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La isla de las mil historias y su referente en Cien años de soledad

Catherine Banner, la autora de La isla de las mil historias, leyó Cien años de soledad y, seguramente, varias de las obras de Gabriel García Márquez le sirvieron como referente narrativo. Basta una primera lectura para encontrar diversas coincidencias que ella logra adaptar a partir de tópicos usados por el nobel colombiano en ambientes y épocas diferentes.

Mónica Acebedo
30 de junio de 2020 - 03:19 p. m.
"La isla de las mil historias" cuenta la transformación de Europa en los últimos 100 años, a partir de elementos fantásticos y de la dualidad fuerza/debilidad del ser humano.
"La isla de las mil historias" cuenta la transformación de Europa en los últimos 100 años, a partir de elementos fantásticos y de la dualidad fuerza/debilidad del ser humano.
Foto: Archivo Particular

La tendencia de usar otros autores como esquema de referencia, común en muchos escritores y escritoras, no es novedosa y, mucho menos, una práctica equívoca. Por el contrario, es una conducta normal y ha sido una constante en la creación literaria. Los autores utilizan esquemas de diversas fuentes: nutren sus historias con la visión de la sociedad que los rodea, con sus propias vidas, con las ajenas, pero, sobre todo, con sus lecturas. El mismo García Márquez, sin ir más lejos, se sirve del Quijote no solo con el tópico del manuscrito perdido sino, por ejemplo, de la mujer amada en la naturaleza. Dice Cervantes: “El eco repite el nombre de Leandra dondequiera que pueda formarse: Leandra resuenan los montes, Leandra murmuran los arroyos, y Leandra nos tiene a todos suspensos y encantados, esperando sin esperanza y temiendo sin saber de qué tememos” (Quijote I). Dice García Márquez: “Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre” (Cien años de soledad). La prosa se expresa de forma diferente y novedosa, mientras que el eje temático reposa en otros escenarios, pero el motivo narrativo se mantiene.

La misma Banner parece inspirarse en este tópico en uno de los pasajes: “[…] corría a ocupar el aire que ella había respirado, ávido de captar algún vestigio de su perfume (que era seco y tenía un dejo de naranja). Si María-Grazia tocaba algo en la barra, él lo cogía a escondidas por el mero placer de tocarlo también.”

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La escritora inglesa se hizo famosa por su trilogía para jóvenes adultos: Eyes of a King (2008), Voices in the Dark (2009) y The Heart at War (2015). No obstante, en 2019 se apartó de las narraciones fantásticas de colección juvenil y presentó la novela: The house at the Edge of Night publicada por Random House. En español el título es: La Isla de las mil historias, Salamandra, 2019. La novela relata la historia de una familia en una pequeña isla ficticia en Italia, llamada Castellamare. El nombre corresponde, en realidad, a un pequeño golfo en tierra firme italiana cerca a Pompeya. Sin embargo, en la novela, la autora la imagina en algún lugar del Mediterráneo entre Sicilia y el norte de África. Amedeo Espósito, uno de los protagonistas, es un médico con un pasado de orfandad solitario y dificultoso. El galeno logra conseguir un trabajo en la pequeña isla que servirá como núcleo argumental para la narración de su vida y la de sus descendientes.

Es una obra de ficción que le sirve a la autora para transitar por los escenarios que marcaron los momentos de crisis de la convulsa historia europea del siglo XX y primera década del XXI: la Primera Guerra Mundial; el fascismo en Italia con Mussolini y la polarización que generó; la Segunda Guerra Mundial; la Guerra Fría; las crisis económicas de finales del siglo y los problemas del sector financiero, entre 2008 y 2009, causados por el mercado secundario de las hipotecas. Igualmente, la narración se mueve por eventos socioeconómicos y culturales que afectan la vida aislada y tranquila de la pequeña isla mediterránea, como son la llegada de la electricidad, del radio, del euro, de los turistas, de cruceros modernos, entre otros. Esta yuxtaposición de ficción y hechos históricos es precisamente la que utiliza García Márquez en Cien años de soledad a través de la historia de la familia Buendía durante cien años. Banner dispone sus personajes en noventa y cinco años.

Además del recurso de la intertextualidad (historias dentro de historias), Banner se vale de los mitos, de leyendas, de recetas culinarias y de múltiples aspectos costumbristas que fusionan magia y realidad dentro de un mismo cuadro descriptivo. Es así, como ninguna persona se extraña de ver deambular el fantasma Pierino, porque lo esencial es entender realmente qué fue lo que ocurrió el día de su muerte; algo similar a lo que ocurre en Macondo y el presupuesto de normalidad que conlleva el ascenso a los cielos de Remedios la bella, al tiempo que Fernanda del Carpio se mortifica al ver sus sábanas hermosamente bordadas elevarse al infinito.

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Así pues, no es solamente realismo mágico; es también un lugar ficticio abandonado y olvidado del gobierno central; de la misma manera hay un hombre surgido del mar, similar al Ahogado más hermoso del mundo, el conocido cuento de García Márquez; igualmente Banner se refiere al tema del incesto y los fatídicos efectos de la procreación entre familiares. Dice la novela: “Yo sé de un caso parecido: mi primo de Sicilia conocía a uno que se casó con una prima hermana, y tuvieron críos con las piernas como pulpos y cabeza de Medusa, ¡con doce dedos y cinco ojos…!”

En fin, son muchos los parecidos y la gran influencia que ejerció el nobel colombiano en la autora. Y si bien en los agradecimientos de la novela Catherine Banner manifiesta que su inspiración proviene de “tres grandes cronistas de cuentos populares sicilianos e italianos: Giuseppe Pitré, Laura Gozenbach e Ítalo Calvino”, no menciona a Gabriel García Márquez, sí lo hace en su página web, en donde se refiere al realismo mágico y, en general, al estilo narrativo del ilustre escritor colombiano.

En suma, las personas que escriben lo hacen porque han leído, leído y leído más y entre más leen su apetito literario aumenta sin encontrar la saciedad ya sea porque sienten la premura de contar algo o porque, seguramente, al menos uno de esos libros ha cambiado su visión del mundo. Casi siempre, la primera pregunta que se hacen los constructores de libros cuando sienten la necesidad inminente de escribir es ¿cuál es el libro favorito? o, ¿cuál libro le hubiera gustado escribir? La respuesta de Catherine Banner, muy probablemente, es Cien años de soledad.

Por Mónica Acebedo

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