La selva de cemento
En una noche vestida de duelo, Pedro Navaja se encontró con Juanito Alimaña. El primero apuró su tumbao’ y sonriente le mostró el diente de oro antes de sujetar su puñal; entre tanto, el otro, con malicia y sin mucha maña, aseguró su pistolón dentro de su gabán.
Hubo ruido en aquella avenida cuando Pedro Navaja se le fue encima y Juanito Alimaña con decoro y con halago, se movió como el viento, y disparó. ¡los recuerdos son peores que las balas!, exclamó aquel bravo antes de caer, mientras su adversario agónico alcanzó a balbucear: Al final, la realidad nos puso a cada uno en su sitio.
Por: Guillermo Castillo.
Se buscan cinco minutos
La comunicación ya es cosa de la edad del Paleolítico en Luvina. Esto es demasiado. He puesto un anuncio en el periódico El gallo de la cantina. Busco a cinco minutos, en los que la palabra pueda salir de su mazmorra, relacionarse con los verbos y los adjetivos y formar oraciones, con las que compartir algo, un momento, un recuerdo… Tan solo pido que esos cinco minutos llamen a mi casa, se sienten junto a mí, y pueda yo sentir el aroma de la primavera por un segundo, tan solo eso. Espero que vengan un día con una hora, un día… Por ahora solo quiero cinco minutos.
Por: Celia Ortiz Lombraga.
Inseguridad
Alguien tose y un escalofrío me sube por la espalda. Estoy sentado en la última fila del bus y son las cinco de la mañana. Madrugo para evitar a personas enfermas y, preciso, hay una. Vuelve a toser, acompañado de un estornudo. Las manos me sudan y las piernas tiemblan. Quisiera contener el aliento para no respirar su mismo aire. La gente que tiene gripe debería quedarse en casa. Durante cinco minutos más, el silencio tranquiliza mis nervios, pero tose de nuevo, y esta vez con mayor profundidad, como si se estuviera desgarrando por dentro.
Entonces me aseguro de tener bien puesto el tapabocas. Me echo la bendición y que sea lo que tenga que ser. Olvido al enfermo, saco la pistola y grito con furia: ¡Señores, esto es un atraco!
Por: Angélica Villalba Cárdenas
Relato primaveral
El niño protestó en la clase de ciencias naturales. No estaba de acuerdo con la lección de las estaciones del año. “¿Cómo puedo aprender del invierno, si vivo en medio de este clima sofocante?” Se preguntó. “¿Qué puedo saber yo del otoño y esos vientos con sus hojas cayendo?” Protestó para sí mismo. Así que se negó a responder el test. Cuando llegó al punto del verano, dibujó el sol encendido que le pegaba en el cuello de su aula rodeada de patos, gallinas y olor a estiércol. Una gota de sudor cayó en la hoja. Y al pie de la marca que desdibujó un par de letras, el chico, le escribió a su maestra: “ahí está el verano”. En el punto de la primavera, solo dibujó su corazón.
Por:Luz Martínez.
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