A las nueve de la noche del 30 de marzo de 1990, Silvio Rodríguez salía al escenario del Museo Nacional de Chile luego de que su entrada a ese país fuera vetada durante la dictadura militar que, después de 17 años, terminó en se año.
Rodríguez fue uno de los artistas opositores al régimen de Augusto Pinochet. Sus canciones estuvieron censuradas en los medios locales. Por ejemplo, el empresario Benjamín Mackenna declaró en una entrevista de 2007 que los militares hacían llamadas de consulta sobre los discos de ciertos artistas y así iban conformando las listas negras de censura.
En una llamada, cuenta Mackenna, le preguntan: “Oye, resulta que nos acaba de llegar un disco de Silvio Rodríguez que se llama Santiago en llamas que dice que los cadáveres están flotando en el Mapocho. Lo que pasa es que hay discos de Silvio Rodríguez en el comercio, ¿qué crees tú? porque aquí mi General dice que hay que retirar todos los discos”.
Cuando Rodríguez se presentó esa noche de marzo de 1990, pese a que la democracia se había restaurado, aún había presos políticos y un proceso de reparación y no repetición por delante.
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Previo al concierto, Rodríguez visitó La Moneda, cuyos sótanos fueron centro de tortura durante la dictadura, y la Cárcel Pública. Ya en el escenario, saludó al estadio lleno diciendo: “Buenas noches, Santiago de Chile. He pensado tantas cosas... Creo que esta es la primera vez que uso el nombre de mi pueblo para decirle algo a otro pueblo. No corro el riesgo ante mi pueblo si les digo en nombre de toda Cuba, que les doy un gran abrazo solidario y una gran felicitación por la democracia”, y en seguida, recitó y cantó su poema Yo soy de donde hay un río, escrito en 1980:
Yo soy de donde hay un río
Yo soy de donde hay un río,
de la punta de una loma,
de familia con aroma
a tierra, tabaco y frío;
soy de un paraje con brío
donde mi infancia surtí,
y cuando después partí
a la ciudad y la trampa,
me fui sabiendo que en Tampa
mi abuelo habló con Martí.
Supo la gran aventura,
supo la estación más triste,
supo el dolor que se viste
de redención la cintura;
supo la traición más dura,
luego el silencio, el rumor,
luego el murmullo, el clamor,
y al fin supo del aullido,
y del último estallido
mi abuelo supo el amor.
Así lo sé porque quiero
echarme en su misma fosa,
sin oración y sin losa,
hueso con hueso viajero;
lo sé como el aguacero
sabe que acaba en la orilla;
lo sé como sé su silla,
su cuchillo, su mascada,
y su corona nevada,
cual sé también su rodilla.
Entre las canciones de esa noche, Rodríguez incluyó Historia de la silla, El dulce abismo, Óleo de mujer con sombrero, Pequeña serenata diurna. De ese concierto de dos horas y media grabó el álbum en vivo Silvio Rodríguez en Chile.
En un momento de la noche salió al escenario la cantautora Isabel Parra, con quien cantó a dúo Generaciones y Sólo el amor.
Esa noche, Silvio Rodríguez se despidió de los chilenos diciendo: “Desde lo más hondo de mi corazón, a Víctor Jara”.