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La educación de la historia y el latín, y el surgimiento del “artista”

La educación secular, decidida, organizada e impartida en la península itálica a partir del siglo XV por pedagogos humanistas, fue uno de los factores determinantes para que surgiera una humanidad distinta, más autónoma e innovadora que la de la Edad Media, y para que con ella aparecieran los conceptos de individualidad y de “artista”.

Fernando Araújo Vélez

04 de agosto de 2025 - 01:00 p. m.
"La escuela de Atenas", de Rafael Sanzio, tomó como tema central la filosofía clásica, que fue un elemento clave en los nuevos currículos humanistas que se impulsaron durante El Renacimiento.
Foto: Rafael Sanzio
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Cuando le encomendaron que hiciera los dibujos de los planos de la Basílica de Roma, con los que luego harían parte de sus obras Bramante, Miguel Ángel Buonarotti, Bernini y Maderno, Leone Battista Alberti no solo hizo copias de sus trabajos, sino que escribió cada uno de los pasos que dio. Como discípulo del escultor Lorenzo Ghiberti, quien había sido inmortalizado por los comentarios de Miguel Ángel sobre su “Puerta del Paraíso” en Florencia, Alberti estaba convencido de que era esencial para el presente y el futuro del arte relatar sus procesos y situar a los artistas en el lugar que se merecían: el más alto de la sociedad de aquellos años de mil quinientos y mil seiscientos. De alguna manera, como lo escribió Jacques Barzun en su libro “Del amanecer a la decadencia”, “En esta perspectiva del arte manual latía el germen de un tipo social nuevo: el Artista”.

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Para Barzun, ese artista, “ya no era un común realizador de tareas manuales establecidas, ya no estaba regido por las reglas del grupo, sino que era un individuo ‘no’ común y libre de innovar”. A finales del siglo XV, y luego de un proceso de varios siglos, había surgido la imprenta. “Ansiosas de novedad en todas las cosas, confiadas de poseer enormes cantidades de conocimientos nuevos, orgullosas de sus nuevos métodos de trabajo como de otras cosas, las generaciones humanistas, armadas con la imprenta, se aprestaron a educar al mundo en todas las artes y las ciencias. Desde la anatomía a la aritmética, desde la pintura a la metalurgia, la imprentas no cesaban de emitir tratado tras tratado”. El mundo y el saber que se encontraban en los libros, o por lo menos, en lo escrito.

De acuerdo con Peter Watson, fueron varios los factores que influyeron en El Renacimiento. “Desde el punto de vista tecnológico, tenemos la llegada de la brújula magnética, procedente de China, instrumento que posibilitó la realización de un buen número de excepcionales hazañas marítimas que abrieron el globo a la exploración europea; la pólvora, también desde China (…), contribuyó al derrocamiento del orden feudal y favoreció el surgimiento del nacionalismo; el reloj mecánico, transformó la relación del hombre con el tiempo y, en particular, el trabajo, al liberar la organización de las actividades humanas de los ritmos de la naturaleza; y la imprenta supuso un enorme salto para la difusión del conocimiento y erosionó el monopolio que la Iglesia tenía sobre la educación”.

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Todos aquellos factores, y algunos más, en menor medida, llevaron a los europeos del siglo XIV a forjar un concepto que marcaría un punto decisivo en la historia, el de la individualidad. Por la imprenta, con la imprenta, la lectura comenzó a volverse un asunto de cada quien, lo que llevó a un pensamiento también de cada quien. La independencia empezaba a surgir, y los viejos sistemas medievales de lectura pública, en la que unas instituciones, con sus respectivos delegados, determinaban qué se leía, y cómo y cuándo, se fueron erosionando. De la independencia nació la subversión, y desde la subversión, la rebelión y la herejía. Luego, toda aquella mescolanza de pequeñas y revueltas individualidades le abrió camino al yo, al artista, a su obra y a la firma de su obra.

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En la península itálica y sus estados-nación, el individuo tomó cada vez más fuerza, a partir de una transformación esencial en su sistema educativo. Según Paul Grendler, autor de “Schooling in Renaissance Italy”, “La extraordinaria diversidad política, social, económica e incluso lingüística amenazaba con dividir la península en cualquier momento. La educación, sin embargo, mantuvo unidos a los italianos y desempeñó un papel fundamental en la creación del Renacimiento. Los pedagogos humanistas idearon una formación muy diferente de la que se impartía en el resto de Europa a principios del siglo XIV”. Desde entonces, “tuvieron como lengua común el latín clásico, compartieron una misma retórica y se inspiraron en un mismo depósito de actitudes morales y ejemplos de vida aprendidos en la escuela”.

Grender sostuvo que en la base de aquella transformación estaba la convicción de que los italianos podrían comprender el mundo, y a partir de esa comprensión, controlarlo. Alrededor de 1450, y mientras el viejo sistema educativo religioso tambaleaba, en parte por la irrupción de la peste negra, en parte por la individualización-concientización de los italianos, los humanistas crearon tres tipos de escuelas, las comunales, las privadas y las escuelas “de ábaco”, en las que se les enseñaba a los alumnos a crear empresas, a comerciar y a negociar. Sólo en Venecia, decía, “el 33 por ciento de los niños en edad escolar tenía una alfabetización rudimentaria”, y el 12 por ciento de los estudiantes eran niñas. Cien años más tarde, casi a fines del siglo XVI, más del 23 por ciento de la ciudad estaba alfabetizada.

Desde Venecia, la cultura de la comprensión y el control se expandió por el resto de la península. “Los humanistas cambiaron el currículo”, explicó Watson en su libro “Ideas. Historia intelectual de la humanidad”. “Desaparecieron las gramáticas y glosarios en verso, los poemas morales y el ‘ars dictaminis’, que fueron sustituidos por la enseñanza de la gramática, la retórica, la poesía y la historia con base en los autores clásicos redescubiertos”. Gracias a los monjes que habían guardado generación tras generación los escritos de los antiguos griegos, Platón, Sófocles, Aristóteles y demás, y algunos textos de los poetas y filósofos del Imperio Romano, los humanistas descubrieron y difundieron lo que la larga Edad Media con sus fanatismos, sus religiones, dioses y guerras había ocultado.

“La historia es maestra de la vida”, había dicho Cicerón mil quinientos años antes, entre tantas otras cosas. Los humanistas del renacer italiano comprendieron que debían desenterrar aquella historia tan proscrita y olvidada. Lo lograron a fuerza de organización y de estudios, incluyendo aquella “novedosa” materia en el pénsum de estudios. Los estudiantes, según Grendler, ingresaron en su pasado de la mano de los clásicos y del latín, y se sintieron “fascinados” por los conocimientos que iban adquiriendo. Poco a poco, lección a lección, lectura tras lectura, le fueron dando forma a un nuevo ser humano, alejado cada vez más de las imposiciones eclesiásticas, y poco a poco, también, se fueron convirtiendo en artistas y agentes de las empresas y los negocios. Para ellos, gracias a la educación secular, comenzó a haber algo más allá, y sobre todo, más acá de Dios.

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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