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La otra herencia del Joe Arroyo

Aunque sus seguidores aún no se reponen de su ausencia, su familia se enfrasca en un lío por los derechos de algunas de sus canciones.

Adriana Carrillo Silva / Especial para El Espectador Barranquilla
06 de agosto de 2011 - 10:00 p. m.

Fue en la Catedral Metropolitana María Reina, el miércoles 3 de agosto, en donde se reunieron un grupo de familiares, amigos y seguidores, que no superaban las 200 personas. Estaban ahí para agitar las últimas manos de despedida al maestro de la música caribe Joe Arroyo. La celebración giró alrededor de la amistad y la fidelidad. No estuvo allí ni siquiera la mitad de la multitud que en ese mismo lugar, días antes, había asistido en masa a cantar sus canciones y a llevarlo en hombros hasta el cementerio. Aun cuando la eucaristía había sido anunciada en el periódico local más conocido, fue de los homenajes más discretos que se le han hecho al cantante que le dio a Barranquilla su segundo himno.

Pero mientras algunos terminaban de decir adiós, o por lo menos lo intentaban, otros no dejaron que pasaran ocho días de su muerte para empezar a exigir derechos que ya el Joe no podrá ni confirmar, ni refutar.

Sus hijas Eikol y Nayalibe reclaman la cuota alimentaria que un juez les asignó y que hace dos años no les llega. La señora Mary Luz Alonso, madre de las jóvenes y segunda esposa del artista, ha declarado ante varios medios que el Joe aún la amaba y que quería volver con ella y se ha desplegado en comentarios en contra de la última esposa del cantante, Jacqueline Ramón, quien ha decidido interponer una demanda por injuria, calumnia y difamación. Por su parte, Adela Martelo, el primer amor del Joe y quien por primera vez lo llevó de gancho ante el altar, eligió quedarse con la frase que el cantante le dedicó en la grabación de El ausente: “Adela, el Joe nunca te olvida”.

La viuda del Joe, Jacqueline Ramón, asegura que lo más importante para ella en estos momentos es el respeto hacia su memoria, hacia el hombre que se entregó a la música, a Barranquilla y al país. Jacqueline reprocha los afanes de protagonismo, como el del Checo Acosta, al decir en la despedida del Joe que Barranquilla había perdido a un cartagenero, pero le quedaba un soledeño (haciendo referencia a su ciudad natal, Soledad, Atlántico).

Jacqueline, quien acompañó al Joe durante sus últimos 10 años, conoció muchos de sus más grandes dolores y alegrías: “Cuando murió su hija Tania; cuando murió su mamá, Ángela; su abuelita; sus enfermedades. Estuve ahí las 24 horas del día”, recuerda, “tuve que  verlo pasar por otros momentos muy duros como su separación, pues cuando él se vino a dar cuenta no tenía ni un peso. Todo se había traspasado a una segunda sociedad donde él ni siquiera aparecía. Él estaba totalmente en la calle. También cuando el propio papá de Mary Luz Alonso va hasta Cartagena a contarle al Joe  muchas cosas de su hija. Fueron momentos dolorosísimos para él”.

Por otro lado, están sus momentos de gloria, que estuvieron siempre relacionados con sus triunfos musicales. No hay que olvidar con cuánto orgullo hablaba siempre de sus Congos de Oro, pero también lo hacía feliz viajar con su orquesta y conocer nuevos lugares, así como pasear por Nueva York, una ciudad en la que siempre se halló a sí mismo y en la que no lo abandonaba el asombro.

El último viaje que hizo fue a Costa Rica, entre mayo y junio. “Él decía que sus músicos eran su familia y, después de un toque, íbamos y comíamos todos juntos, ¡con toda su orquesta! Esos eran momentos felices. Últimamente su mayor felicidad era su nieta, que había sido bautizada como su hija, Tania”.

El Joe conoció a Jacqueline cuando ella apenas tenía 15 años y su papá, un empresario que solía llevar grupos colombianos a los Estados Unidos, lo había invitado a tocar en Miami. El músico tenía 23 . En ese entonces ella no estaba interesada ni en el Joe, ni en su música. Sin embargo, su reencuentro en 2000 propició primero una amistad. Ella había salido de su divorcio y estaba en Colombia ejerciendo como secretaria internacional del Colegio Británico. Cuando el timbalero Ricardo Ojeda, en un bazar organizado por ese colegio, le avisa al Joe en la tarima: “Joe, ahí está Jackie”, los eventos dejaron de ser una coincidencia.

Hace siete años, el Joe decidió ceder a Jacqueline Ramón los derechos, como socia gestora suplente de la sociedad Joeson Music. El abogado Arcadio Martínez asegura que están dispuestos a confrontar todas las acciones legales, mas no los amagos o amenazas que hasta ahora han venido de parte de Mary Luz Alonso, sus hijas y su abogado Abelardo de la Espriella.

Según lo que han dicho a los medios, la señora Alonso piensa disputar los derechos de El centurión de la noche, aunque el abogado Martínez cuenta que “ninguna persona ha iniciado una acción formal ante ningún estrado judicial para que se haya ocurrido un requerimiento formal a la señora Jacqueline, que hoy pasa a ser gestora principal de la sociedad”.

Jacqueline cuenta que guarda unas composiciones que el Joe pensaba grabar, pero que por ahora no les dará ningún uso, hasta que pase su duelo; aunque asegura que, eventualmente, las dará a conocer a todos sus seguidores, que escucharán las últimas palabras del siempre querido Joe. Un anhelo no cumplido fue el de ir a cantar a Cuba, tierra que nunca pisó por miedo a ser vetado en Miami, como Óscar de León y otros músicos. Descanse en paz y viva para siempre.

Por Adriana Carrillo Silva / Especial para El Espectador Barranquilla

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