La importancia de las monedas del galeón San José

El presidente de la Fundación Numismáticos Colombianos explica la historia de las macuquinas a bordo de la embarcación más importante de la época de la Colonia.

ANDRÉS FELIPE CORTÁZAR MEJÍA / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
19 de enero de 2020 - 01:00 a. m.
Naufragio del galeón San José, en las Islas del Rosario, según imagen de Maritime Archaeological Consultants, la firma británica que lo descubrió y aspira a rescatarlo. En el recuadro Andrés Cortázar Mejía, autor de este artículo y quien dirige las investigaciones de los numismáticos colombianos. / Cortesía
Naufragio del galeón San José, en las Islas del Rosario, según imagen de Maritime Archaeological Consultants, la firma británica que lo descubrió y aspira a rescatarlo. En el recuadro Andrés Cortázar Mejía, autor de este artículo y quien dirige las investigaciones de los numismáticos colombianos. / Cortesía
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Historiadores de varios lugares del mundo se reunirán en Cartagena para conmemorar el hallazgo numismático mas importante en la historia de América: el galeón Señor San José, que contiene tesoros invaluables, por encima de todo, monedas acuñadas en nuestro continente, en uno de los periodos más codiciados y estudiados por investigadores, historiadores y coleccionistas de todo el mundo. (Galeón San José bien de intereés cultural).

En memoria del esposo y el padre de la Virgen María, la Corona española contrató, en 1696, la fabricación de dos galeones idénticos: el Señor San José y el Señor San Joaquín. Una vez terminadas las embarcaciones, fueron llevadas del puerto Pasajes al puerto de Cádiz con la intención de zarpar hacia tierra firme en 1699, pero la guerra de sucesión en España ocasionó que una y otra vez se pospusiera la salida. 
En 1702 el puerto de Cádiz fue atacado sin éxito por el almirante inglés George Rooke. La defensa estuvo a cargo de don José Fernández de Santillán y Quesada, general de la guardia y encargado de la bahía, a quien el rey Felipe V recompensó con el título de conde de Casa Alegre, poniendo a su orden la flota. 

En 1705, la flota del conde de Casa Alegre fue enviada en defensa de Gibraltar junto con una flota francesa comandada por el barón de Pointis; sin embargo, la supremacía inglesa los obligo a retroceder y regresar a Cádiz, en donde estuvieron a salvo hasta que finalmente, el 10 de marzo de 1706, zarparon hacia Cartagena de Indias. 

Diez navíos partieron de Cádiz al mando de la capitana galeón Señor San José, insignia del conde de Casa Alegre, con la intención de llevar oro y plata de las provincias de ultramar, para solventar los altos costos de la guerra en España. La flota arribó a Cartagena el 27 de abril de 1706 y permaneció casi dos años allí, esperando que el virrey del Perú cumpliera con la organización de la feria de Portobelo, en la cual sería entregado el preciado botín de la Corona española. En la época virreinal, el puerto de Portobelo (ubicado en lo que hoy es Panamá) era el puerto en el que se cargaban la mayoría de los barcos españoles que llevaban consigo el quinto real; adicionalmente, dichos barcos cargaban monedas, barras de metal y todo tipo de mercancía con destino a la España peninsular. La feria organizada en Portobelo era muy afamada por su importancia en el intercambio de todo tipo de productos traídos desde España hacia las colonias de ultramar. Portobelo tenía un acceso terrestre desde el Pacífico por el cual se transportaban mercancías a lomo de mula desde y hasta el Caribe para ser llevadas en galeones hacia España. 

La ruta de regreso a España contemplaba pasar de nuevo por Cartagena y luego por La Habana. Los ingleses, que estaban bien informados sobre la importancia de la carga, estaban frente a las costas de Cartagena esperando atacar la flota española, que finalmente avistaron en la madrugada el 8 de junio de 1708. Los combates comenzaron pasadas las cinco de la tarde y hacia de las siete de la noche se encontraron frente a frente el Señor San José con la embarcación inglesa Expedición. Minutos después una fuerte explosión se escuchó dentro del San José, una ola de gran magnitud provocada por la explosión alcanzó las compuertas de los cañones del galeón, hundiéndolo con sus tesoros en la inmensidad del mar. 

Para los numismáticos —que son quienes estudian la moneda como ciencia auxiliar de la arqueología—, las toneladas de monedas acuñadas en oro y plata que había en el galeón constituyen una oportunidad única para avanzar en el estudio de las acuñaciones hechas en América antes de 1708. 
La totalidad de las monedas sumergidas en el Señor San José corresponden a un periodo de nuestra historia que las hace muy especiales. Son comúnmente llamadas macuquinas, lo que implica que su manufactura fue completamente manual. Para ello se empleaban troqueles prediseñados que se estampaban sobre cospeles a golpe de martillo, lo que hace que cada una sea única en su proceso de elaboración.

El periodo de las monedas sumergidas debería corresponder en su mayoría a las acuñadas entre 1650 y 1708, pero con seguridad existirán algunas pocas acuñadas en periodos anteriores. Dichos periodos en las monedas macuquinas son de un inmenso interés numismático, producto de la rareza de las monedas, al punto que mucha de la información que se ha podido revelar de estas acuñaciones tempranas es producto de los hallazgos de otros galeones encontrados en los últimos cincuenta años.

Una cantidad colosal de monedas de oro y plata provenientes de las minas de Potosí enmarcan la mayoría del tesoro sumergido; sin embargo, teniendo en cuenta que el circulante de las colonias estaba compuesto por monedas acuñadas en diferentes casas de moneda, es muy posible que se encuentren, aunque en menor cantidad, monedas acuñadas en México, Lima e incluso en Santa Fe y Cartagena, al igual que algunas de otras cecas (lugar donde se fabrica o emite moneda) de la América española. Del mismo modo, es posible que se encuentren barras y barretones, mercancía de oro y plata en bruto que habían sido utilizados como moneda en nuestros territorios antes de la acuñación. 

Existen estimaciones que señalan que el tesoro completo alcanzaba los 22 millones de pesos (de esa época) entre oro, plata y piedras preciosas. De este valor, al menos ocho millones, junto con otras mercancías y 600 tripulantes estarían en uno de los barcos más grandes del siglo XVIII, que ostentaría el mérito de cargar el mayor tesoro registrado en la época. Son millones de estas monedas las que reposan junto al pecio del capitán Señor San José.

En cuanto a las monedas correspondientes a lo que hoy es Colombia que se puedan encontrar en el rescate, de antemano se conoce que serán piezas de muchísimo valor histórico, y no sería nada raro que aparecieran algunas no registradas hasta ahora, lo que permitirá no solo reescribir la historia conocida hasta hoy, sino convertirlas en activos invaluables que cualquier museo del mundo envidiaría tener, escalando su importancia más allá del patrimonio del país para convertirlas en patrimonio de la humanidad. 

La indivisibilidad de la totalidad de los elementos sumergidos en el galeón es el único camino para la preservación del hallazgo histórico numismático más importante del continente americano en los últimos 300 años. Con este anhelo, historiadores y numismáticos de varias partes del mundo se reunirán en la tercera convención internacional, que se celebrará del 20 al 25 de octubre del 2020 en Cartagena. La escogencia de esta histórica ciudad como sede tuvo en cuenta el que se le permitiera acuñar moneda por parte de la Corona española para el Nuevo Reino de Granada y por ser la ciudad que alberga el santo grial de la numismática de América: el galeón Señor San José.

Por ANDRÉS FELIPE CORTÁZAR MEJÍA / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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