Philippina Bausch fue una coreógrafa alemana, pionera de la danza contemporánea y creadora de la danza-teatro. El contexto de su creación no podía ser más exigente y provocador: un país adolorido por la guerra y agobiado por la culpa; de allí su interés y su reflexión profunda por la condición humana. Un sentir que inundó cada una de sus creaciones.
Fue ese el motor de una vida dedicada a la investigación de la danza. Pina Bausch tuvo la audacia de preguntarse más allá del lenguaje. Se preguntaba por la palabra que desborda los límites, por el habla lejos de su configuración narrativa.
Pensaba en el impulso creador y en ese otro que frente al arte indaga cosas, se conmueve en su ser interior y se transforma en el hacer. Se interpela con agudeza sobre lo que la humanidad le suscita y sobre sí misma.
Esa reflexión en estos tiempos se nos antoja prioritaria, necesaria. El arte en Colombia nos plantea, a los que queremos impulsarlo, el desafío de poner cerca de los ojos de los ciudadanos acontecimientos creativos que logren conectar, conmover y generar empatía, en el reto enorme de superar la guerra y la violencia.
Ese momento sublime de la contemplación, de la apreciación y también, por qué no, del disfrute debe convertirse en un acto cotidiano. Si logramos conmovernos con lo sutil, lo impredecible, lo armonioso y también lo doloroso, podemos decir entonces que el arte ha impregnado nuestra vida cotidiana o, mejor aún, que la creatividad ha movido nuestra humanidad.
Hoy, en mi desafío, es una prioridad amplificar y honrar las voces de tantos creadores y dignificar su apuesta y su puesta en escena. Una ciudad que baile, que pinte, que lea, que actúe... una ciudad en manos de la creatividad de la gente.