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                                                                                                                              La extinción de los recuerdos

                                                                                                                              Un hombre sin historia, sin patria, sin nombre, idioma o familia; el desarraigo en la que fue la última novela de W. G. Sebald, “Austerlitz” (2001).

                                                                                                                              Isabel-Cristina Arenas

                                                                                                                              “Austerlitz” (2001) fue la última novela escrita por de W. G. Sebald. / Sebaldiana

                                                                                                                              Jacques Austerlitz no leía periódicos, temía a las revelaciones desagradables. Encendía la radio sólo en momentos determinados y creaba a su alrededor un espacio libre de realidad. Hasta este punto podría ser cualquiera de nosotros durante estos últimos meses, pero el aislamiento en el que se ponía a salvo estaba relacionado con la historia de su infancia. Con  el terror de descubrir de dónde venía. Él se esforzaba por no recordar, pero una y otra vez aparecía en su mente la imagen de un niño de 4 años con una mochila verde y unas medias blancas hasta la rodilla al que una pareja le hablaba un idioma desconocido. Era 1939 y había llegado en un Kindertransport a Inglaterra. El rastro del padre se perdió en París y su m adre fue enviada al campo de prisioneros en Terezín. Es Austerlitz (2001), la última novela escrita por de W. G. Sebald.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Por mucho tiempo Austerlitz no supo nada de la ocupación de Europa por los alemanes, pero en el fondo intuía de lo que había escapado. Sus paseos interminables por Londres y la acumulación de conocimientos anteriores al siglo XX lo mantenían a salvo. Su memoria es un espacio en blanco, sin ni siquiera con el “consuelo” de sufrir del síndrome de Korsakov, que padece uno de los personajes de otro libro de Sebald, Los emigrados (1992), y que consiste en reemplazar los recuerdos reales por ficticios. Síndrome que el escritor Juan Gabriel Vásquez, en su ensayo “Memoria perfeccionada”, califica como metáfora para los escritores, quienes utilizan esos recuerdos para crear a partir de ellos.

                                                                                                                              Vásquez también dice que la Historia, con mayúscula, tiene la curiosa característica de volverse inofensiva con el tiempo. Inofensiva por la mala memoria colectiva y, precisamente, por esta experimentamos una repetición sin sentido de las decisiones en masa. Uno podría pasarse la vida encerrado en otro tiempo, como Austerlitz, protegiéndose de lo que pasa afuera y solo quizás, cuando ese mundo interior ahogue un poco, echar un vistazo a la realidad, para darse cuenta que afuera todo es peor y volver a uno mismo.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              W.G. Sebald murió en 2001, en Norwich, Inglaterra. Sufrió un paro cardiaco mientras conducía su carro. Tenía 57 años. Dejó, para fortuna de sus lectores, obras como Los anillos de Saturno, Los emigrados, Vértigo, Sobre la historia natural de la destrucción, además de sus poemas y ensayos. A sus libros se regresa una y otra vez, ya sea para recordar alguna de las muchas historias dentro de historias, para ratificar una idea o para aprender de él como escritor; es alguien para releer. Sebald ya ocupaba un lugar prestigioso en la literatura. Su muerte frenó por sorpresa una gran carrera literaria.

                                                                                                                              Austerlitz, quien creció sin patria, nombre o idioma, logra conocer la verdad de su origen y tiene por fin la certeza de que sí ha existido. En medio de fantasmas y recuerdos desempolvados o relatados, podrá, por lo menos, tener la posibilidad de elegir entre algunos.

                                                                                                                              “Austerlitz” (2001) fue la última novela escrita por de W. G. Sebald. / Sebaldiana

                                                                                                                              Jacques Austerlitz no leía periódicos, temía a las revelaciones desagradables. Encendía la radio sólo en momentos determinados y creaba a su alrededor un espacio libre de realidad. Hasta este punto podría ser cualquiera de nosotros durante estos últimos meses, pero el aislamiento en el que se ponía a salvo estaba relacionado con la historia de su infancia. Con  el terror de descubrir de dónde venía. Él se esforzaba por no recordar, pero una y otra vez aparecía en su mente la imagen de un niño de 4 años con una mochila verde y unas medias blancas hasta la rodilla al que una pareja le hablaba un idioma desconocido. Era 1939 y había llegado en un Kindertransport a Inglaterra. El rastro del padre se perdió en París y su m adre fue enviada al campo de prisioneros en Terezín. Es Austerlitz (2001), la última novela escrita por de W. G. Sebald.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Por mucho tiempo Austerlitz no supo nada de la ocupación de Europa por los alemanes, pero en el fondo intuía de lo que había escapado. Sus paseos interminables por Londres y la acumulación de conocimientos anteriores al siglo XX lo mantenían a salvo. Su memoria es un espacio en blanco, sin ni siquiera con el “consuelo” de sufrir del síndrome de Korsakov, que padece uno de los personajes de otro libro de Sebald, Los emigrados (1992), y que consiste en reemplazar los recuerdos reales por ficticios. Síndrome que el escritor Juan Gabriel Vásquez, en su ensayo “Memoria perfeccionada”, califica como metáfora para los escritores, quienes utilizan esos recuerdos para crear a partir de ellos.

                                                                                                                              Vásquez también dice que la Historia, con mayúscula, tiene la curiosa característica de volverse inofensiva con el tiempo. Inofensiva por la mala memoria colectiva y, precisamente, por esta experimentamos una repetición sin sentido de las decisiones en masa. Uno podría pasarse la vida encerrado en otro tiempo, como Austerlitz, protegiéndose de lo que pasa afuera y solo quizás, cuando ese mundo interior ahogue un poco, echar un vistazo a la realidad, para darse cuenta que afuera todo es peor y volver a uno mismo.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              W.G. Sebald murió en 2001, en Norwich, Inglaterra. Sufrió un paro cardiaco mientras conducía su carro. Tenía 57 años. Dejó, para fortuna de sus lectores, obras como Los anillos de Saturno, Los emigrados, Vértigo, Sobre la historia natural de la destrucción, además de sus poemas y ensayos. A sus libros se regresa una y otra vez, ya sea para recordar alguna de las muchas historias dentro de historias, para ratificar una idea o para aprender de él como escritor; es alguien para releer. Sebald ya ocupaba un lugar prestigioso en la literatura. Su muerte frenó por sorpresa una gran carrera literaria.

                                                                                                                              Austerlitz, quien creció sin patria, nombre o idioma, logra conocer la verdad de su origen y tiene por fin la certeza de que sí ha existido. En medio de fantasmas y recuerdos desempolvados o relatados, podrá, por lo menos, tener la posibilidad de elegir entre algunos.

                                                                                                                              Por Isabel-Cristina Arenas

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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