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La filosofía griega en el corazón del Vaticano
(El teatro de la historia)

El papa Julio II encomendó a Rafael Sanzio un conjunto de murales para decorar su biblioteca en el Palacio Apostólico. Una de estas pinturas, “La Escuela de Atenas”, tenía el propósito de conmemorar el legado de la filosofía clásica como una aliada natural de la teología cristiana.

Mauricio Nieto Olarte

04 de junio de 2025 - 07:00 a. m.
“La Escuela de Atenas”, Rafael de Sanzio (1509). Estancia de la Signatura en el Vaticano.
Foto: Wikimedia Commons
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Mi única visita al Vaticano en un viaje de turismo familiar fue una experiencia horrible, sufrimos eternas filas de ingreso para después ser arriados como ganado, y asfixiados entre hordas de turistas, no tuvimos la posibilidad de apreciar nada. Casi que estuve de acuerdo con mis hijos en lamentar no habernos quedado disfrutando de una pizza o un helado en los alrededores de la Santa Sede. Por suerte tenemos Google y maravillosas reproducciones de la pintura de los grandes artistas del Renacimiento, pero desafortunadamente ni las pantallas de computador, como tampoco los mejores libros de arte, pueden sustituir la experiencia de estar en el lugar para el cual fueron creadas las obras de arte devocional del Renacimiento italiano.

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Estos días de inevitable atención sobre el Vaticano resucitaron mi sueño de una audiencia papal sin turistas. Un sueño imposible, ya sé, y como es pura ficción, en caso de que mi fantasía se hiciera realidad, le propondría a su santidad León XIV que el lugar de nuestro encuentro fuera en una pequeña habitación del Palacio Apostólico conocida como la Estancia de la Signatura.


En la misma época en que Miguel Ángel pintaba los techos de la Capilla Sixtina, un pintor más joven, Rafael Sanzio (1483-1520) fue contratado por el papa Julio II para decorar las paredes del lugar en el cual solía estar la biblioteca del pontífice. Si bien es imposible apreciar el esplendor y la complejidad del Renacimiento italiano en un solo lugar, en cada una de las cuatro paredes de esta habitación podemos reconocer grandes temas del mundo renacentista: la sabiduría de la filosofía, los misterios de la teología, las artes y la jurisprudencia. La verdad, la fe, la belleza y la justicia. Allí está todo. Muy seguramente los motivos de los majestuosos murales que decoran el recinto fueron un encargo explícito de Julio II, quien solicitó al joven pintor la tarea de crear imágenes que enaltecieran la autoridad del dogma cristiano.


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En esta oportunidad haremos una breve referencia a uno de los murales conocido como “La Escuela de Atenas”, en el que el artista realza el legado de la filosofía. El mural de 7,5x5 metros es un gran homenaje a los más afanados pensadores de la Grecia clásica, como Platón, Aristóteles, Pitágoras, Heráclito, Sócrates, Euclides, Ptolomeo, Zenón, Parménides, Plotino, entre otros. La mayoría son personajes griegos, pero no podía faltar el gran pensador árabe del siglo XII, Averroes. Entre los muchos personajes de la pintura llama la atención que solo dos de ellos miran al espectador: el autorretrato del artista casi oculto en el extremo derecho y, al lado izquierdo con una túnica blanca, aparece Hipatia, filósofa neoplatónica del siglo V, la única mujer entre más de 40 personajes masculinos, quien de manera similar a Rafael dirige su mirada a quienes observamos el cuadro.


Esta espléndida escena se enfrenta a otra imponente obra de Rafael conocida como “La disputa del sacramento”, cuyo tema es el misterio de la eucaristía. En el mismo recinto se enfrentan los enigmas de la fe con la filosofía secular, no para señalar su antagonismo, sino, por el contrario, su estrecha relación. Las grandes religiones monoteístas, los cristianos en particular, buscaron en la obra de pensadores griegos, como Platón y Aristóteles, las bases filosóficas de sus doctrinas. Los cuatro murales buscaron mostrar que la filosofía griega, el arte y la teología son inseparables, además de celebrar la poderosa idea de una única autoridad filosófica, religiosa, estética y moral.


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Algunos de los filósofos en el mural son representados con rostros de grandes artistas del Renacimiento. Leonardo da Vinci aparece como Platón; Miguel Ángel, como Heráclito, el arquitecto y amigo de Rafael; Bramante, como Euclides, y el mismo papa Julio II, como Plotino. El entorno arquitectónico revive elementos romanos y la composición de la pintura responde a una perspectiva rigurosa en cuyo punto de fuga están los protagonistas del cuadro: Platón y Aristóteles. En una especie de entrada triunfal, los dos filósofos son objeto de la admiración de un ilustre público. Algo más joven que su maestro, Aristóteles parece que se adelanta, sugiriendo tal vez que el alumno supera al maestro. Platón lleva en su mano izquierda una copia de su obra el “Timeo”, mientras que Aristóteles sostiene una versión de “La ética”. En dichas obras sus autores se ocupan de dos grandes temas de la teología: la creación del universo y la moral humana. Vale la pena recordar el papel que estos dos pensadores han desempeñado en la defensa filosófica de la fe. En el siglo IV, san Agustín encontró en el platonismo las bases filosóficas para el dogma cristiano, y en el siglo XII Tomás de Aquino transformó la filosofía de Aristóteles en la fuente fundamental de sus argumentos para mostrar la verdad de la religión cristiana.


Hacia el año 387 a. C., en las cercanías de Atenas, Platón fundó la Academia, una especie de escuela en la cual se compartían y enseñaban conocimientos sobre matemáticas, medicina, astronomía y política. Discípulo de Sócrates, la filosofía de Platón es una contienda contra las falacias de los sofistas, dramaturgos y poetas, una decidida defensa de una única verdad. Para el pensador griego la verdad está en el mundo de las ideas eternas e inmutables, de las cuales depende la realidad de lo material, transitorio e imperfecto. Así, lo que vemos en el mundo material son copias imperfectas de las ideas o formas que preceden lo material. Es necesario recordar que dicho orden eterno es la obra de un gran demiurgo, el resultado de un diseño racional divino. De ahí el gesto de Platón en la pintura, señalando el mundo de lo intangible.

Sin duda, el más famoso de los alumnos de la Academia Platónica es Aristóteles, y resulta inevitable pensar en su filosofía en contraposición con la de su maestro. Para Aristóteles, a diferencia de Platón, las formas abstractas no pueden existir de manera independiente de los objetos particulares y, por lo mismo, el punto de partida del conocimiento está en la experiencia del mundo físico que nos rodea. Nuestras ideas entonces no son innatas, sino el resultado de las sensaciones humanas. El gesto de Aristóteles con su mano derecha sugiere la importancia que le da al mundo terrenal. Esto no quiere decir que no debamos llegar al conocimiento de universales, ni que el mundo no responda a un orden racional. Todo en la naturaleza tiene un propósito y gran parte del fin de la filosofía es conocer los propósitos de todas las cosas, la causa final de todos los fenómenos.


Dos escuelas de pensamiento con el mismo objetivo de encontrar la verdad por caminos distintos. El idealismo y el materialismo tienen visiones opuestas sobre el papel de la experiencia y de la razón, que se convirtieron en tradiciones antagónicas, y son dos teorías del conocimiento que han debatido filósofos desde la Antigüedad hasta el presente.

Por Mauricio Nieto Olarte

Mauricio Nieto Olarte es filósofo de la Universidad de los Andes y doctor en Historia de las Ciencias de la Universidad de Londres.
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