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La “elección existencial” de Karl Jaspers

Influenciado por el pensamiento de Kierkegaard, se centró en la libertad del hombre. Creía que la decisión siempre debe ir acompañada de la acción. Sus postulados sirvieron como base filosófica de la psicología humanista.

Danelys Vega Cardozo

14 de junio de 2022 - 05:00 p. m.
"Hay algo en la tragedia humana que hace aflorar lo mejor de la persona", afirmaba Karl Jaspers.
Foto: Dominio Público
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Karl Jaspers fue psiquiatra, pero sobre todo filósofo. Trabajó durante un tiempo en el hospital psiquiátrico de la Universidad de Heidelberg (Alemania), hasta que en 1916 se apartó de la medicina por encontrarse en desacuerdo con la forma en que esta ciencia abordaba, para esos tiempos, las enfermedades mentales. Tal vez porque su interés por el comportamiento humano no iba centrado en el “cómo”, sino en el “por qué”. De hecho, concebía al hombre como un todo, no lo dividía en sus partes.

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Entonces, decidió cambiar de rumbo: se encaminó hacia la psicología, aquella ciencia que entendió “no sólo como determinación empírica de hechos y reglas de los sucesos, sino como proyecto de posibilidades del alma”. En 1921 se convirtió en profesor de Filosofía de la misma universidad donde se había iniciado en la psiquiatría. Nunca volvió a la práctica clínica, porque hasta el día de su muerte su preocupación se centró, en particular, en la filosofía.

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Se dice que Jaspers fue un hombre solitario, de aquellos que prefería estar alejado de la sociedad. De esos que visitó en una sola ocasión, en veinte años, el teatro y el cine. Sin embargo, aquello no fue un impedimento para que se interesara por el hombre, entendiendo, como lo hizo Kierkegaard, que eso implicaba ocuparse en primer lugar de su propia existencia. Y es que en 1913 comenzó a acercarse al filósofo danés, con quien vio que compartía ciertas similitudes biográficas. Mientras que la vida de Kierkegaard estuvo atravesada por pérdidas familiares, la de Jaspers se vio influenciada por una enfermedad crónica que padeció desde los dieciocho años: bronquiectasia, aquella que ocasiona un ensanchamiento de las vías respiratorias. Pero esos padecimientos volcaron a ambos filósofos hacia un camino de elección y responsabilidad.

Entonces, la libertad se convirtió en el eje central del pensamiento de Jaspers. Percibió al ser humano como un “existenz”, como alguien que siempre está atravesado por un conjunto de posibilidades. Consideró las situaciones límites, como la muerte y la enfermedad, entre otras, como lo que son: inevitables, pero que pueden ser una oportunidad para reflexionar sobre lo verdaderamente importante, aquellas que también nos ayudan, según él, a ser conscientes de nuestras posibilidades y limitaciones. La libertad radica en que el ser humano es el único que puede elegir por sí mismo, puede “comprenderse o malograrse a sí mismo; puede ganarse o perderse”. Se apartó de este modo de una visión determinista del hombre, quien no es concebido como el resultado de sus circunstancias, sino como aquel que se construye a partir de sus elecciones. “Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser”, diría Carl G. Jung.

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Al igual que Kierkegaard decía que la decisión debe ir acompañada de la acción. “La libertad no se demuestra a través de mi inteligencia sino mediante mi acción”. A aquello le llamó “elección existencial”. Por eso mismo no creía que existiera una “ley de la historia que determine completamente la marcha de las cosas. El futuro depende de la responsabilidad de las decisiones y acciones de los seres humanos”. Ante el sufrimiento no invitaba a la búsqueda incesante de la calma. El “salto desde el miedo a la calma es lo más horrible que puede hacer el ser humano”.

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Creyó que la comunicación entre los seres humanos era un camino hacia la libertad y una ruta para ser uno mismo. Aquello implicaba una apertura hacía el otro, reconociendo su igualdad esencial: tan humano como nosotros. “No filosofamos desde la soledad, sino desde la comunicación. A nosotros nos sirve de punto de partida: el estar y actuar del hombre respecto del hombre, como individuo hacia el individuo”. De esta manera la comunicación también se convierte en una forma de colaboración entre los hombres para la construcción de una sociedad, en donde cada uno entiende que la libertad individual implica responsabilidad.

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Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com
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