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En una antigua casa de inquilinato del Centro de Bogotá, se lleva a cabo un plan comunal para burlar las acciones de desalojo que las autoridades deben efectuar bajo las órdenes del típico oligarca que quiere defender los bienes privados de sus antecesores. La estrategia del caracol (1993) es una de esas producciones hace una alegoría de nuestro país con la puesta en escena de una problemática que no ha perdido vigencia. Cabrera y su equipo constituyen un plató donde sobresale la cuidadosa caracterización de sus personajes. Crudas y paradójicas historias de los inquilinos se van revelando mientras la estrategia ideada por Jacinto, un tramoyista con ideas revolucionarias, se pone en marcha. Tal y como lo hace un caracol, los inquilinos se llevan su casa a cuestas y la trasladan a un predio cercano a través de una grúa de madera.
Cabrera tenía cierta obseción – particularmente con esta obra - por un “cine hablado” en el que los discursos de los personajes fueran vitales, hay una voz coral en esta producción y un entrelineas que nos acerca a la realidad social de los menos favorecidos, no por ello menos valiosos e inteligentes. La estrategia – en últimas - es la lucha colectiva para enaltecer la dignidad. Con símbolos anarquistas y críticas a los procesos de modernización de las grandes ciudades, Cabrera se ingenió una película que revuelca la esencia misma de la humanidad. Su trama evoca –guardando las proporciones - a la película Delicatessen (1991) de Jean Pierre Jeunet y Marc Caro, donde peculiares habitantes conviven en un destartalado edificio francés en época de posguerra; con humor negro y suspenso este filme exacerba lo bello y lo terrorífico de los humanos.