Conocí a Etelvina en algunas presentaciones culturales que se realizaron acá en Cartagena a mediados del año 98. Me pareció una buena cantaora de bullerengue con una voz muy ancestral, intercambiamos algunas impresiones acerca de los bailes cantaos y coincidimos en muchos aspectos desde el punto de vista cultural y social.
En el año 2001 tuvimos la oportunidad de formar parte del proyecto Alé-Kumá, impulsado por Freddy Henríquez Ardila y Leonardo Gómez, que tuvieron la magnífica idea de juntar voces de la costa Caribe con voces del litoral Pacífico, como fue la integración de Benigna Solís y Gloria Perea. En ese proyecto musical conocí la parte humana de Etelvina, porque pudimos entablar una gran amistad, compartimos escenarios, viajamos por toda Colombia y estuvimos juntas en México, donde participamos en el Festival Internacional Ollin Kan.
Fuimos a San Martín de Loba, mi pueblo natal, donde hicimos un concierto para Telepacífico, que grabó un documental que incluyó todo el colectivo de Alé-Kumá.
Etelvina, a pesar de su mediana estatura, poseía una voz potente que a la vez era sentimental, ya que el público lloraba cuando ella interpretaba sus canciones, debido al sentimiento que le imprimía al canto.
Cuando ella observaba que la canción no iba al acorde de ella, paraba a la agrupación con autoridad y los regañaba: “Paren que vamos perdidos, esto no es así”.
Con la partida de Etelvina, el mundo cultural perdió una de las mejores voces del bullerengue y un gran legado cultura difícil de superar. Espero se sepa valorar todo el esfuerzo hecho por esta compañera que nos dejó.
Me siento muy triste, estoy asombrada con esta nefasta noticia, pero estoy segura de que su imagen perdurará por siempre en las personas amantes del baile cantao, en este caso, el bullerengue.
Esto me decía Etelvina
Que tu canto no lo sé
Martina coge tu baile
Que yo me lo quiero aprendé.