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Ricardo Villalpando, dueño de Roxy and Roll, contó que sacar adelante este negocio es un acto de “amor al arte” porque sabe que la cultura no da réditos como él quisiera. Más que una empresa la tienda se convirtió en una afición con la que puede expresar su gusto por la música. ”Es parte de la vida de uno, si fuera negocio no estaba aquí, ya me hubiera muerto de hambre, esto es como un hobby, como un entretenimiento para la vida porque utilidad no deja, hace mucho que dejó de hacerlo. A uno le gusta la música y aquí seguimos rocanroleando”, expresó con la sinceridad que lo caracteriza.
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A sus cerca de 70 años, Villalpando se pasea en los pasillos llenos de discos de acetato de 45 revoluciones, viejos tocadiscos y grabadoras de audio, casetes, música en CD, libros y enciclopedias antiguos e instrumentos que adornan el lugar. La tienda guarda discos grabados en las primeras décadas del siglo XX, discos de música prehispánica o ediciones especiales de grupos de rock emblemáticos como Kiss o The Beatles, que son intocables y no están a la venta, pues forman parte de la colección de Villalpando.
Los clientes y alguno que otro necesitado de dinero llegan a la tienda para vender o comprar libros, revistas, cómics y cualquier tipo de disco. El olfato y la experiencia de Villalpando se pone a funcionar de inmediato y reconoce cuando tiene en sus manos un tesoro, o no.
El dueño montó la tienda en su juventud junto con otros amigos melómanos, que decidieron vender algunas piezas de su colección de música, arte y literatura. Tiempo después sus socios se hicieron a un lado y él continuó con el trabajo en una tienda del centro histórico de la ciudad.
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“Antes tenías que comprar a ojos cerrados, no los podías escuchar y no sabías qué música traía porque estaban sellados. Comencé a comprar y a reconocer marcas y nacionalidades. A veces compraba el disco por la portada o el artista. También me deshice de un montón que no me interesaban y los puse el lugar para que la gente se los llevara”, dice.
Desde entonces Villalpando se convirtió en una especie de líder tácito. A su alrededor se establecieron unas 30 tiendas de vinilos que dieron fama al barrio del Roxy, aprovechando el reconocimiento de un viejo salón de conciertos que estuvo activo una década en esa misma calle.
La llegada de dispositivos de almacenamiento de música más innovadores y las altas rentas de los locales en el centro, obligaron a muchos a abandonar la zona. La única que prevalece es la de Villalpando, que con el tiempo se convirtió en un referente de los nostálgicos que buscan los viejos sonidos de la música. “Se vino el CD, se vino el disco láser y pagábamos por tirar los acetatos, nos quedamos con algunos porque fue lo que nos gustó más, somos una generación que preferimos estos formatos”, recordó.
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Los cerca de tres meses de cierre de negocios por la pandemia de la COVID-19 en el estado de Jalisco pegaron fuertemente en las finanzas de la tienda, pero poco a poco han vuelto a recibir a los clientes que buscan las novedades musicales que solo él puede conseguir.
El resurgimiento del disco en acetato como un artículo de lujo desde hace unos años, ha ayudado a que la tienda siga con algunas ventas y se mantenga a flote ante el vendaval económico de los últimos meses. ”Los vinilos ahorita son la onda, todo mundo los está comprando otra vez, aquí los seguimos vendiendo, eso es por lo que nosotros seguimos acá”, concluyó.