedó en poder de los republicanos. Inesperadamente, el enemigo -después de la batalla del Pantano de Vargas-, quedó a retaguardia y Bolívar se interpuso entre las fuerzas de Barreiro y Santa Fe.

Los españoles se movilizaron para acercarse a Tunja por el camino real de Paipa, y proyectaban seguir hacia la capital del Reino y estar al lado del virrey Sámano. El 5 de agosto se vivía en Tunja un ambiente de regocijo. El Libertador hizo su entrada en la ciudad a las once de la mañana de dicho día acompañado del estado mayor y de la caballería de Rondón; los batallones y demás caballerías fueron acercándose, de modo que las dos de la tarde estaba reunido todo el ejército.

Tunja acogió a los republicanos con férvidas manifestaciones de patriotismo. Las más linajudas familias se disputaron el honor de hospedar a los jefes y oficiales y la tropa recibió abundantes y afectuosos obsequios, especialmente vestidos. La ocupación de Tunja fue ventajosa en todo sentido: quedó Bolívar interpuesto entre el virrey Sámano v Barreiro; se apoderó de unos 600 fusiles, de los almacenes de vestuarios, paños y víveres que tenían los realistas; cogió los botiquines y maestranzas y todo lo demás que pertenecía a la tercera división, la de los realistas.

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Los españoles entraron a Motavita y desde allí el 6 de agosto hicieron un reconocimiento sobre Tunja, y pudieron darse cuenta de que casi todas las fuerzas patriotas permanecían en esa ciudad y que mantenían un cuerpo de infantería sobre la ermita de Chiquinquirá, situada sobre una altura que llamaban “Loma de los Ahorcados”.

Cortado el paso

Cortado el paso Precisamente desde el “Alto de los Ahorcados", Bolívar se enteró de que el 7 de agosto los realistas se dirigían hacia Santafé y ordenó de inmediato a los jefes patriotas movilizarse para irles a cortar el paso.

Justamente el ejército de Bolívar interrumpió el paso a los realistas en el punto de Casa de Teja y ganó el corto tiempo otra batalla. El general Anzoátegui fue el jefe más destacado en el durísimo combate del 7 de agosto en la tarde, y fue quien, con dos batallones y un escuadrón de caballería, atacó y rindió el cuerpo principal del enemigo.

El jefe de la división realista, coronel José María Barreiro, fue hecho prisionero por un joven soldado de la provincia de Tunja. Los patriotas sorprendieron a los realistas que, en marcha hacia Santafé, se habían detenido a descansar en las cercanías de un pequeño puente, bajo el cual corre el río Boyacá o Teatinos, de escaso caudal.

Toque de cornetas

 Al despuntar la aurora, con extrañeza de muchos, se oyó en Tunja, el 7 de agosto, el toque de cornetas anunciando la marcha. Fueron saliendo, con escaso intervalo, todos los cuerpos de la plaza mayor y ahí tomaron el desayuno, tanto los soldados como oficiales y jefes. Escuchó el señor Mariño el primer toque de corneta y muy sorprendido fue a verse con el general Bolívar. Después del saludo, le dijo el Libertador:

-Sabrá Mariño, que estamos en marcha".

-Sí, excelentísimo señor, le contestó. Ya oí el primer toque.

-Sí, marchamos porque los enemigos no nos atacan y se van para Bogotá, y es preciso alcanzarlos y batirlos, porque si ellos semeten a Santafé, nada habríamos adelantado con el gran triunfo de Vargas.

-Entonces su excelencia determina atacarlos hoy?

-Por supuesto, hoy mismo, y di la orden de municionar el ejército y que los regimientos alisten sus mejores bestias.

-¿Pero no viniéndose por aquí, se irán por Chiquinquirá o por Boyacá?

-Cómo? Hay, pues, ¿dos caminos?, preguntó Bolívar.

-Sí, excelentísimo señor; pero se separan en el Llano de Sora, y se puede ver el que sigan los realistas desde el Alto de San Lázaro.

