Para hacer realidad “Esquizofrenia”, usted decidió internarse tres días en un hospital psiquiátrico. Cuénteme un poco acerca de esa experiencia.
La esquizofrenia es una enfermedad muy seria, entonces yo no podía tomar esta obra sin empaparme realmente de lo que es; de la enfermedad (…) Lo más importante de esto fueron las noches; en las noches, al momento de apagar las luces, lo que se escucha es muy fuerte, porque escuchas llantos, lamentos, carcajadas, a gente platicando con nadie... A mí lo que más me impresionaba es que yo veía a dos personas abrazadas en el patio, pero no más estaba una; es decir, la otra no existía, estaba en la cabeza del enfermo, en la obra durante tres o cuatro veces sucede esto y es muy padre porque el público ve a la otra persona. Aunque es un espectáculo unipersonal, la gente ve más personas, hay enfermos que están acompañándome en el hospital, aunque en realidad no haya nadie (…) La idea era estar internado siete días, pero nada más aguanté tres. Es demasiado crudo, hay un momento en que dices: ¡híjole! ¡Estoy enfermo!
¿Qué enseñanza le dejó esa experiencia?
Que es una rayita muy chiquita entre la salud y la enfermedad; es muy pequeña (…) Quizá lo que más aprendí fue a no burlarme de una persona que está enferma mentalmente, porque la raya es bien delgadita, porque en cualquier momento, si es que ya no lo estamos, podemos estar de ese lado; entonces, merece respeto, atención y, de vez en cuando, introspección de uno mismo para ver cómo estamos.
En una parte de la obra usted afirma: “No hay mañana, no hay futuro, solo hay hoy: eso es lo que vive un esquizofrénico por el resto de sus días”. ¿Por qué?
Porque la enfermedad de la esquizofrenia te hace repetir el mismo día cada veinticuatro horas. Así como en Bogotá no hay estaciones, en la vida de un esquizofrénico no hay lunes, martes, miércoles, jueves... solo hay un día. Es un día que se repite cíclicamente: se despiertan a la misma hora, hacen lo mismo, caminan por el mismo lugar, hablan lo mismo, es exactamente una repetición cuadriculada de un solo día. Entonces, no hay futuro, solo hay presente, solo está lo que haces hoy. Si lo que existe hoy consiste en que en algún momento te cortas una mano con un cuchillo, todos los días te vas a cortar la mano con un cuchillo y todos los días te va a tener que curar un médico, necesitas seguir haciéndolo todos los días (…) Es una faceta de la esquizofrenia, no todos la tienen, pero la gran mayoría de los esquizofrénicos tienen la evolución de la revolución. ¿Qué quiere decir esto? Que hacen lo mismo cíclicamente por el resto de sus días.
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En esta sociedad aún hay estigmas sobre las enfermedades mentales, que suelen provenir del desconocimiento. ¿Cómo abordar desde el teatro estas temáticas sin terminar reforzando esos estigmas?
Qué bueno que me preguntas esto, porque esta es quizá la razón principal por la que hago Esquizofrenia. Llevábamos haciendo la obra como unas cinco semanas, o una cosa así, cuando de repente tocaron al camerino y era el director de psiquiatría del Hospital Siglo XXI, de México, y me dijo: “Señor Perrín, ¿me permitiría usted en la revista de los psiquiatras hacer una reseña de lo que acabo de ver?’” (…) Entonces, cuando la leo, pues era una manera médica, científica, de describir el doctor lo que acababa de ver y era como una obligatoriedad para todo el que quisiera estudiar psiquiatría o psicología. A raíz de eso, el 80 % de mi público en México son batas blancas (…) Entonces, todas estas cosas yo las expongo para quitar esa onda de que la gente piensa que un enfermo mental es un exagerado, es puro cuento, es un joven que quiere llamar la atención o está poseído por el demonio.
Aparte de dirigir esta obra, usted también dirige otras como “La dama de negro”, “Infierno” y “La llorona”. ¿Por qué esa fascinación por el terror?
Te voy a decir algo: en televisión yo dirijo puros programas de comedia, en la televisión hago reír, porque me gusta eso, pero en el teatro sí me gusta que el público no se siente a ver una obra de teatro, sino que forme parte de la obra. A mí me gustan los espectáculos inmersivos, los espectáculos en donde más que una obra de teatro es una experiencia, es una experiencia en donde el público, cuando acaba la obra y llega a la casa, sigue comentando (…) En Esquizofrenia hay una gota de agua que cae todo el tiempo; entonces mucha gente me escribe: “Oiga, señor, llego a mi casa y sigo escuchando la gota de agua, ¿cómo hago para apagarla?”. Eso es lo que a mí me gusta en el teatro: que el público viva la obra de teatro.
