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La pelea entre el comerciante español José González Llorente y los hermanos Francisco y Antonio Morales, por la negativa del primero al préstamo de un florero para engalanar un homenaje al comisario Antonio Villavicencio, constituye la primera lección de historia para cualquier colombiano. Ese viernes 20 de julio de 1810, después del altercado en la calle se desató el reclamo ciudadano, pidiéndole al virrey Amar y Borbón la convocatoria de un cabildo abierto. En la noche, el asunto terminó en la declaratoria de un acta de independencia suscrita por 38 ciudadanos.
En buena medida esos sucesos se explican por el contexto internacional de la época. El siglo XIX comenzó con las victorias militares del oficial francés Napoleón Bonaparte en Europa. En mayo de 1800, sus tropas cruzaron los Alpes e invadieron Italia, mientras que en la batalla de Marengo el mismo año, derrotaron al ejército austríaco. De manera simultánea en América, Thomas Jefferson llegaba a la presidencia de Estados Unidos, iniciando un ciclo de expansionismo territorial que para 1803 ya había agregado la Luisiana, tras compra hecha al gobierno francés.
Fue un tiempo de transformaciones sociales y políticas, en parte provocadas por el auge de la revolución industrial y por la reacción de las monarquías europeas para evitar que se repitiera un suceso como la revolución francesa de 1789. Para el año 1804, gracias a sus conquistas en los campos de batalla, Napoleón Bonaparte ya oficiaba como emperador, coronado por el propio Papa Pío VII, como lo representó para la posteridad el pintor francés Louis David en su obra “La consagración”. Sin embargo, sus opositores también ganaban terreno en la pugna europea.
De manera simultánea, en América los acontecimientos también daban luces sobre lo que estaba por suceder. En 1804, Haití surgió como el primer territorio independiente en el nuevo mundo, y dos años después, en Venezuela, el general Francisco de Miranda protagonizó dos intentos por instaurar una primera república. En el río revuelto de la política internacional, los ingleses aprovecharon para promover una ocupación en Argentina y Uruguay, con sendos ataques en Buenos Aires y Montevideo. Pero en el nuevo continente ya no había lugar para inversiones europeas.
En ese contexto llegó el año bisiesto de 1808. Y con él, acontecimientos cruciales que cambiaron la visión política en las colonias españolas. En enero, advertida de que Napoleón tenía la intención de ocupar Portugal, la familia real decidió huir hacia Brasil, pero en pocas semanas el emperador francés entraba a España a sangre y fuego. Lo que no esperaba Bonaparte fue la reacción del pueblo español que se levantó en armas contra el invasor. Aunque posicionó a su hermano José Bonaparte, no pudo evitar que se fueran formando juntas patrióticas de oposición en defensa de su soberanía.
Al tiempo que las tropas de Napoleón intentaban en vano doblegar la resistencia española, los americanos asumieron que era el momento para dar su propio avance hacia la independencia. Por eso, mientras en Chuquisaca (Bolivia) se creaba el primer movimiento político para lograrlo, o desde la Nueva Granada, el abogado Camilo Torres enviaba a la Junta Central de Sevilla un documento pidiendo igualdad para los criollos, conocido como el “Memorial de agravios”, en otros territorios del continente tomaban forma nuevas acciones contra la autoridad de España.
Por eso, el año 1810, no sólo fue significativo para la Nueva Granada (hoy Colombia) sino en general para toda América. En abril, se constituyó la primera junta de gobierno en Caracas; en julio el turno fue para Santa Fe, aunque ya se habían dado manifestaciones similares en El Socorro, Mompox y Cali; en septiembre, los levantamientos se dieron en México y Santiago (Chile). En general, en múltiples escenarios de América empezó a ensayarse el modelo republicano, mientras España seguía enfrascada en su lucha contra el invasor, además con su rey Fernando VII prisionero en Francia.
En marzo de 1812, un grupo de políticos españoles de pensamiento liberal, con el apoyo de algunos dirigentes americanos, sacó adelante una constitución llamada “La Pepa”, con la que pretendían revivir una monarquía con el rey controlado en sus funciones, mientras sacaban del territorio a los franceses. Pero ni siquiera este camino pudo evitar que en el nuevo continente se consolidara el propósito de alcanzar la independencia de España. Ese mismo año, Napoleón cometió el error de atacar a Rusia, y empezó su declive tratando de atender múltiples frentes de batalla.
Dos años después, al tiempo que Bolívar trataba de consolidar la república en Venezuela, en Europa volvía a transformarse el mapa político. En marzo de 1814, el rey Fernando VII regresó al trono en España y, alcanzada la liberación de la ocupación francesa, lo primero que hizo fue emprender la restauración monárquica en el nuevo continente. Entre tanto, Napoleón, por virtud del Tratado de París, se veía forzado a permanecer en la isla de Santa Elba. La monarquía francesa regresó bajo la figura del Luis XVIII, y detrás de este hecho se gestó una alianza política para cerrarle el paso a la república.
Esa alianza se conoció como el Congreso de Viena, que deliberó entre octubre de 1815 y junio de 1816. La pretensión de las monarquías europeas era regresar al estado de cosas antes de la revolución francesa, aprovechando además el declive de Napoleón Bonaparte. Un mes después, tras la batalla de Waterloo, el otrora emperador francés y árbitro de Europa, fue recluido en la isla de Santa Helena y terminó si ciclo histórico. En ese mismo contexto, la expedición militar de del oficial español Pablo Morillo inició la reconquista y el régimen del terror en la Nueva Granada.