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La ópera y su fábrica de vestidos

Adán Martínez es el cerebro y el corazón detrás del vestuario de ‘La Bohème’, pieza que se estrena este jueves en la noche.

Angélica Gallón Salazar

03 de septiembre de 2008 - 04:24 p. m.
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Adán Martínez lanza un gran suspiro mientras piensa cuántos vestidos ha diseñado para La Bohème, la pieza que se estrena este jueves en la temporada de Ópera 2008. “Doscientos” dice sin tener mucha certeza.

Por su taller han pasado miles de vestidos y él se ha tomado el trabajo de diseñar una a una las prendas de los personajes, por eso hacer la cuenta no parece empresa fácil. Sin embargo, sí lo es escoger su vestido favorito. Entre la belleza de algunos y el lujo de otros, Adán elige el primer vestido que utiliza Mimi cuando va en busca de su amado Roberto.

Es un vestido en pana, en dos  tonos cafés. Lleva unos guantes sin dedos de lana negra, un manto de un fino paño y “está rematado por un cuello de piel como haciendo énfasis en que ella tiene frío y sólo está amparada por ese trajecito”, asegura el diseñador.

 En la ópera en donde todo suele ser grandilocuente, sorprende que un vestido tan sencilllo sea el elegido, “es porque establece una relación más íntima con la actriz”, replica Adán, para quien un  buen vestuario es el que con sólo  estar colgado  en un gancho de camerino se sabe a quién pertenece.

 Esta búsqueda lo ha llevado a   comprar trajes en tiendas de ropa usada, con el fin de lograr que los que interpretan a los ladronzuelos de clase baja en La Bohéme se sientan más en esa situación de desafección, “estas telas ya tienen una vida y un recorrido imposible de replicar, con materiales nuevos”. A la final su arte se trata de mucho más que de hacer vestidos, cada camisa y pantalón debe  tener un vuelo y una calidad visual que ayude al sentimiento de la música.

El vestuario de la ópera tiene un idioma diferente al del ballet o al del teatro, porque “la gente se desplaza de otra manera y el canto requiere de otro movimiento escénico”, acentúa el diseñador, quien trata de seguir una de las escuelas de vestuario más complejas y puristas del mundo: la francesa. En ella todas las telas se compran en blanco para teñirlas del color exacto con el que se quiere que salga el actor a escena, y aunque acá no haya el presupuesto para semejantes lujos, Adán trata de buscar las mejores telas y texturas.

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Hilando las notas

Aunque en la ópera de Giacomo Puccini se especifica todo, incluso cómo debe ir el vestuario, Adán Martínez hizo una modificación de época, pasó de 1840 a 1880, para obtener una línea más elegante y lograr subrayar más el carácter de los personajes, sobre todo el de las mujeres.

Este uruguayo, que se formó entre el teatro Colón de Buenos Aires, la Ópera del Rhin y el teatro nacional de Estrasburgo, recuerda tiempos en los que por malas ventas y poco dinero tuvo que echar  mano de los vestidos que se guardaban en la bodega de la Ópera de Colombia.

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Sin embargo, confiesa que hace varios años ya se pueden hacer colecciones completamente nuevas para cada espectáculo y esto lo reconforta, porque para un amante de telas convertidas  en escenas románticas y música, nunca un vestido que perteneció a un personaje podrá ser de otro.

Por Angélica Gallón Salazar

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