¿Por qué cree que es importante hacer al público parte de la obra?
Porque eso es lo que hace la gran diferencia del teatro al cine o la televisión (…) Si yo como actor me estoy exponiendo al público durante dos horas, ¿por qué el público no se va a exponer conmigo? ¿Por qué el público no va a jugar conmigo este juego? Ahora, no se trata de incomodar al público, porque hay personas que no les gusta y solo pagan por ver (…) Entonces, yo creo que eso es lo que ha funcionado con esquizofrenia: romper esa cuarta pared.
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¿Por qué decidió traer “Esquizofrenia” a Colombia?
Porque Robinson Díaz es un terco, es un necio. Él la fue a ver a México, la ha visto tres veces, me dijo: “Perrín, si La dama de negro fue un éxito, ¿por qué no la traes a Colombia?”. Entonces, yo le dije: “No es lo mismo estar parado junto a Robinson Díaz, que estar parado solo frente a un escenario”. Yo debo tener mis pies sobre la tierra, en México sí tengo una trayectoria, me conocen, lo que quieras; en Colombia todavía no. En Colombia van a La dama de negro por Robinson Díaz, nadie va por Rafael Perrín (…) Para mi sorpresa llevamos más de mil boletas vendidas de Esquizofrenia, de preventa. Eso para mí es una gran sorpresa.
¿No ha pensado en llevar la obra a otros países?
Sí, ya después de esto, por supuesto. Tengo la invitación de llevar La dama de negro y Esquizofrenia a Perú. Tengo que conocer la experiencia con un público que no es mexicano, con un actor mexicano, ante un público tan exigente como es el de Bogotá (…) Si la función se da y la magia se da, claro que sí, sería muy interesante. Pero siempre me quedará el gran gusto de que mi primer ejercicio fue aquí en Bogotá.
¿Le causa temor el recibimiento que vaya a tener la obra en Colombia?
El no fallarle, el cumplir con las expectativas (…) Haz de cuenta que esta gente viene a ver un signo de interrogación gigantesco, entonces que cuando se sienten y vean ese signo de interrogación se cambie por un signo de admiración, que digan: “¡Guau! ¿Qué fue lo que vi? Ese es mi objetivo, no solo el dinero de la boleta, porque el dinero va y viene (…) Si tú me vas a regalar una hora y media de tu vida, más la hora que te tardas en llegar y regresar a tu casa… si me vas a regalar tres horas de tu vida, lo menos que puedo hacer es dejar mi vida allá arriba, entonces eso es de lo que se trata, ese es el negocio, eso es por lo que yo me dedico al teatro (…) Les digo: “Voy a contarles un cuento”, y todas estas vidas se apagan y se prenden también (…) Es un miedo divino, extraordinario.
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Claro, porque es un miedo que va dirigido hacia los otros, pero que tal vez no surge de los temores internos de uno…
Yo sé lo que tengo que hacer, pero lo que tengo que hacer es que ellos se den cuenta de lo que estoy haciendo; es bien bonito, es una especie de seducción (…) Yo siempre digo que una obra de teatro es una seducción, estamos los actores seduciendo a un público, que llega como espectador. ¿Qué quiere decir espectador? Que está expectante a ver qué pasa y el chiste es que eso que pase haya valido la pena, y es ahí cuando se logra la magia.
¿Qué mensaje le gustaría trasmitir a través de “Esquizofrenia”?
El que tengamos mucho cuidado cuando juzguemos a alguien. Esto está hecho para la gente que juzga, porque muchas veces juzgamos muy fácil. Yo cuando estoy sentado en el automóvil y cruza gente, yo digo: “Cada persona que está caminando ahí es una obra de teatro”. Todas las personas tienen su obra de teatro, sus miedos, angustias, amores, temores, enfermedades, alegrías... No puedo juzgar a alguien aun conociéndolo, tenemos que respetar a cada persona (…) Entonces, un granito de arena que quiero hacer con Esquizofrenia es que no juzgues a la gente, acéptala, compréndela, ayúdala si está en tus manos, pero no le digas cómo vivir. No se trata de echarle ganas, se trata de saber hacer las cosas y saber respetar la vida.