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Y Cósima quería, quería saber; más que los juguetes, se sentía atraída por los cuadernos y la pizarra de la clase, con aquellos signos blancos que allí trazaba la maestra, tenía para ella el encanto de una ventana abierta sobre el azul oscuro de una noche estrellada.
Cósima
La italiana Grazia Deledda fue la segunda mujer en ganar el Premio Nobel de literatura, pero su pluma no fue transgresora únicamente por este hecho. También la certeza de que era necesario marginalizarse de una sociedad opresiva y juzgadora le permitió avanzar en sus letras y en su intelectualidad: después de sus primeras publicaciones, sus conciudadanos sardos la condenaron severamente por apartarse de los presupuestos católicos y sociales que debían regir el comportamiento femenino. Además de su vasta obra literaria, la escritora fue una observadora cuidadosa de la sociedad, de las costumbres, leyendas, mitos y, sobre todo, del papel de la mujer en su Cerdeña natal. En la introducción de Cósima, María Teresa Navarro explicó: “En un artículo titulado La mujer en Cerdeña la escritora traza un panorama del mundo femenino sardo analizando los comportamientos tanto de las mujeres del pueblo, las llamadas rústicas, porque visten el traje tradicional, como de las burguesas y de la nobleza. El cuadro que pinta a finales del siglo XIX no es muy halagüeño, ya que, por ser la mujer ‘la potencia oculta’ que nunca levanta la voz para protestar o rebelarse, la consecuencia es que el pueblo sardo se resigna ante su condición. Y esto es válido para las mujeres de todos los ámbitos sociales. Al finalizar su estudio expresa el deseo de que las mujeres burguesas y de la nobleza «sin perder su feminidad sigan cultivando su inteligencia y su espíritu con una sana y fuerte cultura, para transfundirla, con la sangre y la educación, a los hijos del siglo xx’” (Cósima, Nórdica Libros, ebook, 2013, p19).
Grazia Maria Cosima Damiana Deledda nació en Nuoro, Cerdeña, el 27 de septiembre de 1871 en el seno de una familia acomodada, católica y tradicional. Como mujer, solamente tuvo educación primaria, sin embargo, tanto su padre como su hermano mayor le procuraron lecturas y una educación en casa que le permitió aprender idiomas y el acceso a diversas obras literarias. Cuando tenía quince años empezó a publicar relatos costumbristas en revistas femeninas y literarias. En 1892 publicó su primer libro Flor de Cerdeña, seguido por Los caminos del mal, que llamaron la atención de la crítica literaria italiana. En 1900 se fue a vivir a Roma, desde donde pudo tomar distancia y escribir a sus anchas. En 1903 publicó la novela que le dio la entrada a los círculos literarios de intelectuales de Italia: Elías Portolu, una novela crítica que describió la decadencia cultural de Cerdeña, a su juicio, debido a las creencias religiosas exageradas y supersticiosas. Publicó varias novelas, entre las que estuvieron Cenizas (1904), La hiedra (1912), Cañas al viento (1913), Marianna Sirca (1915), La madre (1920), La huida a Egipto (1925), El sello del amor (1926) o las narraciones póstumas: Cósima (1937) y El cedro del Líbano (1939), todas con tendencias costumbristas, heredadas del naturalismo francés y español, en diálogo directo con el ambiente isleño, a partir de una mirada crítica del desproporcionado y mojigato código moral de la comunidad sarda. También escribió obras de teatro, relatos cortos, poesía, ensayos, incluso un libreto de ópera y artículos para revistas literarias. Ganó el Premio Nobel de literatura en 1926. Murió en Roma el 15 de agosto de 1935.
Cósima fue una novela autobiográfica, escrita muy poco antes de morir, narrada en tercera persona, que yuxtapuso sus recuerdos personales en una naturaleza agreste y en un ambiente rural marcado por mitos y leyendas pueblerinos. La protagonista anheló la libertad, la educación y renegó de las dificultades de las mujeres para ser independientes: “Decidió no esperar nada que viniera de fuera, del agitado mundo de los hombres, sino todo de sí misma, del misterio de su vida interior”. Fue también una reflexión sobre la creación literaria y las vicisitudes de una escritora en formación, además de las dificultades para llegar a ser una de las figuras más importantes de la literatura italiana.
Recapitulando, Grazia Deledda se convirtió en referente del movimiento naturalista en Italia y en bisagra de la prosa de los siglos XIX y XX. Fue una autora prolífica, con una obra variada que desenterró conflictos y vivencias de la isla de Cerdeña, a partir de narraciones de amor, dolor, muerte, religión, pecado, culpa, destino y fatalidad; todo dentro de la cotidianidad rural y la aspereza del paisaje sardo. Se enfrentó a una sociedad intransigente, que al tiempo que la condenó, la hizo célebre.
Cierro con un fragmento de las palabras de la Academia sueca sobre su pluma: “Describir con vivos colores la naturaleza y las vicisitudes humanas, especialmente si al propio tiempo indaga y acierta a descubrir el mundo del corazón, será un autor de rango universal, por muy localista que sea en sus temas”.