La búsqueda de lo que significa el amor en “The Ancient Magus Bride”

Una criatura que aparentemente es un wendigo (criatura mitológica de los algonquinos de las Primeras Naciones, ubicadas en los bosques del norte de Nueva Escocia) convive con una adolescente que tiene una gran capacidad para la magia. Si bien al comienzo él advierte que será su “esposa”, la relación que en verdad surge es una exploración por conocerse a sí mismos, saber para qué viven y descubrir cómo pueden extender su yo hacia la belleza que puede crearse del otro.

Una criatura que aparentemente es un wendigo (criatura mitológica de los algonquinos de las Primeras Naciones, ubicadas en los bosques del norte de Nueva Escocia) convive con una adolescente que tiene una gran capacidad para la magia. Si bien al comienzo él advierte que será su “esposa”, la relación que en verdad surge es una exploración por conocerse a sí mismos, saber para qué viven y descubrir cómo pueden extender su yo hacia la belleza que puede crearse del otro.

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El amor es el concepto más definido y, al mismo tiempo, que más se ha escapado a las palabras que lo quieren asir. Para Platón, el amor es una locura divina, una comunión con la divinidad. Amar es buscar la trascendencia humana para conectar con aquello que es eterno. Es el deseo de buscar el conocimiento, la felicidad y contemplar la verdad que hay en el otro.

Elías Ainsworth, una criatura sin forma definida, compró a Chise Hatori en una subasta para hacerla su esposa y su aprendiz de magia; pero en aquel momento sería incapaz de amarla. Según Platón, no se puede amar lo desconocido, mucho menos encontrar la verdad en otro que no has descubierto aún. Elías Ainsworth es un ser falto de amor. De hecho, es un ser falto de alegría, tristeza, celos, envidia o compasión. En otras palabras, es una criatura que vive en el infierno, pues el infierno es la incapacidad de amar, o eso pensó Dostoyevski.

Platón plantea que solo podemos amar lo bello y lo bueno. En el primer escalón, se ama lo físicamente bello, como lo serían las flores blancas que vuelan de Chise a Elías; como lo sería un dragón a punto de morir, que alcanza a volar una vez más antes de tornarse en un árbol; como lo serían algunas hadas que le prestan su vuelo a Chise para volver a casa en forma de ave fénix. Pero no es suficiente, porque existe la belleza misma. Lo bello está en conocer el alma del otro, está en la apertura a lo valioso de la realidad. Es Elías enseñándole magia a Chise; es Chise explicándole qué sintió cuando su madre se suicidó y la dejó a la deriva, viendo espíritus, monstruos y entes que no entendía; es Elías sintiendo el frío de la casa cuando Chise no está; es Chise abrazando a quien puede ser un monstruo, pero también es Elías, quien la acogió cuando nadie más lo hizo; es Elías preguntándole qué es la alegría, qué es la envidia, que eso que de pronto siente a la altura del abdomen.

El amor, dice Max Scheler, es una guía que es capaz de ir ampliando cada vez más la esfera de valores accesibles al hombre. El que ama busca lo valioso en todos los órdenes. Entonces, el amor es Elías preguntándose si Chise de blanco y saltando de un tronco es belleza; es Chise percatándose de que también puede vivir a través de los recuerdos de los amigos que, al fin, a sus dieciséis años pudo hacer; es Elías sintiendo lo profundo de la compasión, al preocuparse por su compañero de trabajo; es Chise sentándose en la cafetería de una universidad, en lugar de ser la pata de mono de una subasta.

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Scheler concluye que el amor es ir más allá de sí mismo para encontrarse. El amor es creativo porque hace que aparezcan los valores más altos del amado. No se ama a alguien tal cual es, se ama a la persona que puede llegar a ser. En ese caso, el amor no es posesivo, como bien lo supo Claude Frollo, que no pudo tener a Esmeralda, y Esmeralda no pudo tener a Febo, pero tampoco pudo escapar de Quasimodo, cuyo esqueleto aún se descompone junto al de ella. El amor tampoco es un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.

El amor es el concepto más definido y, al mismo tiempo, que más se ha escapado a las palabras que lo quieren asir. ¿Es un proceso? ¿Es una exploración continua? ¿Es una conexión que solo se puede explicar a nivel espiritual? Cuando Elías —el inhumano, el cuerpo lleno de espinas, el falto de alma— compró a Chise, le dijo que la haría su esposa sin saber siquiera qué era tal vínculo. Lo que realmente quiso decir fue que quería a alguien a su lado que extendiera su yo, que hurgara por entre las espinas hasta encontrar algún corazón, que le hiciera ver la belleza en la naturaleza, en la magia, en ella y en él para alcanzar finalmente la tranquilidad espiritual.

“—Sin importar si eres el padre, el hijo o el amigo, las personas tienen múltiples tipos de relaciones y roles. Ellos toman aquel rol o esperan a que la otra persona lo asuma. Dependiendo de a quien le preguntes, las personas tienen distintos nombres para el mismo rol. Entonces asumimos los roles de ‘maestro y aprendiz’ y de ‘pareja’, pero… supongo que no tenemos que apegarnos a esos roles tan estrictamente (…) No importa cómo empezó todo, sin importar nuestros roles, soy feliz cuando estoy contigo y me hace feliz saber que no puedes dejarme ir.

—¿Feliz?

—Feliz significa… que puedo sobrevivir un día más. Que mientras tenga este recuerdo, puedo superar un obstáculo o dos… que me alegra. Hace que mi interior diga ‘wahhh’.

—Veo… Entonces estoy feliz de que pude hablar contigo”.