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Recientemente, se ha retomado el debate sobre la prohibición del uso del celular por parte de los estudiantes en los colegios. Algunos están a favor, considerando que existen efectos negativos de estos dispositivos en la salud mental, en el desarrollo de habilidades, en la socialización y hasta en la forma de aprender de los jóvenes en la actualidad. Otros están en contra, ya que consideran que sería un retroceso eliminar semejante herramienta de aprendizaje, sobre todo en los nativos virtuales y después de la experiencia de una pandemia, donde nos hicimos más dependientes de la tecnología.
Este debate también puede trasladarse a cómo las nuevas tecnologías afectan la forma de acercarnos a la lectura. Por lo que Isaías Romero Pacheco, un escritor y mediador de lectura, a través de su libro Voces híbridas, leer y escribir en tiempos de WhatsApp, realiza un aporte valioso, en la colección Voces, de Panamericana Editorial.
Isaías Romero, portavoz la lectura, nos recuerda que no solo se leen textos, también imágenes, ciudades, rostros, escenas. Que la lectura no se trata de decodificar grafemas, sino que aprender a leer es aprender a sentir, a analizar, a observar. Pongamos un ejemplo; en redes sociales, se hizo viral una entrevista a Alfio “Coco” Basile, exjugador y exentrenador argentino, donde hacía referencia al whisky Blue Label de Jonnie Walker como un elixir. Decidimos con unos amigos, no muy adeptos al whisky, probar semejante panacea. Nuestra sorpresa fue monumental al no poder identificar el porqué de semejante afirmación. La respuesta, que no parecía tan obvia, se debe a la falta de un paladar entrenado y sensible. Piense en beber el mejor té y el mejor café del mundo: son productos seleccionados por pandas y civetas asiáticas. De la misma manera, el libro de Isaías Romero entrena nuestro gusto literario.
Romero incita a leer, entre otras cosas, para aprender, para ponerle fin a la ignorancia, que causa muchos daños, en especial en nuestro país, donde se contrastan los índices de lectura de dos libros al año, con los índices de ser uno de los países más violentos del hemisferio occidental. Para el autor, leer nos ayuda a alcanzar cierta libertad, cierto equilibrio, inclusive, nos puede dar una oportunidad de vivir mejor. Lo anterior teniendo en cuenta que leer es la forma como nuestro cerebro aprende. Parece que no es natural, pero leer le ha brindado las mayores posibilidades y oportunidades a nuestra especie.
Cuando leemos, podemos tener diferentes formatos, desde lo físico hasta lo digital, desde lo tradicional hasta lo gráfico. Lo que no cambia es que la lectura depende de lo que sabemos, lo que conocemos, nuestros conceptos, definiciones, experiencias, vivencias, referencias, en fin, lo que nos ha pasado para ser lo que somos. Sin importar que, como lo menciona Romero, estemos en la civilización de la imagen, donde aparece la lectura light, esa que requiere el menor esfuerzo y se basa en cortos o carretes de redes sociales.
Debemos esforzarnos en nuestra lectura para que nuestra transpiración en el oficio de lector se convierta en inspiración. Esto es crucial porque se está perdiendo la profundidad y el criterio al momento de leer. No interpretamos bien porque solo pasamos la vista por las páginas sin degustar, sin masticar, y sin interesarnos en hacer un ejercicio riguroso. En cambio, optamos por un ejercicio de entretenimiento, ligero y sin esfuerzo. Olvidamos que avanzamos como civilización a medida que leímos más y mejor, lo que nos pone, tal vez, en peligro de un retroceso cultural.
La educación también ha sucumbido a la lectura ligera. No leer un clásico de la literatura no te hace mejor o peor persona. Sin embargo, para una gran cantidad de estudiantes, se imponen textos que no les atraen, no los llaman ni los atrapan. Leen únicamente para cumplir un requisito académico. Decodifican la unidad mínima de construcción de nuestra lengua, entregan un producto, y no desarrollan ni la pasión ni el hábito. De allí que los niveles de lectura posteriores a la escuela sean tan bajos. Solo miraron páginas, no leyeron. Ni siquiera entendieron por qué era importante leer.
Y eso sin mencionar la escritura, esa forma de dejar huella en el papel con nuestra necesidad de comunicar lo que pensamos y sentimos, de dar a entender lo que creemos. Aunque estamos acostumbrados a hacer una lectura del mundo desde antes de aprender a decodificar símbolos lingüísticos, todo lo tratamos de descifrar, porque esa es la función del lenguaje. Luego, el lenguaje se convierte en una herramienta de comunicación, que va desde ayudar a sobrevivir hasta disfrutar de algún momento placentero. Todo está tan bien relacionado: leer y escribir, sobrevivir y disfrutar, el papel y los bits. La esencia de la lectura permanece, aunque las formas de hacerlo cambien. Hoy día vivimos dos paradojas. Por un lado, una gran cantidad de adultos demandando a los jóvenes mayores niveles de lectura y criticándolos por no leer, pero sin dar el ejemplo. Por otro lado, estamos en el mayor nivel de acceso al conocimiento de nuestra historia y cada vez hay menos profundidad en el uso de las herramientas que nos permiten comprender mejor nuestro mundo.
Estas denuncias de Isaías Romero vienen acompañadas de posibles soluciones para desenvolvernos mejor en esta coyuntura lectora y ser lectores más competentes y, por defecto, sujetos más capaces de comprender y transformar su realidad. Reflexionar sobre las formas en las que podemos ser cada vez mejores no solo como lectores o escritores, sino también como ciudadanos del mundo. Como alguna vez mencionó Hölderlin al hablar de la poesía, al final ella volverá a ser lo que fue en un principio: maestra de la humanidad. A pesar de lo difícil que es definirla, la poesía nos acerca a lo bello y sobrevivirá sobre las demás ciencias y artes.
También sobrevivirá a las nuevas tecnologías. Es por esto que este libro podría ser un aporte para promover la lectura en los tiempos donde surgen nuevas formas de leer, que pierden la esencia de lo sublime y se distancian de la sensibilidad. Es una invitación a entrenar nuestro paladar con lo simple, porque como lo menciona Isaías Romero, la poesía es el territorio de lo posible, asimismo la lectura es el territorio de los nuevos mundos que como sociedad podemos crear.
Por Holger Bocanegra
