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La serenidad de los lobos

Entrevista con Marta Hincapié Uribe, directora de “Las razones del lobo”, quien a través de la vida de su madre narra una de las etapas de violencia que ha padecido Colombia.

Ana Cristina Restrepo Jiménez
30 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.
La maestra María Teresa Uribe de Hincapié, cuya vida se narra en el documental “Las razones del lobo”. / Fotos: archivo particular
La maestra María Teresa Uribe de Hincapié, cuya vida se narra en el documental “Las razones del lobo”. / Fotos: archivo particular
Foto: archivo particular

María Teresa Uribe de Hincapié (Pereira, 1940; Medellín, 2019) fuma un cigarrillo apagado, como si el fuego lo llevara por dentro: la socióloga, sentada en su casa viendo la transmisión del conteo de votos del plebiscito por la paz, es una de las imágenes más poderosas del documental Las razones del lobo, la narración de la vida de una intelectual y, a través de ella, de una etapa de la historia reciente de Colombia.

Esta semana, en el Festival Biarritz Amérique Latine, comenzaron los viajes de Las razones del lobo, de la documentalista antioqueña Marta Hincapié Uribe, una hija que revela el espíritu de su madre —la maestra Uribe de Hincapié— a través de un recorrido por el conflicto interno del país.

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La indignación y la furia se relatan con la voz tenue de la directora y se ilustran desde la serenidad de las sedes del club social de las élites de Medellín: sus caballerizas, gimnasio, piscinas y campos de golf. Las aguas apacibles del lago y el paisaje indiferente.

La película plasma un país de odios heredados y su trasegar por el Estatuto de Seguridad, la toma del Palacio de Justicia, las palomas blancas pintadas en las calles que se desvanecieron tras los fallidos diálogos de paz de Belisario Betancur, las bombas del narcotráfico, el estallido del edificio Mónaco, la masacre del bar Oporto, las “pescas milagrosas”, el fracaso del despeje en el Caguán, el secuestro y posterior rescate a sangre y fuego de Guillermo Gaviria Correa y Gilberto Echeverri Mejía, los diálogos de La Habana...

El exilio de la madre en Barcelona. La madre en la Comisión Nacional de la Memoria Histórica.

El antiguo circo del club, el Tangarife Hnos. Bross., que en una versión libre del cuento infantil convirtió al lobo feroz en un “galante caballero” y a Caperucita Roja en una “malvada”. Todos esos hechos y puestas en escena ocurren en la isla de los elegidos, que en su momento le negó el ingreso a Pablo Escobar.

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Marta Hincapié Uribe, autora de obras como La pena secreta (2013), Los demonios sueltos (2011) y Cartas desde la niebla (2006), es una documentalista egresada del Centro de Estudios Cinematográficos de Cataluña (CCEC), en Barcelona, y colaboradora habitual en espacios documentales de La 2 de Televisión Española. Desde el lugar mental, físico, geográfico, social y espiritual que le confieren su formación académica y humana, el ser nieta de un alcalde de Medellín (Emilio Hincapié Arango), hija de otro alcalde (Guillermo Hincapié Orozco) de la misma ciudad y de una de las intelectuales más importantes del país (María Teresa Uribe de Hincapié), la directora de Las razones del lobo habló para El Espectador.

El tono sereno de la narración desgarra más que el contenido mismo de “Las razones del lobo”. ¿Por qué partir de la calma de un club social?

Me enteré de la noticia de la dejación de armas de las Farc atrapada en un taco en la loma de [el club] El Campestre, que bordea el campo de golf. En ese mismo momento tuve una evocación involuntaria, un recuerdo de mi infancia en ese club: hacía un sol radiante y como de costumbre los domingos fuimos a almorzar al club, en medio de la tarde calurosa fui a jugar con una amiga al estanque de un jardín, la reté a saltar de orilla a orilla, lo hice de primera como una gacela, ella me siguió temerosa, pero resbaló, patinó un rato en la piedra lamosa, empezó a chapucear de pies y manos implorando mi ayuda. Yo me quedé mirándola sin hacer nada, con alevosía le di la espalda y la dejé ahí, abandonada a su suerte sin volver a mirar atrás. Huí y me escondí entre los árboles del campo de golf, jugué con la idea, me convencí y esperé a que en cualquier momento la encontrarían muerta flotando en el estanque. Decidí volver y no contar lo que había pasado, acaso como coartada para mi inocencia. Mientras me acercaba a la terraza de la piscina, de lejos creí ver a mi amiga en el regazo de su madre, permanecía inmóvil envuelta en una toalla como amortajada y alcancé a disfrutar que fuera cierto, que mi amiga de cinco años había muerto retada por mí y luego abandonada a su suerte chapaleando entre el pantano y la lama del jardín del club. Me acerqué con cautela, pero de pronto vi que alguien dentro de la toalla se movía. Solo en ese momento reaccioné y reconocí, para mi sorpresa, cómo la madre consolaba a su hija mientras comía alegremente una empanada. Yo miré el suelo y apuré el paso hacia mi mamá. Ella solo preguntó qué me había hecho y me acarició en silencio. ¡Yo seguí mirando incrédula, desde el hombro de mi madre, a mi amiga entre una toalla y con el pelo mojado y viva! Atrapada en el taco me preguntaba ¿por qué había asociado esos dos hechos? Así nació el documental y el lugar desde donde debía ser narrado. El tono fue un proceso largo de escritura en el tiempo, hace parte de la búsqueda de la forma cinematográfica, del cómo decirlo.

