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Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía, había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Gabriel García Márquez
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No hay nada más parecido a este epígrafe que el cobro de un penalti, al margen de que sea en la recocha entre solteros y casados (nada más serio que una recochita), en un torneo intercuadras o interhermanos para competir por quién hace los mandados; en intercasas, intercolegiados, interbarrios, intercomunas, la liga, el fútbol amateur, el fútbol profesional o en un Mundial. Ese instante, frente al pelotón de fusilamiento que se eterniza, es universal, épico, histórico, y no se borrará de la mente del cobrador, del arquero, de los hinchas y de quienes viven el fútbol como un virus pandémico.
Cobrar, atajar, cantar de júbilo o llorar eternamente por los malos recuerdos de estos cobros. A quienes nunca han cobrado un penalti les da lo mismo, es decir, ni fu ni fa. Hermosa expresión fonética. A quienes han cobrado y errado deben estar pensando o se deben estar preguntando: ¿Por qué lo cobré así? Otros deben estar diciendo: “no me han hecho goles de penalti, soy el mejor”. Vivir, morir, temblar, negar, errar, glorificarse y villanizarse. El amague, la tensión, la finalización son puras metáforas agónicas. Un buen cuento para releer la experiencia de esta instancia decisiva está en El penal más largo del mundo, de Osvaldo Soriano, quien narra una historia barrial en la que esta jugada da cuenta de las grandezas y bajezas humanas. El miedo del arquero al penalti, de Peter Handke, que no tiene nada que ver con este cobro, es una invitación para pensar el fútbol como locura. Vicente Verdú sentenció que “El penal es un fusilamiento, una violación, una condena a muerte que ninguna tribu goza porque sobre el ejecutor se curva la mancilla endeble de un exceso de masacre”. Un penalti es la demarcación de una ciudad del castigo en la que se fraguan y resumen las acciones humanas: valores, trampas, temblores, miedos, oraciones y ruegos, así como camándulas, dedos que suenan y lágrimas en la tribuna. Palermo erró tres tiros de gracia en el mismo partido y Calero estaba al frente. En este instante se conjuntan la tragedia, la poesía, la novela y la comedia.
Francisco Mouat escribió un artículo, El embrujo de los doce pasos, en el que alude al origen de la definición de los penales después de la prórroga. Otros han definido el penalti como “sanción, intriga, suspenso, falta, castigo, justicia, masacre, eyaculación en cámara lenta, gestación impropia de la fiesta, suspensión del tiempo, fusilamiento cruel”. Recuerden a Goycoechea, Higuita, Almeida, Córdoba, Chilavert, Casillas, Fillol, Dino Zoof, Schmeichel, Ricardo Zamora, Amadeo Carrizo, Gordon Banks, Buffon, Lev Yashin, Julio César y al frente pasaba lo mismo: eximios cobradores que disfrutaron de su heroicidad, pero probaron el amar-gor de la soledad estrepitosa por errar un tiro de gracia: Zidane, Riquelme, Rooney, Ibrahimovick, Ronaldinho, Figo, Ronaldo, Messi, Baggio, Trezeguet, Maradona, Zico, Sócrates, Shevchenko, Caszely, Platini y Pelé.
Este es el tema del quinto concurso de cuento “¿Cuál es tu cuento con el fútbol?” de la Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana. Cobren, escriban y participen. Las inscripciones están abiertas hasta el 30 de abril a través del correo editorial@upb.edu.co. (Pueden ver los requisitos en la página de la Editorial UPB).