Desde el nacimiento de su hija Sara, la mayora Edilma Taquinas, del pueblo Nasa, ha acompañado su crecimiento en su lengua materna: el nasa yuwe. En el municipio de Suárez, al suroccidente de Colombia, donde cada vez se escucha menos este idioma —una de las lenguas nativas en riesgo de desaparecer—, su apuesta es firme: mantener viva la palabra nasa, junto con la cosmovisión de su comunidad, con toda la memoria, el cuidado y el enraizamiento que abarca. (Lea otra crónica sobre la importancia de la lengua kamentsá).
Los nasa han enfrentado múltiples dificultades desde hace décadas: la colonización, el conflicto armado y el desplazamiento forzado han causado un debilitamiento notable de su idioma –conocido también como jughthewe´sx pthüusenxi entre sus hablantes–. Asimismo, debido a la convivencia con poblaciones campesinas y afrodescendientes, priorizan el uso del español, lo que ha contribuido a que en la zona se pierda el interés en enseñar la lengua y las prácticas nasa a las nuevas generaciones.
Uno de los hechos que marcaron la historia de este pueblo indígena fue el terremoto de junio de 1994. Según información del Consejo Regional Indígena del Cauca, este siniestro provocó una avalancha en la cuenca del río Páez y dejó más de 1100 personas fallecidas y 500 desaparecidas. El desastre también ocasionó graves consecuencias sociales y ecológicas, y obligó a muchas familias a desplazarse y reconstruir sus vidas en espacios en los que la lengua no ocupaba un lugar esencial, lo que interrumpió aún más la transmisión del idioma entre las nuevas generaciones. (Lea la segunda crónica de esta serie, sobre la cultura murui).
En medio de estas complicaciones, así como de los efectos del conflicto armado, el esfuerzo de la mayora Edilma por mantener viva su lengua a través de la orientación de su hija adquiere un valor esencial. La vereda Yu’çelx (Agua clara), en el Resguardo Indígena Nasa de Cerro Tijeras, donde viven actualmente, es un territorio que alberga a entre 15 y 20 hablantes de nasa yuwe (incluyéndolas a ellas dos). Por eso, este vínculo familiar representa una semilla de esperanza para su comunidad.
Hoy, Sara Taquinas tiene siete años y habla nasa yuwe y español con fluidez. La estrategia de su madre se basa en la constancia: se comunica con ella exclusivamente en la lengua materna para fomentar una actitud lingüística positiva y propiciar un entorno donde el idioma se viva de forma natural. Este ejercicio también ha fortalecido su relación en un sentido afectivo, espiritual y cultural, pues la mayora no solo le enseña palabras de uso común, sino que también inculca en ella el Nasa üus, el sentir profundo de ser Nasa, o lo que se conoce como “el corazonar como Nasa”.
Esta experiencia ha facilitado que, desde muy pequeña, Sara refuerce su identidad y su sentido de pertenencia al pueblo Nasa, hecho que la comunidad considera un logro por tratarse de un territorio marcado por la violencia, el olvido y la imposición de encajar en modelos culturales distintos al propio. Es un ejercicio que invita a grupos familiares a adoptar prácticas de cuidado similares y que se convierte en punto de partida del camino a la revitalización del nasa yuwe.
Durante su trayectoria como documentador del namui wam (idioma hablado por los misak) y del nasa yuwe, Andersson Causaya, uno de los líderes indígenas que conforman el equipo de trabajo del Programa de Documentación de Lenguas 2025 del Instituto Caro y Cuervo, considera fundamental registrar este caso de enraizamiento lingüístico, pues no solo es poco común, sino que representa la preocupación de algunos hablantes de nasa yuwe por la potencial pérdida de su lengua. Es un método de transmisión alejado de iniciativas impuestas de manera institucional, pues se ha gestado desde la intimidad del hogar y a través de tareas diarias y sencillas como cocinar, cantar y conversar. Sobre cómo conoció la historia de la mayora Edilma y Sara, relata:
Yo hice un diagnóstico para identificar quiénes eran los dinamizadores del territorio que hablaban el idioma, y allí conocí a la mayora. Noté que le hablaba en nasa yuwe a su niña y eso me llamó mucho la atención. Entonces me acerqué y resultó que sí: ella le habla en nasa yuwe a Sara desde que era bebé. Y ahí le conté que me interesaba compartir lo que está haciendo porque es muy bonito y tiene un valor muy grande dentro del territorio.
