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Recorrer décadas de guerra y exilio en la frontera entre Irán y Afganistán

Aliyeh Ataei, que ahora reside en París, narra en La frontera de los olvidados la vida marcada por los conflictos y las restricciones impuestas a las mujeres bajo el régimen talibán.

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Magdalena Tsanis
01 de noviembre de 2025 - 08:49 p. m.
Aliyeh Ataei y las heridas de la guerra contadas desde la frontera entre Irán y Afganistán.
Aliyeh Ataei y las heridas de la guerra contadas desde la frontera entre Irán y Afganistán.
Foto: EFE - Francesca Mantovani/Editions Gallimard
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La escritora Aliyeh Ataei (Zahedán, Irán, 1980) nació en la frontera entre Irán y Afganistán y, desde ese lugar y a partir de sus recuerdos y cicatrices, recorrió cuarenta años de conflictos en La frontera de los olvidados, un libro de autoficción.

Con cinco años, Ataei se soñaba fabricando todo tipo de armas para matar a los responsables de las desgracias de su padre, que había regresado de la guerra con Irak enfermo, con crisis epilépticas y tomando ocho pastillas al día.

Un año después vio los primeros cuerpos masacrados, entre ellos el de su tía Mahbubé, decapitada por sospechosa de comunismo. A los 18 años supo que su prometido, Fuad, había muerto en una emboscada en el apogeo de las luchas entre muyahidines y talibanes y, poco después, los talibanes le cortaron la lengua a su tía materna, Anar, por enseñar inglés a los niños.

“Me encantaría escribir historias de amor, pero no puedo, cada vez que me pongo a escribir la guerra sale por algún lado, está en mis dedos, en mi cabeza”, aseguró Ataei con una amplia sonrisa y una actitud enérgica que contrastaban con su trágico relato.

El libro, que se presentó en España, es una colección de relatos sobre la experiencia de la frontera, el exilio y la violencia de la guerra. Fue publicado por la editorial Gallimard en Francia en 2023, lo que se convirtió en su carta de presentación al mundo.

Ataei ahora reside en París, pero quiso dejar claro que fue una decisión voluntaria. “No soy una refugiada, soy una residente legal; mi padre me dijo una vez: no eres un árbol, tienes pies y no raíces”. Recordó que había elegido ese rumbo por voluntad propia. “Quiero una vida diferente, no echo de menos el sufrimiento”. Insistió durante la entrevista en Madrid.

Cuando le preguntan de dónde se siente, Ataei afirma que su nacionalidad es iraní, pero eso es todo. “Si tuviera una respuesta no habría escrito este libro”, dijo. La exploración de la frontera es también una búsqueda identitaria desde un lugar marginal, olvidado.

Mi identidad está partida en dos por la frontera, parte de mi familia está en Afganistán y me siento muy próxima a ellos, pero a la hora de vernos es muy complicado, a pesar de que es prácticamente el pueblo del lado”.

La frontera era también un lugar propicio para el tráfico ilegal de arroz, opio, legumbres o inmigrantes. El libro se cerraba en 2017, con el relato de su experiencia con Mohammad Ozmán Yusefzai, un hombre que se dedicaba a pasar personas de forma clandestina a través de la frontera.


Frente a los talibanes, una narrativa de mujeres afganas

Sobre la retirada de las tropas estadounidenses en 2021 y la “entrega” del país a los talibanes, Ataei restó importancia a que se hablara más o menos de ello. Considera que la política internacional es “un teatro”. Y se muestra pesimista sobre el futuro: “Quizá es que soy mayor pero no creo que haya tiempo para reparar lo que han hecho los talibanes”.

Desde su regreso al poder, los talibanes impusieron crecientes restricciones a las mujeres, que incluían la prohibición de cursar estudios secundarios y universitarios, trabajar en organismos internacionales o acceder a espacios públicos como gimnasios y parques.

También limitaron su presencia en los medios y en la esfera pública, y a ello se sumó el mes pasado la prohibición, en las instituciones educativas, de todos los libros escritos por mujeres, así como los que abordaban sus derechos, la democracia o la Constitución.

“Lo que más me enfada es el tema de la educación”, afirmó. “Es una verdadera tragedia”. Pero, al mismo tiempo, aseguró que las mujeres siempre encontraban una manera de burlar las prohibiciones. Ella misma daba clases en línea de escritura y literatura persa a un grupo de mujeres de entre 12 y 28 años.

“Necesitamos una narrativa de mujeres afganas, que cuenten su propia historia, los hombres ya han escrito demasiado”, sostuvo. “Cuando leo a un escritor afgano que se queja de su sufrimiento, me enfada mucho, no sé de qué se quejan, a ellos no los matan”.

Después añadió: “Supongo que todos perdemos algo en la guerra, nos hace peores personas y quizá yo he perdido la simpatía hacia los hombres”.

Por Magdalena Tsanis

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