-Si. Pues vamos a verlos, porque ya deben estar en camino; vaya aliste su caballo.

A los quince minutos, el general Bolívar, el señor Mariño y otros oficiales empezaron a subir la loma, de unas doce cuadras, sobre cuya cima hay una ermita. Los conquistadores dieron a este lugar el nombre de "Alto de los Ahorcados”.

Al llegar a la ermita alcanzaron a ver que efectivamente todas las fuerzas de Barreiro se hallaban en movimiento y que la vanguardia entraba al Llano de Sora. Se desmontaron, Bolívar tomó el anteojo, y el general Soublette y demás miembros del Estado Mayor seguían a simple vista la marcha de los realistas.

Cuando los enemigos de adelante llegaron al sitio donde se bifurca el camino se detuvieron unos momentos, y luego tomaron el de la izquierda y así lo notaron todos los observadores. El Libertador preguntó:

- ¿Dónde se reúne ese camino con el que sale de Tunja?

-En el Puente de Boyacá”, le contestaron.

-¿Y no hay otro camino que puedan seguir?

-No, señor, le respondieron.

Entonces, ya como a las nueve de la mañana, llamó al coronel Manrique y le dijo: “Vaya usted pronto, y diga a los generales Santander y Anzoátegui que hagan marchar el Ejército en muy buen orden por la vía de Bogotá, y prevenido para combatir. Recalque esto, "prevenido para combatir". Bolívar siguió observando al ejército realista hasta que este se ocultó enteramente en las sinuosidades del camino, y al volver a montar les dijo a los compañeros:

-Vamos a ver qué sucede hoy.

Bajaron a la ciudad, almorzaron rápidamente y salieron Bajaron a la ciudad, almorzaron rápida por el camino de Bogotá en alcance de las tropas que iban ligero con Santander y Anzoátegui.

Como es el campo

El campo donde se combatió el 7 de agosto de 1819 está formado por un angosto y pequeño valle que se extiende de occidente a oriente, siguiendo el curso del río Teatinos o de Boyacá; de sur a norte tiene unos cinco kilómetros. El río, aunque pequeño, no da paso sino por muy pocos sitios, porque en sus orillas el terreno se inclina casi perpendicularmente, y las riberas, revestidas de matorrales, son como acantilados.

El terreno de la parte norte presenta una planicie en suave pendiente, con ondulaciones que van alzándose hasta terminar en una crestería, por uno de cuyos contrafuertes llega el camino que viene de Tunja, el cual baja a la explanada donde está la Casa de Teja. Por el pie de la crestería llega al frente de la Casa el camino de Samacá, por donde pasó el ejército realista a dos cuadras de distancia y en una de las hondonadas que forma el cauce del río está situado el puente, de unos cinco metros de luz, y de dos solamente de anchura.

La parte sur es de configuración bastante diferente. Unas cuchillas o ramificaciones del gran nudo del Gachaneca limitan por occidente del terreno, del pie de aquella van extendiéndose hacia el oriente unas lomas de suaves líneas, y casi todas cubiertas de cultivos, que van deprimiéndose al acercarse a la hondonada del puente y forman en sus inmediaciones varias pequeñas cañadas. Las orillas del río por este lado son mucho más altas y escarpadas que las del norte. Un riachuelo que corre más al sur forma una depresión en el terreno, de manera que estas lomas donde se situó todo el Ejército de Barreiro vienen a formar como un valle en relación con los demás del campo.

 Primer encuentro

A las dos de la tarde los Guías de Casanare, que iban de descubierta a órdenes del capitán Ibarra, avanzaban por entre la niebla hacia la Casa de Teja cuando fueron atacados por la segunda compañía del batallón 2 de Numancia que comandaba el coronel Tolrá, y se preparaba para almorzar.

Algunos patriotas volvieron grupas hacia el boquerón a dar aviso a toda la tropa. El coronel Jiménez con su batallón Tambo, creyó que el escuadrón republica era apenas de observación o que había sido destinado simplemente a inquietar la marcha, y se contentó con mandar una compañía a alejarlos del camino.