¿Para quién y para qué hizo este documental?

Es un proyecto personal, vital, una suerte de rapto u obsesión. Sentí la necesidad creativa de contarlo.

¿Cuáles referentes acudieron a usted para narrar la violencia desde la serenidad?

Más que películas en concreto, mis referentes son el documental de creación, aquel cine que es capaz de atrapar la huella de su tiempo y al mismo tiempo ser atemporal, las que tienen voz propia y se responsabilizan de su relato. En general, me interesa el cine ensayo, el retrato o los diarios filmados. Cineastas como Godard, Chris Marker, Jonas Mekas, Agnès Varda o Chantal Akerman.

¿Su mamá alguna vez fue una mujer tranquila como las de las imágenes del club?

Logró una serenidad pasmosa al final de su vida. Solo espero enfrentarme a la muerte como mi madre lo hizo: con la misma calma”.

¿Qué significó narrar a su mamá?

Alguna vez mi madre me dijo que ella se identificaba con el personaje de la mitología griega Palas Atenea, pues ella no había nacido del útero de la madre sino de la cabeza del padre. Cuando terminé de montar Las razones del lobo, tuve la oportunidad de decirle: “Yo nací del útero de la madre”.

Al final del documental, a la hora y un minuto, entra la imagen de su madre viva, mientras veía los conteos del plebiscito por la paz. Cuando la grabó, ¿ella conocía sus intenciones?

Ni mi mamá ni yo sabíamos que esa grabación haría parte de un documental. La filmé porque intuí que ese acontecimiento era un hecho histórico, mi mamá llevaba diez años sin votar y muchos de ellos sin salir de la casa. Mucho tiempo después, ese material de archivo hizo parte de la película.

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En el proceso de investigación, ¿hubo algo sobre su madre que omitió voluntariamente?

Omití algunos nombres propios para proteger a mi mamá. De esa manera, cada quien se podría dar por aludido sin nombrarlo”.

Los silencios en el documental tienen un significado, las pausas, la ausencia de sonido, lo que decide dejar a la imaginación del espectador...

Tu pregunta hace referencia a un asunto que es esencial para mí como directora autora: cómo construir un decir sin decir, cómo dejar al espectador instalado en la pregunta sin juzgar o dar respuestas, cómo hablar de la guerra sin mostrarla de manera explícita, cómo lograr a través de unos recuerdos familiares hablar de algo trascendente y universal, cómo construir en un inconmensurable fuera de cuadro un conflicto de cincuenta años”.

¿Cómo fueron el rodaje y la financiación de “Las razones del lobo”?

El rodaje fue espaciado en el tiempo, no continuo y en diferentes meses, un proceso de acumulación basado en un método de observación. El equipo de rodaje fueron dos personas: la directora y sonidista, y el director de cámara y fotografía, Santiago Herrera Gómez. Nunca logramos obtener financiación ni subvenciones oficiales nacionales ni locales en las etapas de desarrollo, realización o montaje. Salvo un estímulo de promoción que ganamos recientemente de la convocatoria “Arte y cultura” de la Alcaldía de Medellín. Es decir, lo hicimos con un presupuesto mínimo, entre la productora Sandra Tabares-Duque (Sandelion Productions) y la directora.

El resultado, en consecuencia, es una forma radical, austera, sin “pirotecnia”, que no se limita a transmitir información ni seduce al espectador con fórmulas fáciles o complacientes para garantizar su audiencia.

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En Las razones del lobo palpita el espíritu de María Teresa Uribe de Hincapié y en Marta Hincapié Uribe pervive la precisión para localizar el origen de la herida: el compromiso de la clase dirigente con la violencia del país. La revolución que anhelaba la mamá de Marta… y que nunca llegó.

Por Ana Cristina Restrepo Jiménez

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