El Magazín Cultural

La ruptura de las 'Señoritas'

Con un lenguaje sutil y arriesgado, Lina Rodríguez trae su primer largometraje a las salas de Cine Tonalá.

Mariángela Urbina Castilla
10 de octubre de 2014 - 03:21 a. m.
‘Señoritas’ estará en cartelera durante el mes de octubre. / Alejandro Coronado
‘Señoritas’ estará en cartelera durante el mes de octubre. / Alejandro Coronado

En la primera escena de Señoritas no pasa nada. La protagonista, iluminada con sutileza, viaja en la parte trasera de un taxi y la cámara la acompaña en su recorrido. No más, no hay más. El público, acostumbrado a otro tipo de historias, a las “historias”, podría empezar a preguntarse cuál es el aporte de esa escena a la trama de la película. ¿Para dónde va? Simplemente va y ya. El objetivo no importa mucho.

Señoritas, presentada este año en el Toronto Film Festival, en Canadá, uno de los espacios más anhelados por los realizadores audiovisuales del mundo, y estrenada en el Festival de Cine de Cartagena el año pasado, es, en esa medida, una película inquietante y subversiva. “Cine de autor”, como lo llaman su directora, Lina Rodríguez, y su distribuidor, Felipe Guerrero.

“Mutokino es una compañía productora y distribuidora interesada en el cine de autor con énfasis en experimentación formal y narrativas disruptivas. Entendemos el cine como una experiencia física, donde el espectador se sumerge dentro del flujo rítmico de una forma cinematográfica en acto. Apostamos por un cine que movilice hacia zonas indefinidas, inciertas y movedizas, buscando estados plenos de éxtasis y devoción”, escribe Guerrero sobre su empresa.

Cuando Lina Rodríguez lo leyó, seguramente algo dentro de ella hizo eco. Tenía en las manos su primer largometraje y no quería adaptarlo para que fuera más vendible, más comercializable. “Antes de decidir lanzarnos a hacer Señoritas, intentamos conseguir financiación tanto en Colombia como a través de fondos internacionales, y en algún momento, después de tanta esperadera (estuvimos en desarrollo como por dos o tres años), decidí que no quería seguir en fila hasta que me tocara el turno y tener que seguir magullando y magullando la idea hasta sofocarla con mis quereres, los quereres de la ‘industria’ (que al final nadie sabe cuáles son), y terminar exprimiéndole toda la vida”.

Guerrero la entendió. Supo que “no es tan importante llenar las salas ni buscar el box office. Este es un cine que, en cuanto frágil, tiene un espacio que le es propio y habita justamente en los linderos, en los bordes”.

Y sí. Señoritas es frágil. Su público debe estar abierto a la sensibilidad, afinar los ojos para entender que detrás de cada espacio enfocado hay un relato, una manera de entender la feminidad. Por un lado, la protagonista, Alejandra, lleva una vida social activa, llena de luces y ruido. Por el otro, está en la casa, en la que vive con su mamá y en la que hay silencio. Su vida privada y su vida pública se contraponen en la construcción de cada toma, de cada encuadre.

“Le aposté a concentrarme en el lenguaje corporal de Alejandra, el misterio y la cadencia de sus movimientos y de sus gestos cotidianos, y su relación con los espacios que habita y los cuerpos que la rodean. A través de esta estética contemplativa, Señoritas propone tiempos y ritmos radicalmente distintos a los que podemos estar acostumbrados a ver en el cine tradicional. De manera intencional quise explorar y expandir los elementos formales del cine (es decir, las posibilidades que nos brindan la imagen y el sonido), utilizando el montaje, la puesta en escena y el diseño de sonido como herramientas narrativas para crear ritmos y atmósferas específicas que le han de sugerir ideas y sensaciones a la audiencia e invitarla a participar de una forma más activa en la construcción de sentido de la película”, cuenta Rodríguez, quien vive desde hace 14 años en Toronto. Ella y Guerrero hacen parte de una generación joven de cineastas colombianos que, al no encontrar opciones de distribución y promoción para sus películas, se las ingenia para mostrarse por sus propios medios. Esa es la estrategia hoy, para ellos y otros tantos.

Pero según dice Rodríguez, estar en Colombia o en Toronto no cambia su manera de hacer cine. Señoritas se grabó en Bogotá, con un equipo integrado por sus amigos e incluso por su mamá, quien actúa en el filme. Fue producida con un modelo totalmente independiente, que ella llama “artesanal” y que conquistó a uno de los Consejos de las Artes en Canadá, donde obtuvieron una beca.

Esa es su fuerza, su motivación. Para Lina Rodríguez, el cine es un proceso en el que se descubre, en el que se conoce a sí misma, y un proceso, además, que ha estudiado rigurosamente. Dice que no hace cine para dar respuestas sino para construir preguntas, y esa parece ser la esencia de Señoritas.

Ahora, durante el mes de octubre, la película se presentará en las salas de Cine Tonalá. “Señoritas surge de mi curiosidad por observar y preguntar cómo están negociando las mujeres jóvenes hoy en día las expectativas que tienen de sí mismas con las de otros”. Para Rodríguez, las mujeres muchas veces negocian su propio yo dependiendo de lo que la sociedad espera de ellas. Tal vez eso es lo que le pasa Alejandra, quien con su relato rompe con lo que usualmente vemos sobre “señoritas” en cine y televisión. Esta señorita... es bien distinta.

 

 

murbina@elespectador.com

@mariangelauc

Por Mariángela Urbina Castilla

 

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