Al instante, los realistas se adelantaron a rechazar el batallón, que había desplegado por la falda una compañía en guerrilla. Un abaleo nutridísimo se comenzó de parte y parte, e iban ya a acometerse a bayoneta, cuando el batallón de Línea se presentó en formación de batalla, maniobrando hábilmente para envolver por completo a Jiménez. Éste paró el golpe parapetándose en la Casa de Teja y los corrales adyacentes, desde donde desató un violento fuego de fusilería sobre la división granadina.

Santander se dio cuenta de que, con un golpe de audacia, podía conjurarse el peligro en que se hallaban los soldados peleando casi todos a pecho descubierto, y ordenó dar un salto sobre la posición enemiga. Al efecto, por los flancos oriental y occidental se arrojaron las compañías sobre las trincheras, matando al pie de ellas a varios de sus bravos defensores y amenazando eliminar en un instante el magnífico batallón de Barreiro. Considerando que éste no los reforzaba, juzgaron con acierto que el sitio en donde estaban no era el mejor para el combate, y procedieron a abandonar la casa, y en precipitada carrera pasaron el puente y fueron a tomar posiciones mucho más ventajosas y seguras en el lado sur del río.Mientras se realizaba este choque entre las va días, las operaciones se desarrollaban rápida el resto del campo.

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Tan pronto como sonaron los primeros tiros, la división de retaguardia aceleró el paso, pero en vista de la posición de Barreiro, en vez de seguir por el camino principal tomó a la derecha y fue presentando sus cuerpos sobre las alturas que dominan el camino de Samacá. Cuando el realista se vio en tal aprieto y se convenció de que la artillería y el Tambo habían tomado posiciones muy ventajosas en el lado sur del río en vez de esperar la arremetida de los patriotas separados de la vanguardia, retrocedió con velocidad, pasó el río como a una milla del occidente del puente, desplegó un batallón en toda aquella cañada para detener a Anzoátegui, y con el 1 de Numancia y el Rey junto con la caballería fue a situarse en la altura que domina mejor el campo.

En ese momento llegó el general Bolívar al terreno de batalla; se dio cuenta inmediatamente de las ventajas que había para los republicanos, y tomó todas las precauciones para que fueran debidamente aprovechadas y destruir completamente al enemigo.

Los realistas ocupaban un terreno homogéneo, y no podían materialmente darse la mano sus varios cuerpos para repeler un ataque o acentuar una ofensiva. La distribución que Bolívar hizo de sus fuerzas le permitieron conseguir todas las ventajas. Estableció sus líneas como una gran tenaza, cuyo eje situó sobre unas eminencias que hacían frente al cuerpo enemigo principal, ordenó construir pronto unas defensas de césped, y estableció allí la reserva, compuestas de los recién organizados batallones Tunja y Socorro, bajo las órdenes de José Gabriel Lugo, Félix Soler y Fermín Vargas; el ala izquierda quedó constituida por el Cazadores y los Guías sobre el puente y el 1 de Línea, intermedio entre aquellos y la reserva. El ala derecha vino a quedar propiamente separada de la reserva por el río, y por eso se destinó a ella toda la división de retaguardia, porque había de ir por el flanco occidental al romper el cuerpo principal de los realistas.

Numancia se presentó en la línea de batalla para resistir mejor a la caballería; detrás estaba el Rey; a la derecha, hacia el lado que mira al río, se colocaron granaderos de a caballo con Víctor y Juan Esteba a la izquierda los Dragones de Granada con Francisco González, en posición de poder envolver y desplazar una primera columna patriota que se acercara lo suficiente.

Estas eran las posiciones de patriotas y realistas a las tres de la tarde. Con la mirada clavada en el enemigo, estaban también los republicanos Andrés Ibarra. Joaquín París, Antonio Obando, Santiago Bejar, Arturo Sanders, John Mackintosh -de la Legión
británica- Ambrosio Plaza, Cruz Carrillo, Juan José Rondón, Juan Mellao, Santander y Anzoátegui, quienes se movían constantemente a lo largo del trayecto ocupado por los cuerpos de su mando.