La mayora Edilma reconoce la importancia de su labor, pues sabe que su ejemplo puede inspirar a otras familias a replicar esta iniciativa con sus hijos, nietos o sobrinos, pero también comprende que, con el paso del tiempo, algunos comuneros del resguardo se han alejado de la cosmovisión nasa, influenciados por distintos procesos sociales y culturales:
Nuestras raíces estaban escondidas, pensábamos que no existían. Sin embargo, como hablantes de nasa yuwe, nos llega el sentir por nuestra cultura porque nuestras madres nos hablaban en lengua desde el vientre. Por eso, ahora algunos de nosotros pensamos en seguir hablando y cultivando el idioma. A mí nadie me dijo “enséñele”. Esto nació de mí, y he compartido con Sara lo que yo sé, pues ¿cómo vamos a perder el idioma de nuestros antepasados?
En los videos documentados por Andersson, Sara se mueve con naturalidad entre palabras y los símbolos de su cultura: nombra animales, colores, alimentos y números; le canta al agua, a las flores y a los espíritus; conversa con su madre e invita a conocer su lengua. Cuenta que en la escuela aprende en español y sobre medicina tradicional, y señala plantas que va nombrando en nasa yuwe.
Sobre esta labor, la Thë´sa (Mujer sabia) Edilma asegura que está saldando una especie de deuda con sus mayores: “He puesto el corazón en enseñar el idioma, pues yo también estuve a punto de olvidarlo y eso está muy mal. Le he estado fallando a la memoria de mis ancestros. El padre de Sara me dijo: ‘Vamos a enseñarle a hablar en nasa yuwe y en castellano, pero ambas lenguas por igual’, y eso es lo que hemos venido haciendo con ella e incluso con otras niñas más pequeñas”.
Si bien los modelos de etnoeducación son importantes para incentivar tanto en los niños como en sus familiares la necesidad de fortalecer sus raíces nasa, lingüistas e investigadores coinciden con la mayora en que el trabajo de transmisión de una lengua debe darse desde el entorno familiar. Sobre este asunto, ella asegura que “la responsabilidad no es de las escuelas solamente. La mayor parte es de la misma casa. En el hogar es donde debemos enseñar porque los niños están escuchando, están poniendo cuidado a todo lo que decimos y hacemos. Ahí están aprendiendo. Mi recomendación es que les hablen a los niños y a sus esposos en el idioma propio y en el calor del hogar”.
Para quienes han decidido acoger las prácticas de la mayora, para las niñas y niños que aprenden de ella y para Sara, que ya habla, piensa y ve el mundo en nasa yuwe, hablar la lengua es más que un deber: es un acto de dignidad. Este esfuerzo representa una postura firme: el español no debe concebirse necesariamente como el idioma predominante. Se trata de abrir un camino en el que ambas lenguas convivan y florezcan según su sentido, su historia y su territorio.
Como recuerda el Thë Wala (Hombre sabio) Luis Velasco, del Resguardo Indígena Nasa de la Concepción, “la lengua es una riqueza para nosotros los Nasa. Si perdemos la lengua, perderemos un tesoro, perderemos toda nuestra riqueza”. Mientras haya hogares en los que se habla nasa yuwe desde el amor, el respeto a la tradición y el interés por preservar esta forma diferente de nombrar la realidad, el idioma seguirá vivo. Con él, perduran la memoria, el enraizamiento y el corazonar como pueblo Nasa, un acto profundo que implica reconocer la riqueza cultural y dedicar la vida a salvaguardarla. En este contexto, hablar y preservar el nasa yuwe es escuchar el eco de los mayores y convertirse en guía para las próximas generaciones. Es, en última instancia, sembrar futuro.
*Periodista del departamento de comunicación del Instituto Caro y Cuervo.