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“La danza es una muy buena práctica de democracia”: Àngels Margarit

La bailarina y coreógrafa española participará en la Bienal de Danza de Cali 2025, que se inaugurará el 11 de noviembre. En esta conversación habló sobre la pieza que presentará, los retos de su carrera y sus inicios en la danza.

Andrea Jaramillo Caro

11 de noviembre de 2025 - 07:00 a. m.
Àngels Margarit ganó en 2010 el Premio Nacional de Danza junto a Rocío Molina.
Foto: Rafael Vargas
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¿Cómo comenzó su participación en la Bienal de Danza de Cali 2025?

Dado que estaban preparando un foco catalán, surgió la posibilidad para tener una perspectiva más histórica y traer piezas y coreógrafos de diferentes generaciones. Creo que así salió la oportunidad de hacer una exposición sobre Nuria Font y a la vez traer también el “Solo para habitación de Hotel”, que fue también el primer trabajo que hicimos en videodanza con Nuria Font.

En la bienal presentará su obra “Solo para habitación de hotel” en un formato diferente, ¿cómo nació esta pieza?

Es antigua, del año 89. Desde finales de los 70 yo había empezado a coreografiar, en el 84 empecé con mi compañía, hice piezas para grupo, muy minimalistas y nunca me había hecho un solo. Entonces, quizás más influenciada por el cine de Wim Wenders o también por artistas plásticos que ocupan espacios, me interesó hacer un solo donde el espacio fuera un contexto de soledad y entonces ahí se me ocurrió hacer una pieza para una habitación de hotel y a la vez que fuera una pieza que se quedara en la habitación. La danza desaparece muy rápido, pensé en esta idea de que se quedara instalada y que la bailarina fuera una secuencia que el final vuelve a ser el principio y la bailarina se queda en la habitación y va entrando grupos de público diferentes. La hice para un festival en Sitges en el 89 pensando que lo iba a hacer una vez y ya no más, luego se convirtió en una pieza itinerante que ha estado en hoteles de todo el mundo. No la he hecho tanto porque toma tiempo, pero desde su estreno, hasta el 2010 estuvo en Australia, Japón, Venezuela, Canadá y diferentes países europeos. Cada vez se hacía una nueva música express, utilizábamos los mismos materiales, pero se adaptaba a cada nuevo lugar.

Habló sobre el minimalismo, ¿cómo se refleja este concepto en la danza?

La pieza de “solo de hotel” no es minimalista, pero eso es lo que hice antes de ella. El minimalismo es: menos es más. Que con los mínimos elementos posibles tú desarrolles un sentido y una narración poética abstracta. El “solo de hotel” fue, para mí, como un rompimiento con esa etapa más minimalista y arquitectónica, para entrar en una expresión más individual, íntima y sensual. Al principio era más abstracta y, en este momento, en la pieza que veremos, hay más interpretación y es una ficción que no es nada teatral, es una poética.

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¿Cómo definiría la palabra “danza”?

Creo que la palabra es infinita como la misma danza. Es una expresión humana, seguramente la primera de todas, todos tenemos cuerpo y cuando nos sobra energía, dependiendo del estado de ánimo, nos movemos con música o sin música, es como una expresión que no es funcional. En la danza, hoy en día, como disciplina creativa, estamos rompiendo todas las fronteras entre lenguajes, pues tiene muchas estéticas diferentes, muchos caminos, muchas maneras de hacer y permite mucha libertad a los coreógrafos, dependiendo de donde sean y las influencias que tengan. Hay mil maneras de bailar, es algo muy antiguo y a la vez podemos ir construyendo, dependiendo de la cultura, formatos muy diferentes.

¿Cuáles diría que han sido sus influencias en su carrera?

Al principio, tuve pocas influencias del mundo de la danza porque no veía danza. Empecé a trabajar y coreografiar a los 18 años y la influencia para mí, vino más del cine, la arquitectura, la literatura y eso impactó mi obra, por lo que, directamente de coreógrafos, fue muy poca la influencia. He aprendido de mis propios compañeros porque cada persona con la que trabajo, me enseña algo nuevo. Un referente concreto, podría decir que fue Wim Wenders para el “Solo de hotel”.

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¿Cómo supo que quería dedicarse a la danza?

Yo bailaba, hacía artes marciales, hacía muchas cosas físicas y aunque me interesaban mucho las artes plásticas y otras disciplinas como la arquitectura, no encontré el momento de dejar de bailar. En España la danza no se hace en la universidad y entré en la única compañía que había en Barcelona cuando tenía 17 años y decidí que estudiaría más tarde y eso he hecho sin parar. Pero empecé a bailar a esa edad y no he podido detenerme. Me cuesta mucho estarme quieta, tengo mucha energía y, por lo tanto, el bailar y, además, poder crear que es un privilegio que me daba la oportunidad de tener el cuerpo en movimiento, pero a la vez de estar pensando, creando, estudiando e investigando para cada nueva creación. Esto me ha alimentado, ha sido muy nutritivo. No es fácil en ninguna parte dedicarse a esto, pero me siento privilegiada por poderlo hacer.

¿A qué retos se ha enfrentado en su carrera?

Varios y de muchos tipos. Cada pieza para mí es como si empezara de cero, porque es como si lo que aprendiera, lo que hubiera aprendido, ya no me sirviera para contar algo nuevo. Soy alguien que ha pasado por épocas diferentes y hay momentos de continuidad, pero también rupturas y he experimentado con otras estéticas e investigaciones. Por un lado, está la investigación artística en la cual el reto te lo pones tú. Luego hay otro reto que es muy importante y es la producción y las dificultades que vienen con ella, como las económicas. Uno tiene que lograr adaptarse y sobrevivir a todo esto. Otro desafío también es lograr encajar en cada público y lugar, por ejemplo, hubo un tiempo en el que a España le costaba entender el tipo de trabajo que hacía.

¿Qué cree que la sociedad puede aprender de la danza?

En Colombia la gente baila muchísimo y saben lo que aporta la danza. Para mí, la danza es una gran práctica de humanidad. Cuando estás bailando muy bien con una persona es más difícil pelearte con ella. Si estás bailando, estás compartiendo y estás en un lugar en el que hay un camino tendido para conversar. Luego está la danza como práctica de grupo, por ejemplo, en las prácticas contemporáneas, tienes que escuchar mucho al otro, te das cuenta de muchas cosas físicas y hay que construir juntos. Para mí esto también es una muy buena práctica de democracia. Además, a diferencia de las palabras, y lo que vivimos en este momento con ellas, la danza miente menos. La danza es una práctica que no podemos perder, empodera a las personas, te hace sentir seguro de ti mismo, me parece importantísima en la educación y no es competitiva, cada cuerpo es único y diferente, nunca sabes cómo va a bailar un cuerpo. Es con la danza que surge algo más esencial de la persona.

¿Podría compartir una anécdota de su carrera?

Es sobre “Solo de hotel”. Cuando lo presenté en Australia, alguien del público que vino a verme se dedicaba a hacer camisas y camisones de tela y bailé el solo durante mi cumpleaños. Al día siguiente me encontré con un regalo que había dejado alguien en mi habitación. Era un camisón de seda precioso, muy sexy, y había una notita de esta persona que había visto la pieza el día anterior. La nota decía: “Nos encantó el solo de hotel, pero para dormir de verdad y para estar cómoda te regalamos estos camisones que nosotros fabricamos, que son mucho más ligeros que el vestido que llevabas”. Es una de esas cosas que pasaba con esa pieza y ya no me cabe el camisón, pero lo llevaba a cada solo y lo ponía de decoración.

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com
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