El general Bolívar, presente en todos los puntos de acción, seguía dando órdenes precisas para hacer brillar el valor de las tropas, el esfuerzo de jefes y oficiales y ponerlos al borde del triunfo.

Comienza lo más sangriento

 Comenzó a las tres de la tarde lo más fuerte y violento de la batalla. El 3 de Numancia intentó en la cabaña impedir el paso del río a la división de Anzoátegui, pero el batallón Rifles y una compañía inglesa se lanzaron con ímpetu y lo hicieron replegar hasta incorporarse a los otros dos batallones. En este momento, la infantería realista desató un fuego vivísimo sobre los republicanos que lo contestaron con brío. Los batallones Barcelona y Bravos de Páez, acercándose y alejándose alternativamente por el frente enemigo, mantenían a éste en jaque, sin permitirle otras operaciones que las de una estricta ofensiva. Mujica e Infante esperaban con impaciencia la orden de entrar en acción.

En la izquierda tampoco se descansaba. El coronel Jiménez mandó un pelotón a cortar el puente, pero los tiradores del comandante París los rechazaron duramente; varias veces hicieron los Cazadores el intento de ganar el puente, y otras tantas tuvieron que retroceder sufriendo pérdidas importantes, como la del capellán Fray Miguel Díaz y el teniente Nicolás Pérez.

El general Santander, impaciente por cruzar el río y dar una carga decisiva, tomó informes sobre si hubiera otro paso de la corriente por allí cerca, y el señor José María Ruíz le avisó que un poco más abajo, por el sitio llamado El Bebedero, podía cómodamente cruzar la gente que lo deseara. Santander mandó que la mayor parte de los Guías y el escuadrón de Rondón, ocultando cuidadosamente su marca al enemigo, pasaron el río y fueron a dar una carga por la espalda al Tambo y la Artillería.

Guiados por Ruíz y Prieto -diligentes servidores civiles que actuaban como prácticos, dieron los dos escuadrones el rodeo que convenía, pasando por detrás de unas colinas; al instante que dieron la señal de la acometida, toda la división de Vanguardia se precipitó al puente para aprovechar la sorpresa y para impedir que sacrificara a los jinetes, que iban en número de cien.

Santander había prometido un ascenso de tres grados al primero que pasara el puente. Algunos quisieron ganar esta recompensa, y el sargento de caballería Salvador Salcedo, se arrojó sobre los soldados enemigos que estaban más cerca. Tras de Salcedo se fueron otros y en poco término se hallaron en las filas realistas haciendo estragos con sus lanzas. Siguiendo a los jinetes pasó el Cazador que, sin detenerse a apoyar a los Guías, avanzó apresuradamente hasta darse la mano con la caballería, comprometida en reñidísimo combate, al que contribuyó cargando a la bayoneta. El batallón de Línea comenzó a barrer, con un movimiento envolvente, todas las columnas enemigas, y así sucedió que la batalla comenzara a decidirse por donde había empezado.

Al notar Barreiro que la artillería callaba, señal de que había perdido la posición, trató de acercarse al puente para apoyarse mutuamente. Pero Anzoátegui, que estaba alerta, al darse cuenta de que se empezaban a replegar, ordenó una tremenda carga general. Cuando Sierra conoció que se iba a repetir la escena del Pantano de Vargas -cuando atacaron los catorce llaneros y Rondón- en vez de cumplir con su deber se azoró y aprovechando el portillo que había quedado entre Anzoátegui y la reserva se escapó por aquel lado, siguiendo el ejemplo el propio jefe de Estado Mayor divisionario, el jefe da 3 de Numancia, Juan Londoño y Juan Esteban Díaz. Un grueso grupo de gente realista huyó con ellos: muchos fueron cogidos prisioneros en momentos en que se escapaban por la ruta de Samacá.

