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La lectura como acto libertario

La Feria Internacional del Libro de Bogotá traerá, entre sus más destacados escritores, personajes multifacéticos como el autor argentino-canadiense.

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Elizabeth Jiménez
30 de marzo de 2015 - 02:00 a. m.
Alberto Manguel ha sido autor, traductor y editor en lugares como Tel Aviv, Tahití o París. / Cortesía Filbo
Alberto Manguel ha sido autor, traductor y editor en lugares como Tel Aviv, Tahití o París. / Cortesía Filbo
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Alberto Manguel era apenas un adolescente de 16 años cuando consiguió un trabajo de verano en la librería Pygmalión, de Buenos Aires. El oficio no sólo le permitía rodearse de los objetos que le parecían el mejor templo para su espíritu, los libros, sino que daría origen a un encuentro inusitado que lo marcaría de por vida y que aún hoy, 50 años después, conserva como un tesoro, despertando la curiosidad y envidia de muchos.

En ese espacio de libros conoció a un elegante anciano que le pidió solícitamente el favor de que fuera su lector. Allí, tanteando entre los volúmenes, Jorge Luis Borges se atrevió a decirle que le leyera en voz alta a sus autores preferidos, ya que por su ceguera le resultaba imposible.

Durante cuatro años, Manguel le leyó a Borges. Y desde entonces ha ido entretejiendo, puntada a puntada —con sus ensayos, novelas, traducciones y relevantes antologías de géneros y autores—, las razones que fortalecen la importancia de la lectura en la evolución de las personas, convencido de que el ser humano es una criatura lectora: “El mundo que nos rodea es un texto que debemos descifrar y los libros son las crónicas de tales desciframientos”.

Una historia de la lectura, La biblioteca en la noche y En la ciudad de las palabras son algunos de sus más reconocidos títulos. Sobre este último, Javier Rodríguez Marcos, columnista de El País de España, escribió: “Manguel reivindica el poder de la literatura contra las mentiras de la manipulación comercial y política”, señalando cómo el autor ha descubierto en la ficción una herramienta de defensa. Porque una de las premisas de su incansable promoción de la lectura es que “es una de las maneras más sencillas de ser felices, siquiera por un instante. Uno de los métodos más éticos de rebelarse contra la estupidez del mundo, por lo menos en nuestra mente”.

A sus 66 años y con su largo trasegar como autor, traductor, ensayista y editor por lugares tan diversos como Tel Aviv, Tahití o París, su lugar preferido es su biblioteca personal de 35.000 ejemplares, sus amigos memoriosos. “Es una especie de autobiografía de varias capas. Cada libro sostiene el momento en que lo abrí por primera vez. Los garabatos en los márgenes, la fecha de vez en cuando en la guarda, el billete de autobús desvanecido que marca una página por una razón que me resulta misteriosa hoy. Todos tratan de recordarme quién era yo entonces”.

Desde Mondion, un pequeño pueblo francés con apenas diez casas, Manguel se mantiene conectado hoy con la historia y la ficción y enterado de la apabullante evidencia de la era digital que no logra borrarle el pleno convencimiento de la permanencia del libro de papel, con argumentos contundentes: “En la actualidad se imprimen más libros que nunca antes. Parte de la industria electrónica trata de imponer espacios de bibliotecas que no cuentan con un solo libro físico, sino computadores y un entorno virtual. Eso es como reemplazar el acto sexual por un sitio erótico virtual”.

Después de un camino construido por sí mismo con reconocimientos y publicaciones diversas en décadas de ejercicio, el encuentro con Borges en su adolescencia parecería quedar como simple anécdota llamativa de sus comienzos. Sin embargo, releyendo testimonios dados por el mismo Borges, se podría pensar que Alberto Manguel hubiera seguido al dedillo sus palabras como autor y lector. Así hablaba el creador de Funes el memorioso: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído, pues uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído. Siempre imaginé el paraíso como una especie de biblioteca. Ordenar bibliotecas es ejercer de un modo silencioso el arte de la crítica”.

Las obras, conferencias, ensayos y entrevistas de Alberto Manguel confluyen en una reflexión que resulta reveladora por escueta: que la lectura, además de abrir ventanas, facilita las asociaciones, análisis y conexiones que son como las ruedas dentadas del engranaje que afina la libertad.

Por Elizabeth Jiménez

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