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Viendo el Libertador que se acentuaba el derrumbamiento de toda la división realista, ordenó que la reserva entrara en acción en apoyo de la retaguardia, y que ésta alargara el paso para ir a encontrarse en el camino de Bogotá con la caballería de la vanguardia patriota. El acometimiento vigoroso, irresistible de los batallones de Anzoátegui sobre el 1 de Numancia y el del Rey, desordenó la formación de éstos, pero Barreiro los guiaba y animaba con firmeza y valor, de manera que, al ocupar, retrocediendo, la altura que casi los unía con su vanguardia empezaron nueva lucha con heroísmo.

Pero en ese instante la caballería de retaguardia se lanzó como un huracán sobre los Dragones de Granada que al poco rato quedaron deshechos; en aquel remolino de gentes que se acuchillaban sin piedad, murió el valiente realista Juan Tolrá y cayó mortalmente herido el padre N. Galindo, capellán de la división realista; Juan Salazar y Atanasio Corchero, jefes de la artillería realista quedaron tendidos cerca de los cañones.

En el último momento del combate, Francisco González y Nicolás López se abrieron paso por entre las filas triunfadoras de varios subalternos, y corrieron velozmente, escapándose.

 Muertos y heridos

La acción fue de una rapidez desconcertante. A las cuatro y media de la tarde, la victoria espléndida venía a coronar a los jefes y soldados que con valor y constancia sin igual habían desafiado tantos peligros y contratiempos. Cuando estuvo asegurado el triunfo, algunos oficiales, presas de honda emoción, no pudieron contener las lágrimas.

Hubo trece muertos y cincuenta y tres heridos de los patriotas, y cerca de cincuenta muertos de los realistas. La mayor parte de las tropas enemigas fue hecha prisionera.  Así se ganaba otra batalla. Este fue el glorioso desenlace de la penosa campaña emprendida en la lejana aldea sobre el río Apure.

 Prisionero Barreiro

 Los jefes españoles Barreiro y Jiménez miraban con estupor que los patriotas los acosaban y rodeaban. El segundo se entregó prisionero con los gloriosos restos del Tambo, pero el primero prefirió ocultarse entre unos matorrales, sin duda con la esperanza de escaparse al amparo de las tinieblas de la noche.

Decidida ya la gran batalla, como a las cinco de la tarde, Pedro Pascasio Martínez -el indiecito de Cerinza, y el negro José, otro de las ordenanzas, notaron que dos oficiales españoles estaban ocultos entre los barrancos y unas matas, cerca del camino de Bogotá.

Se dirigieron a ellos armados, el negro de un fusil y Martínez de una lanza. Y como los dos oficiales españoles intentaron defenderse con sus espadas, el uno fue muerto por José, y Martínez acosó al otro, quien pudo escapar de los terribles lanzazos, gracias a la coraza con que resguardaba su pecho, pero fue ligeramente herido en la garganta.

Viéndose ya perdido, le ofreció a Pedro Pascasio en cambio de su libertad la faja de onzas que tenía al cinto, que la ordenanza apenas conocía y cuyo valor total no alcanzó a vislumbrar. “Siga adelante, le ordenó Martínez; si no, lo arriamos”, añadió enristrándose la lanza.

Momentos después al llegar a la Casa de Teja, se presentaron Martínez y José al Libertador, quien los recibió severamente.

-¿Por qué no estaban aquí a recibir “El muchacho” (que así se llamaba el caballo guajiro que ese día monte Bolívar)? ¿En dónde estaban, qué estaban haciendo?

-Mi general, coger a su traidó, güen prisionero, contestó Martínez, presentándolo. Los dos generales se miraron.

- ¿Quién es usted?, preguntó Bolívar.

El jefe realista sin agachar la cabeza, mirando al Libertador fijamente, le contestó: "Soy el general Barreiro".

Estaba presente Salvador Salcedo, quien fue el primer patriota en pasar el puente en persecución del enemigo, y por lo cual Bolívar lo hizo capitán sobre el campo de batalla. Exaltado todavía, Salcedo quiso alancear a Barreiro, pero Bolívar lo impidió con un grito y le dio la orden para que se colocara a la cabeza de muchísimos prisioneros, y pidió que fuera tratado con toda consideración.

Cuando esto pasó, Bolívar le dijo a su ordenanza Pascado: "Muy bien Sargento Martínez; tendrá usted cien pesos de gratificación". El muchacho no supo qué significaba aquello y se quedó campante e impávido. ¡Bolívar lo acababa de ascender a sargento!

 Hacia Ventaquemada

Como la división de Vanguardia fue la que primero terminó su gloriosa tarea en la Casa de Teja, dispuso el Libertador que se continuara la marcha para ir a pernoctar en Ventaquemada, con el fin también de coger a los muchos realistas que habían tomado el camino de Bogotá. Unos cayeron en manos de los Guías y los demás escaparon porque vino la noche.

Después se entretuvo todavía el Libertador un momento en darle al general Anzoátegui varias instrucciones sobre la manera de establecer el campamento de la Casa de Teja o Puente de Boyacá y terrenos adyacentes, para que los numerosos prisioneros no fueran a fugarse. El general Soublette dispuso que Juan Carvajal y sus jinetes salieran a escoltar a Bolívar en la marcha hacia Santafé, y mientras montaban casi todos los del Estado Mayor, le decía el Libertador al señor Mariño, su gran amigo:

"Vea usted que el éxito de la jornada de hoy ha sido más pronto y mayor de lo que yo esperaba”. Bolívar y sus acompañantes llegaron a Ventaquemada a las ocho de la noche. El Libertador dictó aquí un decreto en honor a las tropas que ganaron la batalla del Puente de Boyacá y ofreció recompensar con ascensos y trofeos el esfuerzo de los diferentes cuerpos del Ejército.

Principales víctimas

Se pudo establecer que en la batalla del 7 de agosto los sargentos de las compañías fueron el blanco preferido de las balas y las bayonetas de los realistas. En la vanguardia cayeron los patriotas Abella, Barajas, Duarte, Martínez, Morales, Santos, Ticasa y Ulma; y de la caballería murió el sargento venezolano Anselmo Ascanio, de los intrépidos de las Queseras del Medio. Bolívar y sus numerosos oficiales y soldados pasaron la noche del 9 de agosto en Chocontá.

Entrada triunfal

 Bajo un sol espléndido, en medio de una muchedumbre delirante que daba interminables vítores al Ejército Patriota, Bolívar hizo su entrada triunfal el 10 de agosto a la plaza principal de Santafé. A las cuatro tardes, el Libertador llegó a la plaza; tenía buen físico, pero su indumentaria era lastimosa: el morrión muy deteriorado, un dormán azul muy desteñido embarrado y pegado a la piel, porque el General arribó sin camisa; una esclavina disimulaba algo el deterioro anterior; el pantalón y las botas raídos.

El 10 y 11 de agosto todo era fiesta desbordante en Santafé, celebrando con música y flores la iniciación de una era de libertad y dignidad.

Sesenta y cinco días habían transcurrido desde que, en la abandonada aldea de Setenta, una junta de generales y jefes convocada por el General Bolívar decidió invadir la Nueva Granada, La prolongada y muy difícil correría, por entre pantanos, ríos, pedregales, quebradas, lomas, páramos, cañadas, sierras y lodazales. culminó con absoluto éxito. Con la victoria del Puente de Boyacá, los patriotas lograron el derrumbamiento del poderío español, se aseguró la independencia de la Nueva Granada -hoy Colombia, y se confirmó el total triunfo de la histórica Campaña Libertadora.

Bibliografía
Álbum de Boyacá. - Cayó Leónidas Peñuela.
Apuntamientos sobre la Campaña de 1819. Elías Prieto Villate. 
Diario de la Independencia. La Campaña Libertadora Día a Día. Héctor Muñoz Bustamante.
El Momento Estelar de la Campaña Libertadora. - Horacio Rodríguez Plata.
Así se hizo la Independencia. Alberto Lozano Cleves. 
Narraciones. Florencio O'Leary.
Memorias. Florencio O'Leary.

 

Por Héctor Muñoz/ Historiador

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